jueves, 9 de febrero de 2012

A gusto con Israel Galván


"Cuando la guitarra indica la salida, salta el bailarín en limpia plasmación de líneas y queda en escueta escultura viva, en medio del tablao, clavado al repiqueteo de los pies. Luego, una anarquía de formas buscando una contraestética de sarcasmos y deformaciones, es decir, una estética de la caricatura. Es una rebeldía plástica a todos los dogmas de la danza, una negación consciente de toda estética de sistema; salta, se cimbra, ondula, se encrespa, se dobla, se afirma rígido; inicia la línea rota, el esguince descoyuntado, el perfil herido de cómicas insinuaciones, todo él en un apunte inorgánico y desmelenado de expresiones fallidas y esquemas deshechos"
¿Tal bailarín es Israel Galván?


Estuvimos viendo al bailarín sevillano en su actuación en el LAVA, aforo casi lleno. Algunas reacciones en boca de dos aficionados al salir: "Ya podemos decir que lo hemos visto"; "Me ha gustado, y eso que venía un poco talibán". En un plano más general, Galván tuvo que salir tres veces en respuesta a los aplausos del público. Bises, digamos, en los que tomó la guitarra mientras el cantaor David Lagos -"sobrao", constató Paquillo, el de la Renfe- y el tocaor Alfredo Lagos intercambiaban papeles, ya bailaba el cantaor, cantaba o bailaba el guitarrista. Propio de cuando una cita flamenca acaba bien.

David Lagos.

Aún siendo tan singular el baile de Israel Galván, con elementos tomados de la danza contemporánea, del jazz, de la música popular moderna (music hall, si se quiere también), otros inventados por él, o 'deconstruidos', que dicen, del flamenco; por muy 'bicho raro' que sea, hay una parte de él que a uno, espectador, le gusta. A la otra parte le despiertan interrogantes temporales.

Dibujos automáticos, pintura de Vicente Escudero.

La parte que gusta 've' intensidad, emoción, vida -¿natural? ¿no natural?-, un baile que no pide te arrodilles ante el artificio en representación -¡es Arte, arrodíllate!-; es más, se atreve como a decirte: "Tú también puedes". La postura de 'entender' se desvanece a medida que se suceden los bailes. Incluso los golpes efectistas se agradecen o al menos no molestan. Tal vez guste Galván porque el público se siente en igualdad de condiciones, hasta para decir que no, que eso no es flamenco, baile flamenco.


Ahora, volvamos al texto de arriba. Está extraído del libro, Andalucía, su comunismo y su cante jondo, escrito por Carlos y Pedro Caba Landa en 1933 (Reeditado por la Universidad de Cádiz en 1988). A su modo lírico da cuenta de un cánon del baile flamenco. ¿Se puede aplicar a la propuesta bailora de Israel Galván, esa Edad de Oro, que aquí, en Valladolid, presentó?.  En el haber del bailarín sevillano, el terminar con la era de los Cortés, Canales, Baras, la desnaturalización del flamenco, el arrodíllate, lo epatante, ilusiones en vez de vida, maldición de las academias de baile.


Flamenco más serio, de V. Escudero.
El espectáculo de Israel Galván visto también como un buen momento pop, un instante de belleza (el que hay que recordar, no el soporte, la letra, la música, la imagen, entonces sería nostalgia, negocio, inmovilismo), belleza para paladear con placer -¿gozo?-. A su término, la noche, el tiempo se alargó sin darse uno cuenta, a gusto (un amigo tiene una teoría para valorar si un concierto de rock que ha visto es bueno y cuánto de bueno: depende lo que tardes en irte a la cama tras salir del concierto).

                                         
Al gusto le falta algo, tal vez esto que oí decir al maestro de baile Rodolfo Otero: "El flamenco empieza en los pies. Casi toda la gente que veas bailar, la verás bailar con los pies planos y bailando con los pies planos no hay ninguna emotividad, ni evolución dentro del sonido. Hay una articulación en los pies, que para eso la tenemos. Hay que andar articulando los pies y cuando es para hacer sonidos más todavía, cuando hay que dar intensidad, alegría, dramatismo, los pies son el mejor el instrumento".

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