miércoles, 4 de abril de 2012

La saeta cuartelera

(Segundo texto saetero, sobre una de sus variantes, la saeta carcelera. Y de los serios o sesudos, no en vano su autor, Álvaro de La Fuente Espejo, lo deja bien claro en el subtítulo: breve análisis musicológico, de la citada saeta. Este texto lo compartimos con el blog del colega Paco Vargas, áticoizquierda. Undebel).


Calle Santa Catalina. Taberna Los Amigos del Cante.
Una saeta al Terrible
El objeto del presente artículo es analizar, muy brevemente, y a modo de hipótesis, la evolución histórica del Modo Musical sobre el que está edificada la Saeta Cuartelera. El motivo, muy sencillo: para escrudiñar en el origen y evolución de cualquier manifestación cultural, además de proceder al correspondiente estudio histórico/ antropológico, habrá que investigar su materia prima, en este caso, su música. Utilizando el argumento esgrimido por el musicólogo Hipólito Rossy, si el examen de un trozo de columna nos sirve para reconocer el estilo de un edificio del que procede, el estudio del modo musical de un canto nos suministra datos suficientes para averiguar su estilo, procedencia y época de creación, con el margen generoso de tiempo que ha de darse a tales afirmaciones. 

Cantando la saeta en un Cuartel

Antes de nada os preguntaréis ¿qué es un Modo musical?; aunque ya quedó reflejado en mi artículo (La Saeta Cuartelera: Una visión musical) veo conveniente recordar, de una manera escueta, su conceptualización. El Modo o Modalidad en música hace referencia a la manera de ser de una canción u obra musical, es decir, a su personalidad. La Música Occidental, la que todos los días oímos en los distintos medios de comunicación (rock, música clásica, canción moderna, baladas…), se basa en dos modos palpablemente definidos: el Modo Mayor, que desprende alegría, viveza; y el Modo Menor, que emana todo lo contrario, tristeza, melancolía etc. Pues bien, si analizamos la estructura musical de la Saeta Cuartelera y cogemos cualquier manual serio de Historia de la Música observaremos, incontestablemente, cómo ésta se construye con un modo musical radicalmente distinto a los dos anteriores: el denominado Antiguo Modo Griego Dórico o Frigio Medieval, inspirador, de acuerdo con lo señalado por el inmortal Aristóteles en su obra básica La Política, de “tierna dulzura”. 
Si los Modos Mayor y Menor aparecieron en el SXVI d. C, el Modo Dórico es, clarísimamente, anterior al ser creado por la civilización propulsora de buena parte de las artes y cultura: la Antigua Grecia. Dicho modo penetraría, probablemente por primera vez, en la Península Ibérica -así nos lo advierte el musicólogo Ismael Fernández Cuesta- con las colonizaciones griegas instaladas a partir del S VI.
Cantando la saeta mientras se acompaña del tambor
También tenemos que considerar capital la aportación de la liturgia musical de la Iglesia Católica durante los quince primeros siglos después de Cristo. Dicha contribución se diferenciaría en dos vertientes musicales: el Canto Hispano-Visigótico o Mozárabe y el Canto Gregoriano. Con respecto al primero, se cree formó parte de la primitiva liturgia de la Iglesia Hispánica a partir del siglo II de C, fraguándose con los cantos vernáculos españoles y los traídos por los sacerdotes regresados de instruirse en Roma y Constantinopla, volviendo, una vez más, renovada a España la simiente de los sistemas musicales griegos (Modo Dórico). Dicho canto, recopilado por los eruditos San Isidoro, San Braulio y San Eugenio (S.VII d. C), en opinión de Gerhard Steingress ha llegado a nuestros días - perviviendo a las dominaciones romana y musulmana bajo la forma de las Saetas Antiguas. Y con respecto al Canto Gregoriano -apareció en el S.VII d. C gracias a labor reformadora y selectiva del Papa Gregorio VI-, destacar su papel de poseedor del Modo Dórico el cual debió extenderse, por el imponente protagonismo adquirido por dicho canto, entre la feligresía, entre el pueblo. Llegado a este punto, una reflexión: como señalé antes, según todos los investigadores a los que he tenido acceso, las Saetas Antiguas proceden de las melodías entonadas por los monjes Franciscanos en sus Vía Crucis, entonces ¿no se vislumbra un potencial carácter científico de tal hipótesis una vez advertido la presencia del Modo Dórico -estructura musical principal de las mismas- en los Cantos Hispano/Visigótico y Gregoriano, protagonistas de nuestra música litúrgica asumida, con toda probabilidad, por los Franciscanos?
Otro pueblo a tener en cuenta en todo este proceso es el Judío. Son numerosos los estudiosos de la saeta defensores de un extraordinario parecido entre las Saetas Antiguas y los Cantos Sinagogales Medievales de los judíos españoles. Sinceramente, tal circunstancia puede tener su sentido al convivir los hebreos, intensamente, durante la dominación musulmana, con los mozárabes -portadores del ya mencionado Canto Visigótico o Mozárabe- estableciéndose entre ambos el inevitable intercambio de costumbres, formas culturales y musicales.
Como conclusión, en la actualidad todavía no se sabe con certeza el origen de la Saeta Antigua, y por ende de la Cuartelera, aunque una cosa queda fuera de toda duda: la madre engendradora del sistema causante del comportamiento musical de la Cuartelera es el Modo Dórico. A él he dedicado este artículo para que sepamos algo más de la joya musical que los pontanenses (los de Puente Genil) atesoran y disfrutan, cada Cuaresma y Semana Santa, en sus Cuarteles y Corporaciones; no olvidando, nunca, aquella premisa esgrimida por don Antonio Machado aplicable a la hora de abordar el estudio de cualquier manifestación cultural: “La pasión no quita conocimiento y el pensar ahonda el sentir”.

(Perico de la Paula nos envía este enlace donde se puede escuchar a cantaores extremeños cantando saetas. Agradecido).

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