sábado, 1 de septiembre de 2012

Vicente Escudero se 'muestra' en la Bienal

La abultada, 'monstruosa' programación de la 17 edición de la Bienal de Sevilla, que se inaugura este lunes para concluir el último día del mes de septiembre, no sólo ofrece una variada oferta de recitales y espectáculos flamencos repartidos, a diario, por la capital sevillana (78 funciones programadas), también conferencias, proyecciones, presentaciones de libros o exposiciones.
Y entre éstas, una incorporación de última hora, Líneas en libertad, dedicada a Vicente Escudero. Una muestra con cuadros por él pintados (56) y diversos objetos personales, todos pertenecientes a la colección de José de la Vega.
Vicente Escudero fotografiado por Grey Villet, 1955.

Entre esos objetos de la exposición se citan unas "castañuelas metálicas", de las que el propio Escudero habla en el primer capítulo de su libro, Mi baile, dedicado, como todo el libro, a Antonia Mercé 'Argentina', bailaora, bailarina a la que admiró, y defendió en todo momento como cuenta al recordar la rivalidad existente, en la época, entre ella y Ana Pawlova.

"Alguien dijo un día:
-Ana Pawlova es, sin duda, la bailarina del siglo.
-Y 'Argentina' la de todos los siglos -repliqué yo-. Ana Pawlova -continué-, cuando baila, da la impresión de que no se posa sobre la impureza del tablado. Es como un pájaro en el aire, como una estatua griega en un pedestal invisible. Antonia Mercé tampoco roza la tierra, ni abandona el vuelo, pero sabe arrancar, milagrosamente, a la una, torrentes de sonidos rítmicos, y con el otro, prende en el aire vibraciones maravillosas. Por eso el arte de mi compatriota no tiene semejanza".

Aunque mantuvo una relación "como el perro y el gato" con la genial artista, "siempre estuvimos de acuerdo, a pesar de que nuestras tendencias eran completamente opuestas. Ella era muy disciplinada y estudiosa: trabajaba las veinticuatro horas del día si era necesario. Yo, indisciplinado y bohemio, estudiando a ratos".


A raíz de interesarse sobre el arte, "su genialidad", con los 'palillos', que le valiera el título de 'Reina de las castañuelas', Escudero también quiso encontrar el secreto sobre, "¿cómo se las compone para arrancarle sonidos tan diferentes a esos dos 'cachitos' de madera? Parece usted un prestidigitador que, constantemente, está cogiendo en el aire castañuelas distintas, sin que nadie sepa de dónde las saca".
Después de "mis experimentos" sin éxito con los 'cachitos de madera', "cambié de táctica. Por medio de un amigo logré que en una fundición me hiciesen unas castañuelas en hierro, otras en bronce y otras en aluminio. En éstas sí que influían todos los factores: el hueco, el agujero, el peso. Tuvimos que hacer infinidad de pruebas, pero al fin, a fuerza de paciencia y dinero, conseguimos unas que sonaban bien.
"Las estrené en un concierto en la sala Pleyel de París, y no quiero decir lo que dieron de hablar en todos los medios artísticos -cuando se enteró 'Argentina', "decía a todo el mundo que sólo un loco podría haber tenido una idea semejante. Sin saber que había sido ella la causante de mi enfermedad"-. Aquí, en España, muchas personas las recuerdan, y me preguntan por qué no las toco ya. La única razón es que las perdí juntamente con un baúl, a causa de estas guerras, y la extraordinaria dificultad para conseguir otras".

Un nuevo encontronazo entre los dos temperamentos artísticos, zanjado por Mercé con "un portazo que rompió los cristales de la parte superior de la puerta", lleva a Escudero a pensar en "bailar un día con unas castañuelas de cristal, y romperlas en el golpe final (aunque me corte), reconstituyendo en su recuerdo aquellos añicos de vidrio que nos tuvieron separados tanto tiempo".
Amor brujo (V. Escudero).

Pasarían cuatro años hasta volver a reconciliarse, fue representando el Amor Brujo un marzo de 1936, en Nueva York. Pocos meses después Escudero se enteraba de la muerte de Antonia Mercé 'Argentina', "la excelente amiga... mi mayor estímulo artístico".

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