(Está viendo la tele;
acaba de venir de dar de comer a los peces que tiene en el estudio; le duelen
las manos, “artrosis… no tiene remedio”, se golpea en las manos; empiezo a
divagar sobre posturas del cuerpo al bailar; él dice plié, cuando encoges las
rodillas, “plegar”; y de ahí a posturas que adopta el boxeador –“he sido
campeón de boxeo”-, o el torero. “Eres un tío con inquietudes. Muy bien”).
-¿Y sobre esa relación
entre flamenco y toreo?
-Pues al ser flamenco
hay esa asociación de ideas. Y sí, si haces así (hace un movimiento con los
brazos), pues ya es flamenco; puede haber habido un trasvase de posturas, si
eres flamenco, claro.
-Ahora los toros están
cuestionados, ¿tú qué opinas, tienen tanto sentido como antes?
-Pues, el sentido lo
tienen; ahora, que lo sepan conservar, eso es distinto. El sentido lo tiene,
¿cómo no lo va a tener?, como el flamenco.
(Divago sobre los toros;
sobre mi comprensión hacia el hecho taurino, y mi entendimiento de la postura
antitaurina).
-¿Has visto torear a José Tomás?
-Joder, cojonudísimo.
Sí, le he visto torear, tiene un dominio y un conocimiento del toro que te
cagas… y tiene la templanza, que es lo más jodido que puede haber, para un
torero. Es dueño y señor del espacio. Apúntate eso, que eso no lo dicen todos.
Rodolfo con el Ballet de Antonio. |
-Debió
de ser la hostia de duro cuando entras en la Compañía de Antonio el Bailarín y empiezas a aprender
ballet.
-Puah!
-Porque
no tenías ni idea.
-No
señor. Eso no es duro, lo duro es lo que tienes alrededor. Que los compañeros
ya tienen una carrera hecha.
-¿Cómo
te sentías?
-Yo iba a lo mío, pero qué quieres que te diga: para vencer; todo aquello para
llegar a hacerlo. ¿Cómo me sentía? Pues un luchador (recuerda el episodio de
cuando Antonio no le quería coger al llegar a Madrid y el secretario
del bailarín intercedió por él). El ballet clásico es muy duro, durísimo. Es de
una disciplina impresionante. Y si no se somete uno a esa disciplina… pues hace
cagal (risas). Claro.
-Descubrirías
cosas nuevas que podías hacer con tu cuerpo.
-Hombre,
claro, ya ves. Primeramente, tener un orden, un conocimiento del movimiento,
que está diagnosticado, lo que es una primera posición, una segunda, una tercera,
una cuarta, una quinta, una sexta… posiciones que son de brazos, de pies. Sí. Es
una disciplina muy severa.
-¿Y
más viniendo de una cierta anarquía en el aprendizaje de bailar?
-Sí,
ya ves. Pero no tenía que mezclar una cosa con la otra. O te sometes a estudiar
el ballet clásico o si te crees que vas a hacer lo que te dé la gana, estás
apañado, no lo vas a aprender nunca (entra Blackie, la perra, toda contenta;
Puri la llama. “Anda, Blackie, que te llama Puri para limpiarte los ojos”, digo.
Y sale. “Entiende todo, sin ir al colegio”, dice Rodolfo, “míralo”).
-¿Cómo
cuánto tiempo te pudo llevar ese aprendizaje de lo clásico?
-Pues
no lo sé, honestamente, no lo sé. El que piensa que domina algo es que es tonto
de los cojones, porque eso te domina a ti (risas). Era someterme a las
enseñanzas, y adaptarme a los compañeros
para hacer lo que hacían ellos. Eso cuesta mucho, hombre.
-Me
lo imagino.
-No te lo imaginas. Porque una quinta posición no la llegas a hacer así, porque
te dé la gana. De pies (se levanta), de pies yuxtapuestos, uno para allá y el
otro para allí, eso no lo haces en un momento. Y luego ten el equilibrio y
luego moverte… y luego, eso.
-Y
el hándicap de la edad cuando empiezas…
-Hombre,
claro, cuanto más mayor más duro es y más desorganizado estás para hacer la
organización que tiene el ballet, no te quepa la menor duda. Pero bueno, se
aprendió.
-Y ¿los compañeros?
-Ya
tenían bastante con lo que tenían que hacer.
-Tenías a la maestra.
-Madame
Ivanova, había sido bailarina solista con la Paulova. Pero era inglesa. Sólo
que entonces se llamaban todos como si fueran rusos. Sí, señor.
-Durante
el tiempo que estuviste con Antonio, ¿actuaste en Valladolid?
-Sí,
en el (teatro) Calderón.
-¿Sólo
una vez actuasteis aquí?
-Yo creo que sí, que solo una vez. Que yo recuerde.
-¿Fue
la familia a verte?
-No
recuerdo. Yo iba, egoístamente, si quieres, a lo mío, y la preocupación máxima
era hacerlo bien. Era lo que tenía que hacer. Y cada día, mejor. Y eras tan
egoísta que no te importaba nada. O te importaba, pero en una esfera inferior.
-¿A
tu madre qué le parecía lo que hacías?
-Bien,
a mi madre le parecía bien, lo que hacía. Sí.
-¿A
qué se dedicaba tu madre en aquellos tiempos?
-Mi
madre era modista. Y buena, además.
-He
encontrado por internet referencias a tu hermano Publio, de sitios dedicados a
genealogías, y aparecen carnets o pasaportes de que estuvo en Brasil, y en Francia, en París me dijiste que estuvo.
-Sí,
fue algo esporádico, a ver el ambiente que había por si se podía quedar. Un
viaje como de observador. Ir, ver y volver.
(En
la tele andaluza, Jerez; le hablo de cuando estuve con Carmen allí; y luego de
otra visita a Cádiz, por otros pueblos).
-A Johanesburgo, ¿fuiste sólo una vez,
con Antonio?
-Sí.
En barco, fuimos. Muy bien, fabuloso.
-Sudamérica
y Estados Unidos, ¿lo visitasteis más?
-Mais, oui, Monsieur, mais
oui.
-¿Qué
impresión te causó Nueva York?
-No
me piacce niente. Nooo. Nueva York para ellos. No me gusta. Nada. Sí hombre,
los museos, sí. Nada más. Se acabó la historia. Y yo me levantaba a las cinco
de la mañana o las seis, e iba andando solo por las calles, para ver amanecer y
todo.
-Vamos,
que no te quedarías a vivir allí.
-Pero
qué dices, prefiero cualquier ciudad europea. Y un pueblo. Laguna de Duero,
mejor. No te jode. Nueva York es escalofriante de… es una rigidez idiota, coño.
Ponerte a mirar para arriba, para los rascayús (risas), rascayú cuándo mueras
qué harás tú. No, eso está hecho para ellos y por ellos. Para mí, es un
artificio de… mierda, de poderío del capitalismo, pues muy bien, meteros donde
os quepa el capitalismo de los cojones, yo me quedo con una casa de campo, más
guapa que la madre que la parió. Sí, señor.
-¿Siempre
has dormido poco?
-Pues
sí. De toda la vida. Me levantaba yo solo a ver las ciudades, sin que nadie me
enseñara nada. Yo descansaba lo suficiente y si no, me jodía. Si no, no me
hubiera enterado de nada. Con la comodidad no se va a ningún lado. Te lo
aseguro.
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