A Antonio y Fifi, amigos y flamencos de largo recorrido del Barrio de las Delicias
Los recuerdos de la infancia, generalmente, están muy ligados al barrio donde naciste. Las primeras travesuras, los amigos de la niñez, sus gentes, costumbres, las familias etc. generan amigos de por vida, aunque pasen años y años sin verse. Hoy traigo dos de esos amigos.
Nacidos a mediados lo cuarenta, son oriundos del Barrio Las Delicias por el que sienten una verdadera devoción que, junto con el cante “guapo”, configuran su guión de vida. Antonio, tiene un oído puesto en el Tío Borrico y el otro en Fernando Terremoto, Fifi, por el contrario, los dos en la escuela de D. Antonio Mairena, aunque, son marcheneros a rabiar.
No es difícil encontrarse con ellos, en una fiesta, juerga o reunión de cabales. Si hay buen cante, su presencia es una norma de obligado cumplimiento , lo de menos es el lugar geográfico, nuestra Ciudad, Zamora, Madrid, Extremadura, Córdoba, La Unión o en casa particular de algún aficionado que guste del buen cante, Su presencia, siempre, es bien recibida y se hace notar no sólo por que chanelan gloria bendita, también, por la autenticidad que dan con su presencia. Recuerdan los tiempos pretéritos en los que estas fiestas íntimas requerían de la guasa salinera, que de eso saben más que el desaparecido Tío Chano. Con ellos este ambiente está asegurado.
Gustan de oír el cante a lo “viejo”, antebrazo izquierdo apoyado en mesa, cabeza ligeramente inclinada hacia adelante y mirada perdida en el suelo.
Con ellos, la juerga entra en derroteros más auténticos, más flamencos, el conocido intima con el desconocido, se ríe y se llora dependiendo de la transmisión del artista y del palo. Así es en el fondo el arte de Manuel Torre y Chacón, la convivencia desde el respeto de personas sin distinción por los siglos de los siglos en torno a un mismo arte de lo jondo.
Pedro Sanz.
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