-¿Fuiste
a ver Camarón cuando vino aquí, a Valladolid, poco antes de morir?
-No
(pausa). Es que también, te voy a decir una cosa. Dentro del conocimiento, y de
la ignorancia, como Camarón era un progresista de la hostia, pues en aquella
época, los que éramos los flamencos abigarraos que queríamos el purismo,
encontrábamos a Camarón que era, fíjate qué tontería, pero, sí, que era una, cómo
diría yo, degeneración del flamenco. Como que rompía los cánones del flamenco.
Eso considerábamos (silencio), tell me more, please.
-Tantos
años con (Antonio) Mairena…
-Ocho años.
-El
canon, la pureza, la ortodoxia mairenista...
-Un día en Albacete o Castellón, en un festival al aire libre. Llovía y se
suspendió la función. Y yo iba paseando con Mairena, charlando, preguntándole
de dónde salía el flamenco. Empezó a decirme cosas que ya sabes tú de memoria,
que como me digas que las sabes te doy una hostia (reímos), como la de los
vendedores, ¿sabías?, que ofrecían sus artículos y lo hacían voceando y
dándole soniquete y sentimiento, para llamar la atención. Y vender.
-Conozco
el pregón de Macandé.
-Claro
(nos perdemos por historias ya contadas, o en otras que no tienen nada que ver
con la historia de Rodolfo, y en eso que entra Blackie, la perra, “es mi amiga”).
-¿Cuántos
perros has tenido, Rodolfo?
-Pues
no sé. He tenido un dálmata, que era un cabrón (risas), no. Es que me hizo la
zancadilla en el paseo central del Campo Grande, me pegué la hostia contra el
suelo y cogió y se marchó en vez de ayudarme, por eso te digo que era un
cabrón, pero no lo era (risas). Y gatos, me gustan mucho. Los animales me
gustan mucho.
-¿Mientras
más conozco a los hombres más quiero a mi perro?
-No,
yo no tenía que llegar esos extremos de Diógenes, de ir con un farol. Me han
gustado toda la vida los animales. Y los
burros y los caballos, y las ovejas. Las ovejas menos porque las he visto más
bobas. De tan buenas que son, parecen bobas. Hasta para ir al matadero, cuando
las estaban matando no se sobresaltaban
con nada, ni con el olor de la sangre. Iban con una humildad que, jooooder. Por
eso dicen: Cordero de dios que quita los pecados del mundo.
Antonio escucha a marquesa de llanzol durante ensayo cía. Foto: Juan Gyenes. |
-¿Recuerdas,
al principio, cuando estabas aprendiendo, cómo era un día de trabajo en la
Compañía de Antonio?
-Era
un trabajo de una seriedad y de unas normas estrictas, de todo. Era de verdad.
Podíamos estar 6, 8 horas, depende. Y en los festivales, ensayar, montar las
luces, los decorados, salir de madrugada. Y eso nos costaba a mí y a mis
compañeros, que al salir nos parara la Guardia
Civil: “¿Y dónde van ustedes?”. Pues venimos de aquí, y no se lo creían
y nos llevaron a comisaría. Yo, que era un cachondo, les vi que tenían en los
cajones de la mesa botellas de priva, y además, más cachondeo, con compañeras
mías que eran americanas me ponía a hablar en inglés con ellas, para joder a
los guardias (risas). ¿Ves que anécdotas
más ricas, Don Benito? Hay un pueblo que se llama Don Benito (prosigue el
vacilón, intercalado con hechos históricos de la ciudad de Valladolid, y
algunos personales, que desembocan en la siguiente pregunta).
-¿Con
la religión qué tal?
-Pues,
soy verdadero creyente… auténticamente
creyente. El mejor amigo que he tenido en mi vida era un cura. Era
impresionante, entrañable, superinteligente: Don Eduardo Zurro. Te pongo ese
ejemplo. Y si quieres otro ejemplo, pasas a la biblioteca y ves lo que tengo,
de religiosidad. Sí, lo soy.
-¿A
pesar de la Iglesia o con la Iglesia?
-Esto
me… (Se corta la grabación -ni idea de por qué. Viene Rodolfo a decir que a él el teatro le gusta
en el teatro, y que cuando empieza a ver teatro en las iglesias... y que por eso no va a misa. Volveremos sobre la religión).
No hay comentarios:
Publicar un comentario