La pasada sesión de expulsiones de Gran Hermano colocó, a un lado, a Pepe, 33 años, se gana la vida bailando flamenco. En el otro, un joven de 28 años, entre sociópata y facha, por resumir.
Este había pagado casi 70.000 euros por entrar en el concurso de Tele 5. No es que fuera de su total agrado, pero tres concursantes, un cura, un policía municipal y un ciudadano de orden, preferían fuera expulsado, sí o sí, el bailaor; encarnación, éste, de todos los males de la convivencia -tal y como estos tres la entienden- en la casa.
Festero, no farsante, sencillo, a veces ingenuo, individualista que no se impone ni aísla, Pepe, el bailaor flamenco se salvó; el sociópata-facha salió con el 58% de votos de la audiencia.
En una televisión tan conservadora, regresiva, defensora de los valores más caducos e intransigentes, manipuladora, envilecedora, no resulta extraño afloren situaciones que deberían estar superadas. En Tele 5 es otro Pp el que se prefiere.
("No os regocijéis en su derrota.
Por más que el mundo se mantuvo en pie
y paró al bastardo,
la perra de la que nació está en celo otra vez"
De La resistible ascensión de Arturo U, de Bertold Bretch)
Por más que el mundo se mantuvo en pie
y paró al bastardo,
la perra de la que nació está en celo otra vez"
De La resistible ascensión de Arturo U, de Bertold Bretch)
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