jueves, 13 de agosto de 2015

Israel Galván y Farruquito si bailaran juntos ¿qué baile harían? (I)

¿Se imaginan a Farruquito e Israel Galván sobre un mismo escenario? ¿Qué baile, qué coreografía saldría?
Esta posibilidad surge al leer el libro El bailaor de soledades, una reflexión-indagación de GeorgesDidi-Huberman sobre el baile de Galván, motivada tras ver el espectáculo Arena, en distintas ocasiones y distintos escenarios (Teatro de la Maestranza, Sevilla 2004; Marsella y Arles, 2005).


Didi-Huberman aborda el baile del bailaor con un lenguaje muy propio de los pensadores franceses postmodernos, constructivistas o deconstructivistas o como se llamen ahora. Lo cual hace que su lectura sea reposada o ‘lenta’ para quienes no están/estamos acostumbrados.
Aún así, como en las películas, lo importante es el fluir, en este caso de las palabras, y atrapar ideas, ser asaltado por ellas, reconocer otras, algunas; detenerse en ellas… E ideas hay muchas en el libro, casi todas relacionadas con la danza, el arte, para así entrar más en el baile del bailaor. También se habla mucho de toros, de la tauromaquia.

Dice Didi-Huberman que el baile de Israel Galván convoca “una nueva memoria, para un nuevo futuro del arte”, que “nunca es nostálgico, ni renacimiento de alguna edad de oro”, que “toda la modernidad de su baile nace de interpretar la técnica tradicional del baile flamenco y no de las formas de la danza calificada de contemporánea”. Un baile que representa ante “una audiencia maravillada, escandalizada, privada de juicio”.



“Humildad, laconismo, temeridad inocente”, ve el francés en un bailaor que “baila con una soledad como si para él fuera una soledad compañera, o sea, compleja, poblada de imágenes, sueños, fantasmas, memoria”. Baila sus soledades, “creando una multiplicidad de un género nuevo, una multiplicidad muy singular con un solo cuerpo (bailo con-para mis soledades que es el público y mis parejas de baile; no para otras miradas)… bailar solo-con, que constituye básicamente, creo, el arte de bailar flamenco”. Israel Galván “baila para ser varios”.

El bailaor, su baile, “no se muestra, aparece, deja que surjan destellos de su inmensa ciencia corporal y de su energía psíquica, tan misteriosa… Su cuerpo no está ‘cuidado’ como el del bailaor profesional. No es un cuerpo preocupado de sí mismo, por lo menos a primera vista. No pretende corregir sus defectos. Acepta su singularidad… La elegancia está en el acto y no en el aparecer”.

Bellas reflexiones, inquietantes también por sorprendentes o no pensadas. “Perderse en el espacio y el tiempo de los movimientos producidos… estar fuera de las cosas, producir tiempo…”.

Utiliza Didi-Huberman el término “despersonalizarse” para referirse al cambio que se produce en el baile de Galván, el que va de hacer un baile, digamos, tradicional, el que siguen prácticamente todos los bailaores, al baile por el que es reconocido, el que viene haciendo, hasta ahora.

Vicente Escudero utilizaba la expresión “desenterarse” para señalar el cambio que se produjo en su baile. Ya estaba completamente enterao del baile flamenco que se hacía por entonces, en su tiempo, y que concluyó al encontrarse con el “extraordinario bailaor que hizo de mí un enterao: Antonio Bilbao; a su lado aprendí todo lo que el flamenco tiene de misterio”.
Desenterarse, “hasta casi olvidar las normas clásicas, de las que al principio me costó gran trabajo desatarme. Pero no hay mal que por bien no venga. Una vez habituado  de nuevo a bailar, con libertad absoluta, con la técnica que ya tenía y mi intuitivo espíritu de renovación, notaba una mayor facilidad para improvisar gestos, actitudes, movimientos (…) No se crea por todo lo dicho que yo desprecio a los enteraos, sino, por el contrario, creo que es necesario estarlo o haberlo estado. Pero siempre hay que estar también dispuestos para soltar las amarras en el momento oportuno, que ahí es donde estriba el laberinto”, contaba el bailaor vallisoletano en su libro, Mi baile.


Detenemos aquí este acercamiento al baile de Israel Galván y dejamos para otra entrada el baile de Farruquito (y hablaremos de toros ¿con qué toreo relacionar el baile del nieto de Farruco?). Tanto un bailaor como otro se presentan como dos focos que brillan con especial singularidad en el mundo del flamenco. Y nos hacen imaginar, y cuando se imagina nada se cierra.

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