Con anterioridad a la etapa de los cafés
cantantes (1860-1920), hubo otra menos conocida (1788-1860), que se desarrolló en ventas, posadas y mesones que pululaban
por los caminos andaluces.
El flamenco sale de la intimidad de la
familia y empieza a darse a conocer. Comienzan
a configurarse los palos más primitivos -“romance,
el polo, la caña, tonás, serranas, rondeña, fandangos y seguidillas-; paralelamente
aparecen nombres tan importantes en el flamenco como Tío Luis de la Juliana, El Planeta, El Fillo, La Petenera, Tóbalo,
Frasco el Colorao...
Fue en estos espacios donde el cante, baile y toque empieza a fluir entre viajeros, tratantes,
gañanes, carromateros, buscavidas, vagabundos, militares, etc. Lugares donde rezuma un trasfondo social de realidad
de las gentes más humildes; de buscarse la vida, de compartirla, de cantarla. Constituían
la voz de un pueblo, que escenificaba, cantando y bailando, sentimientos,
experiencias y anhelos en la más absoluta intimidad.
Rememorar aquellas fiestas o juergas improvisadas del último tercio del siglo XVIII,
que contribuyeron a dar a conocer y expandir el flamenco como el
arte del pueblo -como le bautizaron muchos escritores y poetas del S.
XIX y XX-, es la razón de ser de la trasnoche
flamenca.
Este tipo de juergas íntimas eran frecuentadas por todo tipo de personajes, algunos
poco o nada recomendables. Se creaba un ambiente íntimo con la compañía de una
jarra de vino; se conversaba, se discutía, se hacíaa nuevos amigos de distintas
condiciones sociales y se escuchaba el cante, el toque y el baile. Son noches
donde la presencia de los duendes se nota, se siente, hasta comparte mesa.
Este
tipo de reunión improvisada
contribuía para relajar tensiones y olvidarse por un rato de los problemas (tan
necesarios en los tiempos que nos toca vivir), donde la solidaridad en el
flamenco era el bien más apreciado. Como dijo Manolito el de María: el flamenco es la música más democrática
que existe, a todos nos une y nos atrapa. Un mismo interés sin
distinción social, política o religiosa, en un arte que se gestó, nació y
desarrolló en el “barranco de la marginación”.
La
trasnoche flamenca no es un espectáculo más ni pretende serlo, busca
convertirse en un espacio abierto, donde se den cita los aficionados más
cabales con los que no lo son tanto; los interesados por este arte, con los que
no pueden asistir a los espectáculos programados por incompatibilidad laboral, pueden
disfrutar de una velada teniendo como testigo la noche, donde los duendes, por muy despistados que estén,
siempre hacen acto de presencia, y encontrarse cara a cara y por derecho con
los cantes de madrugá.
Para
esta primer trasnoche se ha contado con la presencia del cantaor José Carpio “Mijita”, de la Plazuela de
Jerez de la Frontera, donde las calles están
“preñadas” de soleás y siguiriyas, y perteneciente a
una “estirpe” de artistas, los
Carpio-Fernández. ‘Mijita’ estará acompañado por la guitarra de jerezano Antonio Higuero.
(El
acto contara con la asistencia de artistas que han participado en las 13
Jornadas Flamencas ‘Ciudad de Valladolid’, y aficionados llegados de otras
provincias.).
Lugar
de realización: sábado, día 11. 22.30h. Patio del LAVA. Entrada: 10
euros.
Pedro Sanz, coordinador y fundador de las Jornadas Flamencas.
No pude asistir a la trasnoche flamenca, solo deseo que fuera mejor que el encuentro del pincho flamenco del jueves 9 a las
ResponderEliminar14 hs. en el restaurante.Me reservo la opinión. Un saludo cordial
Sin duda que fue mejor. El "desastre" del pincho (entrecomillado del propio Pedro) habrá que comentarlo. Saludos, Luis
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