jueves, 12 de abril de 2018

Tío Gregorio el Borrico, por Mario Bois (Colección 'Grands Cantaores du Flamenco. Volumen 12)



Un nuevo texto tomado del libreto que acompañaba el volumen 12 de la colección 'Grands Cantaores du Flamenco'; nuevamente escrito por Mario Bois, director de esta serie de discos, editados originalmente en Francia. Con fecha de 1991 este volumen está dedicado a Tío Gregorio el Borrico (1910-1983. Jerez de la Frontera) Incluye, al completo, el disco ‘Homenaje a El Borrico de Jerez’: bulerías por soleá -2-, soleares -2-, siguiriyas -2-, alegrías, bulerías -2-, tangos; más dos cantes de ‘Antología del Cante Flamenco de Hispavox’: ‘Martinetes de Jerez’ y ‘Fiesta en el Barrio Santiago’ con la participación, al cante, de Terremoto de Jerez, Romerito, Diamante Negro, El Sordera, Sernita, y las guitarras de Paco Cepero y Paco de Antequera. El resto de cantes cuenta con el toque de Paco Cepero.


“Me gusta esa especie de monstruo. Que nadie se extrañe que, de ese cuerpo pesado, de esa masa tallada en roca, de esa cara de bulldog (tiene cierto parecido a la de Winston Churchill), pueda salir una voz grandiosa, de campana y bronce raídos por el tiempo, algo así como las raíces nudosas de un árbol centenario, una voz sacudida por vivos estremecimientos, que canta un cante salvaje, milenario, histórico, una voz del fondo de las cavernas. El Borrico nos recuerda a Terremoto de Jerez, al igual que él, es un terremoto, pero más antiguo, más lejano. El Borrico es anterior a Terremoto (es 26 años mayor) y sin quitar que ambos se cuenten ya, en este siglo (XX), dentro de las más excelsas figuras del cante gitano de Jerez, a nuestro parecer, el modesto Borrico es el maestro (Así y todo, no posee la potencia vocal de Terremoto, ni el timbre, ni la afinación, ni la locura devastadora del genio joven. El alumno ha superado al maestro). Resulta evidente que muchos de los cantaores actuales quedan descoloridos frente a estos dos astros en erupción e incandescentes… El Borrico más Terremoto, es algo telúrico. ¡“La consagración de la primavera”! Otros son… Debussystas, sin que ello sea desmerecerlos, ya que, por otra parte, puede resultar admirable.
Con el Borrico he podido comprobar que no tuve necesidad de escoger entre las (escasas) grabaciones que llevó a cabo: ni un solo cante blanducho, adulterado, nada de Rumbas, Tanguillos, Guajiras, y demás concesiones para agradar. Todo lo que grabó, todo lo que cantaba, surgía incansablemente de los géneros más antiguos del cante grande: Soleares, Siguiriyas, Martinetes… (ensimismado, condenado a la búsqueda del absoluto, al igual que la tauromaquia, que se reduce a tres suertes fundamentales, clásicas, olas, constante vuelta a empezar del  mar ¡Oh, Sísifo!).


Pero también es necesario que hable la voz de la sangre, que los gitanos bailen. Así, El Borrico volverá una y otra vez a las Bulerías (a las que da una dimensión más majestuosa, al  cantarlas por Soleá). Grabó poco, porque se consideró un aficionado (ahí podemos encontrar a los más grandes), una especie de filósofo errante, pobre como Job (¿Hay dinero acaso que pueda pagar su cantar? El cante grande no es algo que se da todas las noche, a una hora determinada, en una taberna de profesionales), un gitano puro que, inconscientemente, sabe que su cante, al igual que la vida, es una eterna re-creación, que los momentos más intensos de la vida, el amor y la muerte, son efímeros, que todo ello no es sino un fuego que asciende y muere y renace, que el placer y el dolor son una misma llama abrasadora que nos extirpa el mismo grito del alma. Entonces… ¿discos? ¿para qué? ¿cantar ante máquinas? ¿ante aparatos extravagantes en un estudio vacío, sin nadie a quien decir esas cosas que salen de lo más profundo de uno mismo? No tiene ningún sentido.


¿Su vida? De aquí para allá, a salto de mata, a lo que salga. En un principio, obrero agrícola, se va consagrando poco a poco al cante, “sin querer salir nunca de su provincia”. Era lo que se decía antes, “un cantaor de ventas”, de esos que son llamados a última hora, ya que siempre están desocupados cuando "está de paso un viajero acaudalado”. Se diría que estamos en el siglo pasado (XIX) (Reconstruimos estos datos del ‘Diccionario de Flamenco’, de José Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz). Un día, alguien le espeta: ”¡Canta más bajo! ¡Chillas como un borrico!!”. A raíz del incidente, se le queda ya el apodo de El Borrico. En una entrevista, contó la siguiente anécdota:
“Estando un día en una caseta de la Feria de Sevilla, me encuentro con La Pastora (nombre de La Niña de los Peines) y con su marido, (Pepe) Pinto. Alguien nos embarcó para ir de fiesta a cantar a una venta. Estaba tan emocionado de estar acompañado por gente tan importante, que tuve que… ir al retrete. Allí, me acordé de la letra de un antiguo cante de José el de la Paula. Salgo, me acerco al guitarrista y le digo: "¡Escucha y sígame! Me salió bordado el cante que era la perfección misma, tan requetebién que, aún hoy en día, veinte años después, la gente que estuvo allí, todavía lo comenta”.
En 1967, El Borrico causó tal revuelo con una Bulería por Soleá, en un ‘Encuentro Internacional del Arte Flamenco’ de carácter oficial y formal, que le concedieron la COPA DE JEREZ y le empezaron a rogar que grabara discos. Para ello, era necesario ir a Madrid; fue en el Talgo, y se quedó deslumbrado a medida que iba descubriendo “ceniceros y moquetas por todas partes”. Ortiz Nuevo y Blas Vega contribuyeron en gran medida a que, durante ese último periodo, en el cual hizo una auténtica carrera, fuera conocido. “El Borrico alcanza el nivel de los grandes maestros que conservan las reliquias de la mejor época”, escribirá uno de ellos; y el otro, manifestará lo siguiente: “El cante de El Borrico pertenece a este género del cante grande que jamás puede perecer”.
He ahí pues, como a fines de este nuestro siglo XX, en un rincón de su Andalucía, de donde no le gustaba salir, ese hombre no hizo sino cantar verdadero cante, el que no da ningún dinero, tan complejo y tan difícil de transmitir en su forma antigua, y que él supo respetar con rigor, SIN BORRAR NADA. Ponía letras, “transmitidas a través de sus antepasados", de un alto grado poético. Y ese hombre… ¡no sabía leer! ¡Oh, fuerza, nobleza, grandeza del pueblo andaluz!


Alexis Weissenberg escuchó este disco: “El Flamenco es ante todo el grito del deseo, también una confesión inacabada. Es una declamación que vacila entre la acusación y la declaración, entre el impulso de la vida y la nada. Sin embargo, una grieta, o mejor dicho, una ruptura están enclavadas en él desde el principio”.


(Como en otros discos de esta colección, el texto del libreto contaba con traducción al inglés y al español, del original francés. En otros discos de esta colección no se incluye la traducción al español, caso de los dedicados a Manuel Agujetas o Carmen Amaya, -tal vez, con tiempo, pueda traducirlos, y si mi oxidado francés está a la altura. 
Discos disponibles en la Biblioteca Pública de Valladolid, como todos los álbumes que estamos trayendo aquí, y que vamos colocando por orden alfabético. El próximo: Camarón de la Isla, por Faustino Núñez).

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