domingo, 25 de junio de 2017

Atracción por el flamenco. Quique Miralles: "Cuando llegué a Jerez" (y 3)

"En el 99 me fui a Jerez; pido la excedencia; estoy allí tres años, haciendo de padre y amo de casa. Jerez es la hostia. Jerez es donde está vivo el flamenco, no en los escenarios, sino en las familias, en los barrios".

Así de bien dibuja Quique.

Entre los puntos previamente anotados para abordar en la conversación con Quique, aparte de la Tertulia, sus inicios, figuraba éste: Jerez de la Frontera, al que no ha dejado de volver desde finales del siglo pasado, adonde llegó con su bagaje flamenco hecho en Valladolid.
"Cuando fui para allá estaban vivos todos; estaba el Rubichi, Manuel Soto, El Torta... Cuando llegué yo acababa de morir Luis de la Pica, y llamaba la atención la demostración de cariño que se le hizo al morir, aparte de estar su foto en todos los bares. No he visto un reconocimiento a nadie como se le hizo a él.
Despertó mi curiosidad. Yo no le había escuchado, ni sabía quien era. Creo que lo primero que llegó aquí (Valladolid) lo traje yo, una grabación, que es casi lo mismo que sacó (Alfredo) Grimaldos en El duende taciturno.


"Llegar a Jerez no es encontrarte con el flamenco, tal y como se cree. Igual allí que aquí, que en todos los lados, el flamenco es de una minoría de gente; de gente que lo vive en las familias, en un ámbito privado. La mayoría de la gente de Jerez no escucha flamenco.
Cuando llegué allí empezaba la temporada de las Peñas, los fines de semana, y allí me iba. Actuaciones gratuitas, a-bier-tas, y te encontrabas con Manuel Moneo, los Mijita, la Dolores Agujeta, El Torta, vamos, que escuchas lo mejor. Manuel Moneo con su familia en la Peña Fernando Terremoto, detrás del Volapié, en el barrio de la Asunción, donde vivían ellos.
En esos años íbamos, yo, cuatro o cinco japoneses de los que están instalados en Jerez, una canadiense que también andaba por ahí y, a lo mejor, algún guiri más y los cuatro de la peña. Peñas hay muchas, cada una con un grupo reducido de gente. El que iba a todas era Antonio Agujetas, que por aquel entonces acababa de salir de la cárcel y le había cogido el guitarrista este, no recuerdo su nombre, uno que tiene vocación de ayudar a los convictos y drogadictos, y había puesto a estudiar a Antonio.


"Es lo que tiene Jerez, que son cantaores cortitos. A mí antes me gustaba todo y cada vez me gustan menos cosas; del flamenco con cinco palos me vale. Como los que canta Manuel de los Santos Agujetas ¿qué más quieres cantar? cantes por seguiriyas, por soleás, bulerías por soleá, hacer unos fandangos, unos tangos tientos, malagueñas, bulerías y se acabó. No quiero más. Que están muy bien la caña, el mirabrás y demás, son documentos, curiosidades.
Y estos cinco o seis palos están vivos, allí, y no sólo por todos estos cantaores que te he dicho. Estaba El Monea, el primero que te encontrabas cuando ibas a la Peña la Bulería. El Monea era primo carnal de Agujetas, hermano de Rubichi, era pequeñito, tenía una novia noruega, yo le he visto hablar con su suegra y cantarle soleares por teléfono. No tenía un duro, estaba todo el día en la calle; era muy salao, no tenía una gran voz; iba de palmero de su hermano, pero cuando se ponía a cantar era la hostia.
Otro como éste, con el que aluciné en El Pasaje, un tabanco muy pequeño, El Chusco, un personaje en Jerez, que ha estado de palmero de unos y de otros; y él se lo canta y se lo toca. Y te encuentras en el tabanco con ese hombre por la mañana y sales a las nueve de la tarde. Es uno de esos personajes que viven el flamenco, no lo aprenden.
El flamenco, allí, está vivo porque está vivo fuera de los escenarios. Las mujeres del barrio Santiago, de San Miguel, que aparecen sólo cuando, a lo mejor, es la Fiesta de la Bulería, y son el cuadro de la peña de no sé qué, y flipas.
Recuerdo cuando fui, haber visto a Juanillorro, por ejemplo, que salía de palmero y al final se pegaba una pataíta, porque era muy salao".


Quique tiene su propia idea, su propia opinión y preferencias también sobre el flamenco. En particular: "Me gusta un determinado flamenco que tiene un componente de clase, de clase jodida, lo cante con más o menos conciencia. Pasa como con el jazz, que hay un componente de clase. No me gusta el flamenco bonito, efectista. Para cantar flamenco, no sé quien lo decía, hay que ser feo y tener la voz rota... Pues, sí. Ahí está El Chozas, con la voz que tenía, tan peculiar; lo pequeñito que era y lo jodido que había estado; y a lo mejor de música no tenía ni idea, y muy poquitas veces había cantado acompañado de guitarra...".
Y en general: "El flamenco que a mí me interesa nace del pueblo gitano. A mí me gusta más Manuel Torre que Chacón".


Volvemos a Valladolid -"Santi Borja, cantaor gitano, el que mejor canta de aquí"-, a la Tertulia Flamenca:
"Mientras esté viva, la gente participe, que lo tome como algo suyo, bien. Temas hay, muchos. La Tertulia ha soslayado, hasta ahora, algo que hay mucho en el mundo flamenco, las rivalidades, enfrentamientos por distintos gustos, distintas concepciones. Allí quien va aporta lo que quiere y respeta a la gente que está ahí.
Sí resaltar un logro fundamental de la Tertulia, el contacto con los gitanos y esperemos que vuelvan las mujeres del Secretariado".
-¿A tí no te ha dado por cantiñear?
-(Ríe) Nunca... imposible... una gran desgracia; y una gran ventaja, para los demás.

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