Con una, esta de abajo, imagen fotográfica de Bernardo de los Lobitos, el poeta y escritor Luis Rosales trata, en su artículo "El cante y el destino andaluz" (revista Nueva Frontera; 1979), la importancia que en la formalización del flamenco tuvo el 'café del cante' (cafés cantantes, ópera flamenca, tablaos), "por el hecho de haberlo convertido en espectáculo... dándole algunas de sus condiciones intrínsecas".
Avala su teoría con cuatro razones. La primera, que los cantaores se convierten en profesionales, como consecuencia se alivian las fatigas económicas del cantaor y, a partir de entonces, "la conservación y transmisión del cante" recae en ellos (Rosales es sabedor que otros lo ven de distinta manera). La segunda, "el ritmo compuesto" que incorpora la guitarra a los cantes. La tercera, que al "enfrentarse con un público cada vez más numeroso y menos exigente, el cantaor se vio en la obligación de ampliar" su repertorio con otros estilos y formas musicales, innova. La cuarta, el baile, que sale al exterior de la reunión, de la fiesta familiar y crea bailes que no existían en cantes como las tonás o seguiriyas, llegando cante y baile a "un grado de compenetración extraordinario".
Bernardo de los Lobitos. |
En este cuarto punto se explaya sobre la función, dentro del cuadro flamenco, del cantaor (p'atrás, que se denomina), quien si bien tenía "una función animadora y auxiliar", restándole "esteticismo al cante, haciéndole más subalterno y expresivo, también le dio algo más": la de fundir el cante con el baile en su misma voz, en la manera de llevar el ritmo.
Explica Rosales: "En el baile, y ajustándose al mismo ritmo, cada cual puede llevar el cuerpo a su manera. Pues bien, al igual que quien baila lleva el cuerpo bailado, el cantaor debe llevar la voz bailada, con esa temblaera que una llama tiene en el aire". Lo cual le lleva a proponer que, "esta cualidad no es una invención artística, sino una consecuencia histórica: la voz bailada del cante lleva a cuestas toda la historia profesional del cante". Y esto, según Luis Rosales, "revela no sólo el
predominio de lo vital sobre lo artístico (en el flamenco), sino algo
aún más radical: que la misma vida del cante se ha transfundido en él, haciéndole a su imagen y semejanza". Y es que el flamenco es, "ante todo y sobre todo un existencial, es decir, un elemento constituyente de nuestra vida en tres sentidos complementarios: el cante considerado como acompañamiento o contrapunto de una situación vital, el cante considerado como exaltación de una situación vital y el cante considerado como elemento indispensable y formalizador de una experiencia".
Chano Lobato, uno de los grandes cantaores p'atrás. |
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