viernes, 9 de marzo de 2012

'Soníos negros'

Hay momentos del día en que uno sólo está para escuchar seguiriyas y martinetes. Y cantes cabales. No queda sino dejar transcurrir las horas machacándose el estómago con ese pellizco que los buenos aficionados dan en denominar melisma, y esperar a que escampe. No es de tristeza la sensación, no es abatimiento ni depresión, es otro estado del alma que no se puede explicar. Lo definía muy gráficamente Silverio Franconetti, payo de pies grandes y cantaor genial, al describir el calvario sufrido cuando murió su único hijo y lo estuvo velando en soledad. Al preguntarle si había sido duro, respondió: "Mira si estaría triste, que me pasé allí toda la noche cantando por seguiriyas". Cuando, en medio del tráfago diario, sin una mano amiga cerca, o un libro al menos, que también es un amigo, llegan nubes de negrura y desconsuelo y la realidad se aleja, escucha uno al Agujetas hacer los cantes de la Polverita y el día vuelve a entonarse lentamente. Y es que, ya digo, hay mañanas que uno sólo tiene cuerpo para siguiriyas.
En otras ocasiones, viene Aseret a vernos y se le pone a uno el ánimo más aplomado. Su presencia cálida ejerce de bálsamo que ahuyenta las duquelas y las fatigas. Saldrán entonces Alegrías de Cádiz, Bulerías, Tientos o Cantes de Ida y Vuelta, según se vaya viendo...


Miguel Ángel Galguera (Palos, pellizcos y quejíos de la vida)


Silverio Franconetti.

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