(Prosigue el artículo enviado por Pedro Sanz profundizando en un tema que sigue de actualidad en todos los estamentos y protagonistas del mundo flamenco: ¿cuál es el papel de los gitanos en este asunto de la pureza?; ¿qué queremos decir con la frase 'el cante está hecho'?...).
"La expresión
cantar puro como sinónimo de cantar gitano la hemos escuchado en muchas grabaciones flamencas del primer cuarto del siglo XX. También la hemos leído muchas veces.
¿Por qué? Porque los gitanos, como capa marginal de la sociedad, históricamente
han preservado sus raíces, sus quehaceres y cultura más que otros. Además de
una obligación, para muchos de ellos, durante años, fue una necesidad de
supervivencia y con el tiempo una de sus muy pocas alternativas de
supervivencia.
De ahí que
existan dos formas, dos grandes conceptos, claramente diferenciados dentro de
lo que entendemos como flamenco. Ambas formas de expresar el cante están
implicadas, fundamentalmente, dentro de unos modos de vida, de unas culturas
provocadas y sometidas a unos poderes históricamente establecidos. O sea, esa
cultura nuestra ni se da, ni nace al margen de otras culturas y de otros
parámetros.
La cultura dominante es la cultura de la clase dominante. Analizando esta afirmación dentro de un contexto histórico podemos decir, en el caso que nos ocupa, que la cultura dominante deviene de una etnia distinta de los gitanos, los marginados, o sea, las de las clases más pudientes.
La cultura dominante es la cultura de la clase dominante. Analizando esta afirmación dentro de un contexto histórico podemos decir, en el caso que nos ocupa, que la cultura dominante deviene de una etnia distinta de los gitanos, los marginados, o sea, las de las clases más pudientes.
Pedro el Morato (1890). |
Esos cantos
o cantes, dentro de ese contexto social, en los gitanos, los marginados etc. y
por dejación en gran medida del poder del marco social pudiente, se tornan
formas de culturas en ellos. Tan así es, que la cultura flamenca nunca fue, ni
tan siquiera hoy lo es, bastión de la cultura de la clase dominante, y por
tanto no es cultura dominante, sólo es cultura de muchos miles de personas,
gitanos y no gitanos, lo que contrasta con la música clásica, que siendo
también de una minoría, recibió apoyos más que logísticos del poder y por ende
forma parte de la cultura de la clase dominante.
En cierto
modo, esto es extrapolable a la pintura y otras artes. Muchos fueron los
pintores que dejaron huellas de la realeza, y pocos los artistas de flamenco
que cantaron en la Corte;
pero compartir con la aristocracia y la burguesía su cultura, nada de nada, mas
ello, eso de cantarle al rey no se dio hasta el comienzo del siglo XX, y por supuesto, sin el encaje y
presentación social de esas otras manifestaciones líricas. Estas relaciones de
clase, por su origen y desarrollo también son extremadamente clarificadoras.
La clase
dominante, la burguesía, la aristocracia y el clero no sólo no prestaron su
apoyo histórico a esta lírica popular sino que la combatió durante siglos hasta
su propio germen. De otra forma cómo se entiende la carencia de datos, de
pasajes, etc., cuando casi todos, en tanto que aficionados, compartimos que las
raíces del flamenco se entroncan en el siglo XVIII, o sea, casi ayer, a
diferencia con otras manifestaciones artísticas y culturales de la época, de
las que sí tenemos bastantes referentes históricos.
Es más,
quienes pudieron dejar escritas esas historias y pasajes, no lo hicieron, ¿por
qué?, porque esa cultura era repudiada, no formaba parte del acervo de la clase
dominante, solamente de pequeñas capas marginales de la sociedad de esos
tiempos. Esto explica la importancia de la fuente oral y el tan cacareado y
criticado hermetismo.
Enrique el Gordo (1880). |
Los primeros
que escribieron sobre el flamenco, viajeros o escritores, no ofrecieron más de
tres pasajes cuando el siglo XIX había sobrepasado su ecuador. La mayoría de
estos, curiosamente eran extranjeros.
Posiblemente
no haya muchos ejemplos en el mundo de civilizaciones muy diversas no
hayan dejado vestigios de su cultura, por milenarias que estas sean. A lo largo
y ancho de los siglos siempre la investigación ha encontrado huellas que nos
remiten a diferentes formas de expresión. Esto se ha manifestado con alguna
frecuencia el mundo de la pintura o en
el ámbito de la antropología. Al flamenco tuvieron que venir no pocos viajeros
e investigadores para narrar una parte importante de sus primeras páginas. Pero
ello fue a partir de la segunda mitad del siglo diecinueve
A muchos de
ellos, su impronta de bohemio y sensibilidad, les llevó a juntarse con los
primitivos intérpretes. Con el tiempo son contados con los dedos de una mano
los intelectuales y escritores que buceando en los maravillosos océanos de
nuestra música del sur percibieron los encantos de este tesoro artístico.
Tuvo que
pasar un siglo y muchos años para que esta cultura tan genuina se alzara en
victoria. Por ése y no otro motivo se perdió para la historia una imagen más
precisa de muchísimos personajes e intérpretes, y con ello, un conocimiento más
extenso y profundo de lo que éstos cantaron y de las paternidad de muchos
cantes. Esto último no es achacable a la tardía aparición del fonógrafo.
No nos valen
del todo sólo esos cuatro pasajes recogidos en algunos textos antiguos, aunque
lo agradecemos infinitamente. La prueba es que, a distancia de casi un siglo y
medio de esos alumbramientos, apenas
podemos establecer consensos válidos que tengan cierto rigor ¿Cómo cantaba El Nitri? Obviamente diremos que no lo
sabemos, entonces no se puede afirmar, sin más datos, que Antonio Mairena cantó la siguiriya del Nitri, o Matrona la
soleá de Paquirrí y el Polo de Tobalo, y así, un largo etcétera de
cantes.
Estas y
otras muchas afirmaciones, tal vez cogidas con alfileres, aunque no garanticen
consensos válidos, sirven al menos para entendernos hoy. Pero lo cierto es que
la distancia es tan grande que tanto Matrona como Mairena, forzosamente, se
alejaron de esos patrones, aún cuando conserven algunos hilos conductores a ese
ayer lejano. Por ello, convengamos en aceptar que esos cantes conservan en gran
medida la pureza de un pasado ya nada remoto.
Pienso que
el cúmulo de pasajes fue mucho más rico que las cuatro citas y media narradas
por escritores y costumbristas. Creo estar convencido de que en el siglo
dieciocho, posiblemente, ya existían primitivas formas flamencas. Por aquellos
entonces no pocos juglares gitanos y no gitanos adobaban formas líricas de
expresión basadas en el folklore popular de la época, o sea, extraídos de
cancioncillas, de viejos romances, villancicos y jaleos.
Muchos
fueron los gitanos y no gitanos, por sus formas de vida marginal, que le dieron
calor y cuerpo a esos cantos primitivos, a ese folklore tradicional. Esos
pasajes y vivencias acumuladas terminaron conformando, históricamente, lo que
ha llegado de forma oral hasta nuestros días. En esos tiempos la pureza de
nuestros cantos tuvo que ser correspondida con las señas de identidad del
folklore de la época, y la perfección, su dimensión más majestuosa.
El Loco y Loca Mateo, Paco el de Lucena, Josefina la Pitraca (1900). |
Volvamos a
la expresión el cante está hecho.
Está hecho así. La soleá también está hecha ¿Quiere esto decir qué todo aquél
que interprete la soleá apartándose de este modelo, se aleja de su pureza? Creo
que sí, ya que supone una modificación sustantiva de los modelos establecidos.
No obstante
ocurre que, con los años, lo convenido es transformable. A partir de entonces,
pues, es posible que la soleá tenga más tercios, mejor dicho una variante de la
soleá, sin embargo, más versos no, porque ello rompería el modelo y la
estructura de ese cante. Conviene precisar que cuando a este cante se le han
añadido otros versos, más que una alteración del cante lo que se ha hecho es un
complemento del mensaje del mismo, pero nunca un engrandecimiento. En la estructura
poética de la soleá, siempre, en sus dos últimos versos, estará la conclusión
del mensaje o fondo de la trama. Eso es inalterable.
Pureza
también es respetar los modelos de la estructura de los cantes. Las nuevas
formaciones de cantes, o generan modelos propios o se sujetan a los ya
establecidos. La creación de unos modelos conlleva la formación de nuevas
estructuras musicales. Se amparen éstos en la métrica o en las medidas
establecidas de los compases ya existentes. Aunque eso es lo difícil, lo casi
imposible, no queda otro camino.
Estudiosos,
investigadores, flamencólogos, artistas etc., han afirmado no pocas veces que el cante está
hecho, pero lo que nunca hemos dejado entrever es negar su desarrollo y
evolución, sino todo lo contrario. Una cuestión es la evolución del mundo y
otra es creer que el mundo no está hecho. Habrá que mejorarlo, pero el mundo
está hecho, y bien hecho, pese a nuestras desventuras, calamidades y
sufrimientos.
Otra
cuestión importante a tener en cuenta son los matices, los referentes de las geografías
flamencas, las cadencias. Cantar puro hemos dicho que no significa sometimiento
a las formas primitivas, pero sí a los perfumes del terruño. Estos cobran gran
relevancia. Los flamencos lo denominan con distintos nombres, “el aire“, “el
aroma”, “soniquete” o “dejillo” como se dice en Jerez, Sevilla y Huelva. Este
fenómeno se da en todos los cantes flamencos, de ahí también la extensa
variedad estilística de los distintos cantes.
Muchas veces
hemos oído esta expresión “pa cantar por Huelva hay que nacer allí”.
Aunque sea exagerada la expresión, sin embargo tiene mucho de verdad. Las
bulerías, tanto en Jerez como en Lebrija, o en Utrera o Cádiz, tienen
diferencias importantes en los ritmos, en las cadencias, en los matices. Por
ello sí se hacen los cantes de Lebrija, el sonar o no a Lebrija, no es una
cuestión baladí, sino importante. Cada cante, incluso cada estilo y cada
geografía generan cadencias y aires diferentes. Las cadencias y encadenamientos
de los tercios, sus modos melódicos, los que marcan una etapa en la evolución
del discurso musical, muestran los matices y las formas de armonizar los
diversos sones y, la no sujeción a estas consideraciones altera la pureza de
los cantes.
Hoy, con el
desarrollo de los medios de comunicación, se ha provocado una confluencia de
matices que a veces niegan las singularidades de no pocas formas flamencas. Así
ocurre con esos aires y matices tan singulares, que se van mezclando, que se
van perdiendo, verbigracia, los artistas de Jaén al cantar por cantiñas, los de
Sevilla al hacerlo por tarantas, los de Málaga con los cantes de Huelva y los
de Cádiz con los cantes del Piyayo. Sin duda, todavía, esas diferencias en los
aires se aprecian, pero también es cierto que muchas confluencias han provocado
ciertos híbridos. Estos se están dando con mucha frecuencia en las alegrías,
donde las cadencias y los ritmos son alterados de forma alarmante. ¿Eso es
bueno? Estimo que bueno no es, tampoco es que sea malo, pero francamente, no es
deseable que se pierdan esos aires tan singulares y diversos a la vez".
Cuando se habla del cante, se debe de tener en cuenta, sobre todo en el flamenco la gran importancia a la incorporación de la guitarra, como instrumento de acompañamiento, sin ella el flamenco, dudo mucho que hubiera llegado a ser lo que es.Anteriormente los instrumentos que se usaban para acompañar al cantante o cantaor en este caso, no sirvieron para este menester. Es pues ,la guitarra la que determina mediante su música, la estructura de los estilos, los compases y la clave rítmica a usar, dando a cada estilo su forma y personalidad, por lo que al tiempo que evoluciona su música, también evoluciona el cante.Sirva como ejemplo el empleo de la cejilla, antes de su uso,los cantaores se tenían que adaptarse al toque, por "Arriba y por "Medio" y poco más.Lo importante del flamenco, es que permite al interprete crear y manifestarse con libertad, para poder transmitir sus sentimientos, tanto en el cante,baile y toque. sería muy monótono cantar siempre y de la misma forma una solea, o un fandango o seguiriya. Esta es la grandeza del Flamenco, cada vez que un interprete, aunque repita el mismo estilo, siempre lo varia dependiendo, del estado anímico, el lugar y el momento, unas lo mejora y otras lo empobrece o lo engrandece, y cada lugar tiene su soniquete.
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