2 de julio, 7:10 de la mañana de 1992, fallece José Monje Cruz “Camarón de la Isla”, veinte años después se
sigue echando en falta su quejío, el bramido tétrico de su cante
por siguiriyas.
Para buscar el cante de Camarón, hay que volver a épocas remotas de la Andalucía dolorosa y marginada; la Andalucía que, para eludir la ferocidad de la persecución, había tenido que ocultarse en las sombras de la clandestinidad, sin más consuelo a su desgracia que el grito desgarrado levantándose entre el clamor de los siglos.
Para buscar el cante de Camarón, hay que volver a épocas remotas de la Andalucía dolorosa y marginada; la Andalucía que, para eludir la ferocidad de la persecución, había tenido que ocultarse en las sombras de la clandestinidad, sin más consuelo a su desgracia que el grito desgarrado levantándose entre el clamor de los siglos.
No sé si acierto al decir, que el cante de Camarón de la Isla desgarrao doliente original desconcertante estaba construido por todos los elementos que configuraron un día la expresión del pueblo Andaluz. La tierra de la marginación y del hambre, de la muerte y del duelo.
Suyo, el milagro de congregar en su entorno a un público tan variopinto y disperso, reunidos en una misma identificación los últimos estamentos de una comunidad que es suma de civilizaciones, el estudiante el campesino el gitano de la fragua o mercadillo el viejo el joven rebelde sin causa, y el señorito aflamencado.
Unas líneas que le dedicó Félix
Grande con motivo de la muerte de cantaor, extraídas del libro
colectivo, A Camarón, editado por la Bienal de Sevilla de 1992:
"… cada cante de
Camarón fue un beso del artista en la boca de la desgracia. Por entre la
saliva de ese beso horroroso y maravilloso, lo escuchábamos horrorizados y
maravillados. Mientras oíamos esos cantes éramos momentáneamente inmortales.
Camarón decía su palabra rompiéndose, y esa fractura estañaba las
nuestras. Su desconsuelo era consolador. Su desesperación apaciguaba. La
infinita tristeza de su voz ponía en nuestros silencios la reparación del
sosiego…. Cada vez que lo recordemos volveremos a ser inmortales. Nos hemos
quedado un poco más solos de cuando siempre lo estuvimos, con unas cuantas
grabaciones en nuestras manos absortas. Camarón ha muerto y no ha muerto”.
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