jueves, 7 de septiembre de 2017

'Rodolfo Otero: Amor por la danza', en versión original (14 de julio del 2016 - II)


-¿Y tú eres de Valladolid, Benito? ¿de qué calle?
-Yo nací en la calle Renedo.
-Aaaah.
-Y, con cuatro o cinco años, nos trasladamos a la calle Porvenir, entre los Vadillos y la Circular.
-Que bien. ¿Y jugabas en la calle tú, y todo?
-Sí, claro. Tengo el recuerdo de la calle Renedo, que todas las noches había canteas entre los chicos, de una acera a otra, o de un portal a otro, eran casas enormes.
-Sí, y aquí los de San Andrés contra los de San Juan, no te jodes. Y se retaban y quedaban en el páramo de San Isidro.
-¿Iban hasta allá?
-Sí, a darse de hostias, a las canteas. Yo he ido también. Y con los tirachinas y la madre que lo parió, joder.
-El escándalo que montaban las madres cuando a alguien le daban una pedrada, la sangre, gritos.
-Te voy a contar una. Yo cogía en la buhardilla (del edificio donde vive), levantaba la trampa, me subía al tejado y andaba por las tejas. Se cayó un cacho de teja y le cayó a un chico y se le partió la cabeza. Y subieron aquí (a su casa), al hijo del director. Las hostias que me dieron. En casa. Fue sin querer, pero yo no tenía que andar por los tejados, y yo andaba, y me ponía al sol como los sapos, y miraban, y ese niño que se va a caer.


-¿Tu padre, políticamente, hacia donde se decantaba?
-Mi padre era… en Montilla, Córdoba, donde yo nací, nada más que fundó un periódico. Republicano. Que se llamaba “Oro y oropel” (ríe), nada más y nada menos. Pero él no presumía de nada, de si era republicano o no. Pero, lógicamente, sí lo era.
Tu amiga Teodora,  a la que la apresta la cincha (se refiere a la que fue la vecina de enfrente de su casa, y también mía en el tiempo que viví allí hasta que murió Fé, como quería que la llamáramos –lo de “la cincha”, sería desviarnos mucho el contarlo, pero a Rodolfo le servía para vacilarme, motivos tenía-). Esa le denunció. A mi padre. El padre de Teodora era Don Luis, maestro del colegio donde mi padre era director, el Miguel de Cervantes. Y le denunció. Y le llevaron al Gobierno Civil. Pero como mi padre no era tonto, y encima sabía, pues daba clases de inglés, de alemán, en casa, y los alumnos que venían pues eran todos de derechas y entonces ya tenía defensa.
-¿Por qué le denunció?
-Porque era director del colegio y el que había colocado a su padre, por la envidia ¿Por qué pasó la guerra civil nada más que por la envidia?
-¿Qué recuerdas de la guerra, aquí, en Valladolid?
-Yo era pequeño cuando la guerra. Pero veía a los alumnos de mi padre pasar por aquí –por la calle de su casa-, iban de manifestaciones con el pañuelo rojo cantando una canción que decía (canta con voz de niño, en plan choteo): somos pioneros / hijos de obreros / no tememos la muerte / ti ti ti di di… ¡esas pijadas! ¡los de la casa verde! Encima, nos amenazaban, porque vivíamos en esta casa. Y me acuerdo, eso es un flash que se te queda para toda la vida. Vinieron a buscar a mi padre. Mi padre les pasó al comedor. Y según vinieron, se fueron. Pero los que le llevaron al Gobierno Civil… aquí eran nazis todos, los de extrema derecha… radicalismo de mierda, que no es bueno para nada, el de ningún lado.
Sí me acuerdo. Hasta del carro blanco de caballos que llevaba el ataúd de mi hermana, que murió en la otra casa antes de venir a ésta. La única hermana que tenía.
Me bajaron para que no lo viera, donde unas vecinas, que eran las de cristalerías Jover, de la calle Platerías, pero yo me asomé al balcón y vi el carro blanco con las plumas en la cabeza de los caballos. Pues sí me acuerdo.(Entra Puri: “Benito, te voy a interrumpir un momento, ¿me miras el filtro de la lavadora que no lo podemos sacar?”. Salgo un momento -no recuerdo qué pasó con el filtro- y retomo la charla con Rodolfo).
Por otro lado, mi padre: “Tenéis que ir a la iglesia y a la catequesis”. Y como hacíamos lo que nos salía de los cojones, mi hermano y yo, pues íbamos a San Andrés, pero a jugar. Pero, mi padre: “¿de qué color es la casulla del cura?”. Y ahí nos pillaba. O sea, que así estaba el tema. La gente iba a ver fusilar ¡a San Isidro! ¡y hacían una kermesse! Entonces el Gobernador militar que había, que se llamaba Tomás Romojaro, prohibió que se celebraran esas fiestas que se hacían con churros, caramelos, con todo, después que los habían fusilado ¡qué bonito y qué gente más buena! Y esta (la vecina que denunció al padre) que era una c… de cura… Pues sí había que tener mucho cuidado porque si no te pillaban por un lado te pillaban por otro (risas). Estábamos acorralados.
-¿Tu padre siguió al frente de la escuela?
-No, no apartaron a mi padre de la dirección del colegio.


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