lunes, 23 de octubre de 2017

'Rodolfo Otero: Amor por la danza', en versión original (25 de julio del 2016 - y II)

-El bailarín tiene que tener un gran conocimiento de su cuerpo.
-¿De qué? ¿de dónde tiene el nabo, por ejemplo?
-Por ejemplo.
-Eso, bajas así la mano y ya está, facilísimo. Aaaaahhh, joder, que lo estás grabando (risas). Eso son guarrerías. No piensas en eso que dices. Ya te sometes a un estado o estadio donde te conviertes en un ser abstracto. Cuando estás bailando no estás pensando en el cuerpo, los pies, los músculos, ni de dolores, ni de tu tía, ni de nadie. El artista antes de salir tiene todos los conceptos que te dé la gana, pero nada más pisar el escenario existe lo que haga, lo que desarrolle. El conocimiento que tenga para que sea más grande o no, la vibración que tenga de sentimientos.
-Pero en el aprendizaje, ¿hay ese conocimiento o es de otra manera?
-Sí, en el clásico están catalogados todos los movimientos. 1ª posición / 2ª posición / 3ª / 4ª / 5ª / 6ª (me va mostrando las posiciones). Eso es una orientación para los movimientos de los brazos. El flamenco puede coger una posición. El flamenco es más racial, totalmente temperamental, si no, no es ni flamenco ni leches en vinagre.
-Hace poco vi bailar el taranto
-¿A un hombre o a una mujer?
-A una mujer.
-Claro.
-Me llamó la atención porque creía que era como un baile ‘serio’, como los cantes mineros, y resultó ser muy ‘movido’.
-Tengo una escultura en el estudio, dedicada a mí por el Festival de La Unión.
 -Te la trajo Pedro (Sanz).
-Mira que ya no me acuerdo.
-Pues sí.
-Dale recuerdos.


(Hablo de la tesis sobre Antonio el Bailarín, que he empezado a leer, la parte biográfica del bailarín; cómo va desarrollando su estilo de baile durante su estancia en Estados Unidos…).
-Para Antonio la separación entre baile de hombre y mujer no parece tener importancia.
-Había unos cánones para el baile de hombre y el de mujer. Como que el hombre no tenía que levantar los brazos por encima de los ojos, que tenía que bracear para adentro. Pijadas, pero que era así.
-En la Compañía de Antonio, ¿se destacaba más el baile de los hombres que el de las mujeres o viceversa?
-No. Igual. Pues no, es como cuando baila Antonio con Rosario, no es que bailen igual, sino que no hay ninguna limitación para uno y para otro. Y cuando monta el ballet Antonio, sin Rosario, pues es una continuidad de lo que estaba haciendo.
-¿Tú qué opinas sobre esa separación que había del baile de hombre y de mujer?
-Pues, yo lo encuentro una idiotez. Cada uno baila como es.
(Oímos que se abre la puerta de entrada; Blackie, la perra, ha ido de nuevo al veterinario, pero sólo aparece Puri. Ha tenido que dejar la perra en el veterinario –Rodolfo pregunta con tono preocupado, por qué-; la van hacer una revisión, anestesia y a ver si a la tarde la podían recoger. “Pobrecilla”, dice Rodolfo. Pone la tele, que suele estar conectada con el canal autonómico de Andalucía. Entra Puri para preguntarme algo sobre el móvil, de lo que tengo menos idea que de baile; aún así lo intento).


-¿El baile debe ser erótico?
-¿Por qué?
-Pregunto.
-Tiene que haber un por qué. Si es de la Corte del Faraón (canta), ahí va, ahí va, ay vámonos para Judea, ahí va… pues eso pudiera ser erótico humorístico, por el cachondeo. El sexo entra siempre, porque no coges y lo separas y lo pones encima de una mesilla. Estás bailando CON el sexo, señorito; está en su sitio.
-¿Hay algún palo del flamenco donde más se manifieste esto del sexo?
-El flamenco es más serio que la hostia. Y lo habrá si el que lo está bailando derrocha ese sentimiento, pero en términos generales si estás bailando una seguiriya o una soleá no puedes hacer gilipollas. Si bailas por un tanguillo de Cádiz, pues qué quieres que te diga, no vas a bailar como un palo, ¿capisci? (pone la tele).
-Bueno, lo vamos a dejar.
-Bueno (se pone a hacer el ganso con la voz), estás triste, benitiño, estás triste, benitiño.
-(río) Oye ¿coincidiste con Víctor Ullate en el ballet de Antonio?
-(con el mismo tono de voz) El Víctor Ullate estuvo de compañero conmigo, como Carmen Roche, les cogió en Zaragoza, eran alumnos de María deÁvila, la mejor maestra de ballet que había, y era zaragozana (deja el tono ganso), a Víctor Ullate le cogió cuando sabía bailar mucho ballet, sí señor. Antonio les cogía jovencitos a los bailarines, de 18 años o así.
-(No sé por qué digo esto) As time goes by.
-It’s my first time, I listen these words, do you know? I speak so well because… (se corta la grabación).


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