sábado, 21 de abril de 2012

El baile de mi 'viejo'

Con el permiso de ustedes y de los compañer@s de El Cuadro querría escribir algo más personal de lo habitual.  El hacerlo surgió al ver fotos recientes de Farruquito en el blog de la amiga Orna Timen, una apasionada del baile flamenco, pasión de la que deja permanente constancia en su blog. (Relaciono esto de los blogs con lo que decía un escritor japonés de principios del siglo XX, Sôseki Natsume, de las novelas, que "son como una excusa de quien no reconoce su derrota o un pedo en la cabeza"). 
A través de esas fotos recordaba cuánto le gustaba el baile a mi padre. El 'viejo' conocía, y practicó, muchos estilos, vals, pasodoble, chotis, tango, foxtrot, ¡rock and roll!. El rock and roll, y lo escribo así porque era el de los años 50, el original, fue el primer baile que recuerdo haberle visto bailar, en familia. En su juventud, que como a muchos se alargó más allá de su verdadera duración temporal -¡la adolescencia es eterna! (Céline)-, llegó a ganar algún premio local -creo que uno en un concurso del Teatro Cirujeda-, y tenía, bailando rock and roll, un paso especial. En un momento dado se tiraba en plancha sobre el suelo para salir impulsado hacia arriba y proseguir el baile, llevando el ritmo. Break rock and roll dance.
Por como era mi padre, encontraría en el baile ese trance, ese punto de fuga en el que te deshaces de lo que te rodea, casi incluso de uno mismo, de lo que a uno le pesa. Parece como libertad, suena como felicidad. Y de paso, consigues atención sin necesidad de tocar, contactar con l@s otr@s. Sin temor. Y provocas, admiración, deseo, también (No sé si en el baile de mujeres es así, también).
También le gustaba el flamenco. El más festero. Recuerdo que tenía delibidad por Miguel de los Reyes, el coplerista aquel de los años 50-60 en cuya compañía diera sus primeros pasos profesionales Camarón. Y se lo hacía bien, el 'viejo', tenía estilo, conocimientos, compás (aprendido en la calle). Rcuerdo verle bailar ante el televisor cuando salía algún bailaor o alguien se hacía unos cantes. Mi hermano me cuenta que hace unos días puso en casa al Capullo de Jerez, y el 'viejo', que llevaba tiempo chungo de las piernas, se levantó, se marcó unos pasos, diciendo, "este es bueno". Festero.
De todas las imágenes que nos deja su tiempo entre nosotros, saltan las de su baile, para equilibrar, completar todas las otras de una vida que fue muy suya. El baile es como una manifestación de egoísmo, pero del que desprende cariño. Se hace querer el bailaor, el bailarín. Este, entregado a lo raro, abstracto del baile, hace visible completamente su 'alma'. Sigue bailando.



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