En cierta ocasión, Vicente, que era mucho Vicente, fue a bailar el flamenco puro con su grupo a San Sebastián. Como cantaor, para cantar atrás, que se dice, o sea, cantar para baile, llevaba al gran Pablo de Alba, a quien los que le conocieron, y quisieron, llamaban, llamábamos, Besuguito, por su oficio de vivir, pescatero en el Mercado del Campillo, muy leal cantaor, buen malagueñero y honrado en todos los cantes, llegando hasta donde llegaba, ni una gota más.
El aficionado cantaor vallisoletano, Pablo de Alba. |
Como eran paisanos, y había confianza entre los de Valladolid, Besuguito, al ver que ya Vicente Escudero, que era mucho Vicente, había apalabrado su propio hospedaje nada menos que en el Hotel María Cristina, preguntó al amigo, sin levantar la voz:
Oye, Vicente, ya sé que tú te quedas a dormir esta noche en el Hotel María Cristina, te alabo el gusto, pero ¿quieres decirme dónde voy a pernoctar yo?
Vicente Escudero, bailaor genial y carismático, con pujos de pintor, con resultados algo menos que medianos, de cantaor enterado, dedicándose afortunadamente, al baile, y hasta de escritor (en España hay más escritores que albañiles), ahí está su decálogo, se quedó mirando muy altanero al amigo de toda una vida, pues ya no eran niños ni uno ni el otro. Después, con el dedo tieso indicando a la playa de la Concha, respondió:
Coño, Pablito, mi arma, ¿no te dicen el Besugo? Pues duerme ahí, en el mar, con los tuyos.
Estos, y mejores golpes, los tenía ese hombre vallisoletano que dijo lo de Bailar asentao y pastueño, en hombre, frase que al paseante le parece absolutamente genial, y pastueña. Algunas anécdotas se las cuenta al paseante Carlos Castañeta, cantaor de la estirpe de Pablo de Alba, Besuguito, y de José Menese, ole, ahí es nada, que para cantar no es necesario pegar gritos.
Inauguración de la Calle Bailarín V. Escudero (1-4-1965). Foto Archivo Municipal de Valladolid. |
El Ayuntamiento, además de las dos estatuas, una en San Juan y otra junto al Campo Grande, y un Centro Cívico, invento moderno de discutible gusto, le ha puesto su nombre a esta calle, apaño y remiendo de lo que antes se llamó de Catorce metros y Transversal, según las épocas, impersonal y escasamente guapa, tiene la ventaja de que está cerca de la calle donde él nació, en el número 19 de la calle Tudela, pese a ir por los bulevares de París diciendo que era de Graná, hasta que se lo topó José Manuel Capuletti y le dijo, Vicente, tú no eres de Graná, tú eres de Valladolid, si lo sabré yo, que también lo soy. Dos genios, uno bailando, otro pintando, ¿qué más se puede pedir?
Marienma, Capuletti y Escudero, de izquierda a derecha en el centro de la foto. |
El paseante echa sus cuentas, que son como sigue: si a Zorrilla, escribiendo nada más que regular, le pusieron a su nombre un paseo larguísimo y un estadio de fútbol, ¿qué hubiéramos de haberle dedicado a este ser humano que bailaba como los ángeles, la carretera de Burgos y el rascacielos que
pretenden construir el alcalde y el arquitecto Rogers? También es cierto que, cuentas, lo que se dicen cuentas, las echamos todos, y todas diferentes. Ahí están, sin andar más, las que echan los borrachos y los taberneros. Efectuado el cómputo por persona imparcial, no se parecen en nada.
Cerca de su calle le han adjudicado otra similar a la bailarina genial que fue Marienma, tampoco calle muy lucida; pero así están cerquita, uno de otro, nuestros dos grandes del baile flamenco.
Los que firman libros dicen que sólo bailaron juntos una vez, en 1954 y en el Teatro Carrión. Ellos sabrán, que para eso han estudiado.
El trotacalles, harto de buscar arriba y abajo en la calle de Vicente algo de qué hablar, y no hallándolo, portales, aceras, edificios, determina comenzar a escribir sobre una historia que le viene rondando la cabeza últimamente, una digamos así, novela de Valladolid, que, con toda humildad, quedará dedicada al recuerdo del mejor bailarín que hemos parido en esta tierra.
Calle Bailarín Vicente Escudero (196?). AMV.
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