El lleno era previsible para el recital de José Enrique Morente el pasado jueves en el Paraninfo de la Universidad de Derecho de Valladolid; no tanto porque quedaran fuera del recinto tantas personas como entraron, doscientas. El apellido y el precio -1 euro- debieron hacer posible tal expectación en el último concierto de 'Flamencos en Ruta', que en su quinta edición ha vuelto a gustar e interesar a aficionad@s e interesad@s al flamenco, como expresaban los comentarios sobre los dos recitales anteriores de Cristina Soler y Ariadna Castellanos.
También interesó José Enrique, aunque suscitara al finalizar otro tipo de comentarios entre los asistentes, incluida la 'rápida' toma de posición a favor/en contra del joven cantaor, ¿como sucedía con su padre?.
De hijo del cantaor, del artista Enrique Morente se percibió a José Enrique en su primera visita, como así lo expresó, a la tierra de su abuelo materno, Pepe Montoyita. Sonó el Picasso en Málaga; el "Aleluya", del Omega; en general, eran formas de hacer los cantes en la línea de su padre. Hasta el final del concierto fue el mismo que escenificaba su padre: José Enrique y sus acompañantes, de pie, juntos en el centro del escenario, por martinetes (Enrique Amaya, guitarra; Pedro Gabarre 'Popó', cajón; y un invitado que se trajo de Granada, el tocaor Rubén Campos).
La impresión es que José Enrique asume, con hondo respeto, el estilo y concepto artístico de su padre (búsqueda de una estética contemporánea del flamenco); con un saber estar sobre el escenario que transmite seguridad, y eso que no se ha prodigado mucho en solitario.
A diferencia de su padre, criado en el flamenco para después ir hacia otros sonidos; en José Enrique se intuye un equilibrio entre el flamenco, por venirle de familia, y otros sonidos, por edad. Cante y canción, cantaor y cantante conviven, alternan, se funden en él con naturalidad. José Enrique se puede presentar tanto ante los flamencos como ante un público de corte pop, 'indie'-alternativo o de cantautor con igual solvencia (a veces, recordaba a Javier Rubial, cantautor singular, andaluz, dentro de esta categoría de intérpretes). Siempre desde el flamenco, tal y como lo expresaba, representaba su padre -"!Gloria al maestro Enrique Morente!", se dijo desde el público, tras el primer cante-, y ahora él, su hijo.
Una hora de recital, con un intermedio para el lucimiento de sus acompañantes, que deparó momentos bellos, momentos cargados de sentimiento, y de matices; otros, de extrañeza o desconexión con su hacer. No de falta de interés, al menos por nuestra parte, cada vez más pacientes, comprensivos con aquello que no se ajusta a nuestras preferencias; e interesados, igualmente, en saber hacia dónde se dirigirá José Enrique Morente, extensible al momento actual del flamenco.
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