Proseguimos con textos aparecidos en libretos de discos flamencos. Turno para el dedicado a Beni de Cádiz
(1929-1990), el volumen 17 de la colección, Grands Cantaores du Flamenco. Una publicación made in Francia, con continuas ediciones, no sólo en el país galo, sino en diversos países de Europa, España incluida (años 80, 90 -a esta década pertenece el cd del cantaor gaditano-, y principios del siglo XX). Dirigida por Mario Bois -ver nota biográfica al final-, quien firma los textos del libreto, en francés, inglés y español. Hemos obviado los comentarios de Bois a cada cante, al considerarlos muestra de la personal forma de escribir del autor, la cual queda más que reflejada -de ahí el interés de traerla aquí- en su texto sobre la vida y obra Beni de Cádiz.
Sí incluimos la ficha técnica:
Guitarras: José Manuel Roldán, Pepe Martínez, Luis Maravila,
Antonio Arena, Antonio González, Paco Aguilera.
El disco contiene 18 cantes seleccionados de toda su discografía: Fandangos, bulerías por soleá, bulerías, siguiriya, zambra, soleares, alegrías, malagueñas y verdiales, “cante macho del levante”.
El disco contiene 18 cantes seleccionados de toda su discografía: Fandangos, bulerías por soleá, bulerías, siguiriya, zambra, soleares, alegrías, malagueñas y verdiales, “cante macho del levante”.
Traducción Montserrat Moral.
"Sin duda alguna este disco evocará a Manolo Caracol. De genio menos fuerte pero capaz de un arte tan elevado. Beni de Cádiz no sabe hacer ‘hacer carrera’, y lo mismo que Caracol tampoco sabe de asuntos. Beni lleva en sí el cante grande, el que viene desde lejos, lo canta sin remilgos, tal como sale, a veces con geniales ocurrencias, siempre con musicalidad e indiscutible gran pureza de estilo: de esta vieja fuente surte, generoso, un chorro límpido.
Pero Beni no sabe manejarse la vida; graba mucho para cualquier editorial fonográfica, importante o no, ofrece su cante grande en cualquier ocasión con tal de recibir un ‘cachet’ enseguida desvanecido y hecho humo. La suya es obra dispersa: raros son los discos que grabó enteramente. Si tal o cual le pide cantar cualquier cosa, mediocres cantes flamencos, ‘novedades de tercera fila acompañadas por orquestas de quincalla, pues igual lo admite y canta estas farándulas. Bien sabemos que lo mismo hacía Caracol; y también podemos entenderlo ya que con muy pocas excepciones –una de ellas es Antonio Mairena-, la sola práctica del cante puro no alimenta. Por esto se encuentra lo mejor y lo peor en los discos comercializados de Beni, se encuentra todo lo que uno quiere y más de lo que no quiere. Muy a las claras Beni nunca supo de directores artísticos o consejeros profesionales…
Le conocí por los años 70, cuando iba de bar en bar, en la noche sevillana. A su alrededor noté tanta admiración como piedad. Le vi consumido por fuego misterioso, quemado por esta incandescencia que calienta, da brillo y luego destruye, abrasado por este oscuro y obstinado demonio que se llama el duende flamenco.
Se llamaba Benito Rodríguez Rey. Nació en Cádiz en 1929. Su vida profesional la empieza como bailaor en la compañía de Manolo Caracol y Lola Flores. A partir de 1955 se integra en la Compañía como cantaor. Luego pasa al Ballet Pilar López y, a consecuencia, de una grave enfermedad, tiene que dejar su actuación en 1959. Se le cree perdido y se organiza, en Cádiz, un importante homenaje a favor suyo: aquella misma noche actuaron la Niña de los Peines, su marido Pepe Pinto, la joven Paquera de Jerez, el fabuloso Terremoto de Jerez… ¡Es poco decir nuestra añoranza de no haber asistido a tal velada!
El año siguiente se encuentra otra vez a Beni en los mejores tablaos de Madrid y, durante el verano, en los festivales andaluces de flamenco. En 1971 en el Concurso Nacional de Córdoba recibe, además de varios premios por categorías, el Premio de Honor. Vuelve entonces la enfermedad. Pero Beni, Fénix que siempre renace, otra vez emprende el vuelo y vuelve a los tablaos y a las peñas de Andalucía, sobre todo las de Sevilla. 1976 representa el año cúspide ya que gana el máximo galardón: el Premio Nacional de Cante. Los últimos años serán de declive, de cansancio, de sufrimiento y de pobreza.
Todavía participa en algunos festivales (algunas veces incluso llega a olvidarse del texto, cosa nunca vista ni en un simple cantaor de afición). Muere en 1990, según dicen, discretamente, en una casi indiferencia, a los 60 años. Hace muy poco se le ha brindado un rotundo homenaje. Acabada la vida, brota la leyenda.
En su tiempo se escribió de él:
“Artista de excepción, Manolo Caracol influyó de manera tan importante como peligrosa en el estilo de Beni… su propia personalidad así amenazada tendría que cuidar más de la calidad de su repertorio” (según Fernando Quiñones).
Mario Bois (1931, Francia), escritor y editor musical. Muy relacionado con la danza y la música clásica, llegando a ser presidente del Consejo Internacional de la Danza para la Unesco entre 1994 y 1997; de joven mantuvo relación con Igor Stravisnsky, publicando un libro con sus recuerdos, al igual que haría con Rudolf Nureyev, con quien mantuvo una larga amistad, confiándole el bailarín la gestión de sus derechos; también con el compositor Iannis Xenakis. Nombrado Chevalier des Arts et des Lettres, el flamenco ha sido otro de sus interese. Además de dirigir esta colección de flamenco -hasta 26 volúmenes hemos encontrado-, ha escrito diversos libros: Carmen Amaya, la danza del fuego (Espasa Calpe, 1994); Flamencos (Prix de la Maison de poesía), Le Flamenco (Prix des Muses), Le flamenco dans le texte (Atlantica eds. 2016).
"Sin duda alguna este disco evocará a Manolo Caracol. De genio menos fuerte pero capaz de un arte tan elevado. Beni de Cádiz no sabe hacer ‘hacer carrera’, y lo mismo que Caracol tampoco sabe de asuntos. Beni lleva en sí el cante grande, el que viene desde lejos, lo canta sin remilgos, tal como sale, a veces con geniales ocurrencias, siempre con musicalidad e indiscutible gran pureza de estilo: de esta vieja fuente surte, generoso, un chorro límpido.
Pero Beni no sabe manejarse la vida; graba mucho para cualquier editorial fonográfica, importante o no, ofrece su cante grande en cualquier ocasión con tal de recibir un ‘cachet’ enseguida desvanecido y hecho humo. La suya es obra dispersa: raros son los discos que grabó enteramente. Si tal o cual le pide cantar cualquier cosa, mediocres cantes flamencos, ‘novedades de tercera fila acompañadas por orquestas de quincalla, pues igual lo admite y canta estas farándulas. Bien sabemos que lo mismo hacía Caracol; y también podemos entenderlo ya que con muy pocas excepciones –una de ellas es Antonio Mairena-, la sola práctica del cante puro no alimenta. Por esto se encuentra lo mejor y lo peor en los discos comercializados de Beni, se encuentra todo lo que uno quiere y más de lo que no quiere. Muy a las claras Beni nunca supo de directores artísticos o consejeros profesionales…
Le conocí por los años 70, cuando iba de bar en bar, en la noche sevillana. A su alrededor noté tanta admiración como piedad. Le vi consumido por fuego misterioso, quemado por esta incandescencia que calienta, da brillo y luego destruye, abrasado por este oscuro y obstinado demonio que se llama el duende flamenco.
Se llamaba Benito Rodríguez Rey. Nació en Cádiz en 1929. Su vida profesional la empieza como bailaor en la compañía de Manolo Caracol y Lola Flores. A partir de 1955 se integra en la Compañía como cantaor. Luego pasa al Ballet Pilar López y, a consecuencia, de una grave enfermedad, tiene que dejar su actuación en 1959. Se le cree perdido y se organiza, en Cádiz, un importante homenaje a favor suyo: aquella misma noche actuaron la Niña de los Peines, su marido Pepe Pinto, la joven Paquera de Jerez, el fabuloso Terremoto de Jerez… ¡Es poco decir nuestra añoranza de no haber asistido a tal velada!
El año siguiente se encuentra otra vez a Beni en los mejores tablaos de Madrid y, durante el verano, en los festivales andaluces de flamenco. En 1971 en el Concurso Nacional de Córdoba recibe, además de varios premios por categorías, el Premio de Honor. Vuelve entonces la enfermedad. Pero Beni, Fénix que siempre renace, otra vez emprende el vuelo y vuelve a los tablaos y a las peñas de Andalucía, sobre todo las de Sevilla. 1976 representa el año cúspide ya que gana el máximo galardón: el Premio Nacional de Cante. Los últimos años serán de declive, de cansancio, de sufrimiento y de pobreza.
Todavía participa en algunos festivales (algunas veces incluso llega a olvidarse del texto, cosa nunca vista ni en un simple cantaor de afición). Muere en 1990, según dicen, discretamente, en una casi indiferencia, a los 60 años. Hace muy poco se le ha brindado un rotundo homenaje. Acabada la vida, brota la leyenda.
En su tiempo se escribió de él:
“Artista de excepción, Manolo Caracol influyó de manera tan importante como peligrosa en el estilo de Beni… su propia personalidad así amenazada tendría que cuidar más de la calidad de su repertorio” (según Fernando Quiñones).
“Benito demuestra inmejorables calidades escénicas. Se trata
no sólo de cantar y de cantar bien sino también de comunicar (…) de lanzar el
cante con brío, de anclarlo en el público, a quien ya no se puede dejar. En
esto, que muy pocos artistas dominan, Beni es el maestro de los maestros…
Lograr atención, luego silencio y entonces darse el lujo de cantar sin
micrófono, de irse entregando… en un cante de los más afinados, compenetrado de
misterio y de dolor” (según J. L. Ortiz Nuevo).
Como auténtico flamenco vivió Beni del aire de su tiempo,
vivió como bogan aquellas barcas en la bahía de Cádiz."Mario Bois (1931, Francia), escritor y editor musical. Muy relacionado con la danza y la música clásica, llegando a ser presidente del Consejo Internacional de la Danza para la Unesco entre 1994 y 1997; de joven mantuvo relación con Igor Stravisnsky, publicando un libro con sus recuerdos, al igual que haría con Rudolf Nureyev, con quien mantuvo una larga amistad, confiándole el bailarín la gestión de sus derechos; también con el compositor Iannis Xenakis. Nombrado Chevalier des Arts et des Lettres, el flamenco ha sido otro de sus interese. Además de dirigir esta colección de flamenco -hasta 26 volúmenes hemos encontrado-, ha escrito diversos libros: Carmen Amaya, la danza del fuego (Espasa Calpe, 1994); Flamencos (Prix de la Maison de poesía), Le Flamenco (Prix des Muses), Le flamenco dans le texte (Atlantica eds. 2016).
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