Con el fin de que se me redujera un tanto el nivel de acidez espiritual que
me producen esos llamados Papeles de Panamá y otros pelillos que no quiero
especificar, ayer viernes, me llevaron al Teatro Zorrilla a escuchar de nuevo a
un cantaor de mi preferencia, Enrique Lozano “El Pescao”, gitano de Palencia que
canta lo suyo con una personalidad que ya quisieran otros.
Pues sí, en aquella Sala Experimental Fernando Urdiales, llena hasta la
bandera, oyes, nos pusimos a escuchar al Persa, a la sonanta, y al maestro con
su cante rajao, y de esa actuación vienen estas reflexiones que daremos en
llamar crónica flamenca.
Por alguna extraña, y desconocida, o no tanto, razón, cuando un cantaor
canta por fandangos, termina por acordarse de Manolo Caracol, y a uno le parece muy bien. Éste fue el caso del
Pescao, que se acordó del maestro. Y aquí viene una pequeña aclaración, que
este cronista hace porque quiere, no por darse aires de erudición. Y es como
sigue: cuando Manolo Caracol, en el
Romance de Juan de Osuna, canta aquello de que a las dos de la mañana lo vienen
a buscar tres pares de ojitos negros, en bellísima metáfora, a lo mejor mucha
gente no sabe que está diciendo que lo vienen a buscar tres guardias civiles.
Quiero decir con esto, otra cosa es que lo logre, que el Flamenco tiene su
propio lenguaje, y lo entiendes o no lo entiendes. Si no lo entiendes, no pasa
nada grave, pero te pierdes algo. Y también digo, una vez más, que el
cante gitano no es un folclore, es una cultura. Bien lo vimos anoche
escuchando el cante del Pescao, llevando como lleva el cante por donde cree
conveniente. Le dije después de la actuación que nunca está, cantando, donde se
le espera. Me dijo, es que yo lo doy todo cantando. Por eso pone el
cante, los tonos, digo, en Jerez de la Fontaneida, en el Indostán, en Palencia
o no sé donde, pero como canta el Pescao,
no canta cualquiera. Si tú vas a escucharlo, le escucharás a él, no a otros,
como si lees esta crónica, es la que hace el cronista, no otros. Ambas cosas,
son como las hacen los hombres.
El Pescao tiene su propio lenguaje, como
tiene su propio modo de enfadarse con los tercios donde requiere su esfuerzo.
Por eso a la Petenera, amén de reírse de aquello del mal fario, él la bautiza
como la Pertenencia, y a uno le gusta
este modo genial de exteriorizar la diferencia. Él canta a su manera, y se
nota.
Un momento del recital. Foto Fernando Fuentes. |
Vayamos con el concierto, organizado por la Tertulia Flamenca de la
Biblioteca de Castilla y León y el periódico Último cero, con el apoyo, como
ya fue dicho, de la gente del Café del Zorrilla. Consciente de la responsabilidad que
significa el que esa actuación, y la de hoy, sábado, serán grabadas para
impresionar en un disco, el cantaor salió un tanto solemne por Malagueñas de Chacón donde se percibía cierto eco de
Granaínas. Muy bien, cantó despacio y sin dar gritos, pues el cantaor sabe que
los presentes no teníamos cera en los oídos.
Apoyado por la guitarra del Persa fue haciendo sus cantes, esa
soleá grande de Triana, que él, muy acertadamente, calificó de ‘Muy Complicada’,
esa seguiriya de Manuel Torre (Pedro Sanz me discreteó al oído que
estaba haciendo los cantes de los Caganchos, y yo dije sí con la cabeza)
rematada con un martinete que dejó en silencio toda la sala, oiga, un silencio
que, como al cantaor le gusta subvertir los significados, yo osaré calificar de
silencio administrativo. Nos dejó admirados. Cantó otros palos, claro que cantó
otros palos, y dijo cosas, claro que dijo cosas: el cante no lo hago yo, lo
hace la gente cuando escucha. Y uno, escritor al cabo, está muy de acuerdo con el Pescao, pues al fin sabe que los
libros los terminan de escribir los lectores. Y no hay más.
El Pescao es un cantaor
heterodoxo, y al que le guste bien, y al que no que le eche azúcar, será por
cantaores: como dijo muy bien dicho José
Mercé, en España hay más cantaores que albañiles. Pero esta heterodoxia,
junto con los experimentos modernos, lo tiene afirmado el cantaor, están bien
si hay cantaor: el que quiera entenderlo, no tiene más que escuchar.
Finalmente, que a este cronista le gusta el Pescao, es indudable. Gitano, canta a la tierra, qué bonito eso
de los mares de trigo de Castilla, sus gentes de cuerpo duro, pero de alma
blanca. Como para no quererle. Gracias, Enrique Lozano, anoche conseguiste
hacerme olvidar este país encanallado de ministros con fondos
en Panamá (que yo no sé ni dónde queda) y ladrones profesionales bien vestidos
de traje azul y corbata. Cada día me gustan más los que van en mangas de
camisa.
Miguel Ángel Galguera
(Incluimos esta crónica bajo el epígrafe que utilizamos cuando tratamos, contamos lo sucedido en las citas de la Tertulia Flamenca, de la Biblioteca Pública de Valladolid. Y es que la Tertulia decidió hacer coincidir su cita mensual con el primer recital del Pescao, y además porque la Tertulia se implicó en la preparación de este evento, cuyo objetivo es servir de grabación del próximo disco del cantaor palentino -de paso añadir que la próxima y penúltima cita tendrá como invitado a Alfredo Grimaldos, el 27 de mayo, y como Grimaldos también estará en las Jornadas Flamencas de esta ciudad aprovechar para señalar un cambio en el programa que avanzamos el otro día, el guitarrista Jesús Guerrero sustituirá a Miguel Salado en el recital de Rafael de Utrera-. El texto del amigo Miguel era tanto una petición de este blog, con el que ha colaborado en otras ocasiones -ver en etiquetas: galguera- como del periódico digital último cero, donde apareció previamente, y es que la prensa tiene que informar pronto de los acontecimientos. Por último decir que nos parece una crónica excelente, con cuya visión se estará de acuerdo o no, pero es un placer leerla).
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