lunes, 25 de junio de 2012

Camarón, 20 años (II): Más que decir

No sabe uno nada. Pero nada de nada. Cuanto más culto es, o cree ser uno, menos sabe. Manolito de María, cuando le preguntaron por qué cantaba, respondió: canto porque me acuerdo de lo que he vivido. Si a mí me preguntaran por qué trabajo en el Ayuntamiento, no sabría qué responder. Pues, del flamenco, lo mismo.
Me piden que diga algo en el aniversario de la muerte de José, y yo no tengo nada que decir. Que murió el mismo año que mi madre. ¿Por qué me gusta el Camarón? No lo sé. Lo mismo que desconozco la razón por la cual me hacen daño los cantes de Agujetas, del Torta y de su hermano Manuel. A lo mejor, me recuerdan lo que he vivido, o lo que vivieron mis antepasados. Camarón hacía vibrar a la gente, luego algo tendrá el agua cuando la bendicen. Si soy sincero, me gustaba Camarón por la forma de sentarse en la silla.
Los buenos flamencos tienen la boca grande. Mira, si no, a la Paquera, en el inicio de la película Flamenco, de Saura. Si es que, después de escuchar ese Ay... anda, ya no hay más que decir. El flamenco es el cante de los gitanos y José Monge Cruz era gitano. Ya está: con esa vocecita, llena de dulzura, hacía los cantes como Dios le daba a entender. Bien. Porque Camarón, como Agujetas, no saben cantar mal ni cuando tienen una mala noche. Es un misterio, y cuando los misterios se desvelan, pierden la gracia. Y no hay más que decir.


Miguel 



(Foto: Pedro Rodríguez).

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