viernes, 9 de marzo de 2012

La atracción por el Flamenco (1). Pedro Sanz: "El flamenco me llega desde la desigualdad social" (I)


-Hola, Pedro.
-Buenos días, amigo.

(Algunos empezamos a conocer a Pedro Sanz con el inicio de las Jornadas Flamencas ‘Ciudad de Valladolid’, que este año cumplen su novena edición. Como todos tiene una historia detrás. Y esa historia, nos gustaría fuera la primera de otras, en las que distintas personas hablen de su relación con el flamenco. ¿Cómo, cuándo, por qué, dónde empezó?, ¿qué le atrajo? ¿quién fue el cantaor o cantaora o el cante que primero le ‘golpeó’?. Pueden ser experiencias, vivencias, sentires interesantes, necesarios también, de compartir, de saber. Aquí nos tenéis.
Como la conversación con Pedro Sanz ha salido larga, aparecerá dividida en varias partes).

Barrio de Las Delicias. Valladolid, años 50-60 (Fondo RTVE).

-¿Cuáles son tus primeros recuerdos del flamenco, Pedro?
-En primer lugar, decir que yo no tengo antecedentes musicales, ni procedencia geográfica relacionada con el tema… Yo nazco en el Barrio de las Delicias, en la calle San José de Calasanz. Recuerdo que en esa calle, en el Bar La Reja y otros bares del barrio haber empezado a oír los fandangos, que se cantaban mucho.
-¿Qué edad tendrías?
-Trece años, una cosa así. A mí no me ejercía  tanto una atracción la música esa, que me gustaba, sino las cosas que decían sus letras. No sé si era porque yo he sido una persona, y sigo siéndolo, a la que no le gustan las desigualdades sociales, que le preocupan todas estas inquietudes. Y estas letras y esa música que hablaban de las penas, del dolor, la familia, desde un plano marginal, me empezó a gustar. Recuerdo a Eugenio, que fue presidente de la Peña La Seguiriya, que cantaba, como otro Eugenio, al que llamaban ‘el Cojonines’, y no lo hacían mal. Lo que más sonaba era el fandango, el estilo (Rafael) Farina, no sólo en mi barrio sino en toda la ciudad por aquellos años de mediados de los 50. No había llegado la herencia que nos iba a cultivar a todos de don Antonio Mairena, que sería bastante posterior.
Luego, yo empiezo a tener muchos amigos que pertenecían a la comunidad gitana, algunos vivían en las cuevas de San Isidro. Mis abuelos paternos vivían en el paseo de San Isidro, de forma que cuando iba a verles me subía a ver a los gitanos. Porque me ha inquietado su misterio, su forma de vivir, no se me borran los recuerdos de, en los duros inviernos, verles calentándose en una caldereta de los albañiles y cantando.


Chabolas de San Isidro. Años 70 (Archivo Municipal Valladolid).


-Siendo tan joven, ¿no te tiraba para atrás la ‘mala prensa’ que tenían los gitanos?
-No, no, tal vez porque sabía que ellos pasaban tremendas dificultades. Ellos vivían en las cuevas, en las chabolas. Esto, lamentablemente, no lo puede confirmar una de las personas que conocí allí, porque ha fallecido hace poco, exactamente tres días antes que mi padre, el Tío Manuel, Manuel Barrull, con el que luego estuve muchos años juntos cuando yo colaboraba con la Asociación Gitana La Esperanza. Sí que no era muy normal que a un chico payo los gitanos le cogieran. No sé, tal vez como ellos me han dicho alguna vez soy payo de adopción y gitano de corazón.
En resumen, si yo tuviera que decir cómo me llega el flamenco, tendría que decir que desde el plano social. De ahí mi defensa de que todo aficionado debe conocer el origen de este arte, las culturas que lo configuraron, porque nos daremos cuenta de algo tan importante sobre una música que nace en el barranco de la marginación, como dice (José Manuel) Gamboa, y ha llegado a unos niveles, que ahora mismo sea una de las músicas más bonitas, más hermosas y que más se están estudiando en el mundo.
 
-De dónde te venía esa inquietud social? ¿cómo surge?
-Sí. Te voy a decir algo que no siempre aireo porque forma parte, vamos a decir, de mi patrimonio, de mi patrimonio interno. Como ya he dicho nazco en Las Delicias, el 24 de diciembre del 46, en una familia trabajadora, una familia tremendamente unida, represaliada por el franquismo. Y al frente de esa familia había una mujer, que era mi abuela materna, Tita. Una mujer que ha peleado toda su vida, hasta horas antes de que muriera. Era pequeña,  nerviosa, menuda, nunca se metió en las familias, y a todas las tenía unidas. A pesar de no haber tenido grandes dificultades económicas en mi niñez -mi padre trabajada día y noche por que no faltara nada-, mi familia materna sí padeció dificultades económicas. A mi abuela materna, la persona que siempre he tendió como referente, los fascistas  mataron  a su marido. Imagínate sacar 7 hijos adelante más 2 que quedaron sin padre ni madre, de unos vecinos.
Nunca jamás la oí hablar mal de nadie. Ella se encargaba de arreglarnos las zapatillas. Aquellas cosas se me quedaron grabadas, y no sé si me parezco o no a mi abuela, pero ella sin decir nada, creo que fue la persona que me fue abriendo los ojos a conocer la sociedad en la que vivimos. Siempre he procurado ser así. No he hecho en mi vida jamás mal a nadie. Las inquietudes sociales junto con el flamenco forman, para mí, mi ideal de vida. Y creo que de ahí el que sea un apasionado del flamenco, sin tener tradición flamenca.
-O sea que a ti cuando entras en contacto con el flamenco no te da por ser cantaor, ni tocaor, ni bailaor.
-Hombre, me ha gustado hacerme mis pinitos. Imitar al Talega, el cante por soleás, lamentablemente no he tenido las condiciones. La guitarra nunca la he agarrado porque me supone un instrumento que requiere tal entrega, que parece que te esclaviza, y yo soy un hombre libre, no me gusta la esclavitud (ríe). De ahí que valore tanto a los guitarristas y su voluntad de sacrificio.
-¿El flamenco te daba una forma de ser, algo importante cuando se es joven o muy joven?.
-Sí, sí, no te lo discuto.

(Seguiremos)  

Antonio Mairena.

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