domingo, 18 de marzo de 2012

La atracción por el Flamenco (1) Pedro Sanz: "Ese gitano rubio del que tanto hablan" (II)


(Continuamos la charla con Pedro Sanz sobre su seducción por el flamenco. Primer testimonio de esta especie de sección. Historias personales que contribuyen a configurar, también, el tiempo del universo flamenco. Podéis leer la primera parte aquí). 

-Tengo una etapa desde 1958 a 1967, cuando me incorporo a la mili, que va ser fundamental en mi vida. Es, probablemente, en  esta etapa cuando, creo, se forjó mi manera de ser, socialmente, y cuando más me aproximo al flamenco.
Decir que también, a los 13 años, me entra el gusanillo de ser torero, propio de los chicos de esa época, para hacer 'ricos' a la familia.
Me escapo de casa, voy de maletilla a torear, donde se podía. Por los pueblos de Castilla y León, hasta el año 1967, que me voy a la mili. En esa época había miles de chavales con la misma inquietud, coincidíamos de todas las regiones, Madrid, Extremadura, Andalucía, Murcia, etc. etc. Cuando se terminaba la capea, nos juntábamos, hablábamos y cantaban los que mejor lo hacían. Por esta afición a los toros era muy conocido en Valladolid, especialmente, en mi barrio (Las Delicias), en Girón, la Vitoria, etc, ya que no éramos muchos los que nos metíamos en estos líos. Entre las 'averías', en un bar en la Delicias que se llama Embajadores -creo que todavía está-, me guardaban los trastos y, por la noche, me saltaba al Matadero a torear los toros que al día siguiente iban a sacrificar. Más de una vez tuve que salir saltando las tapias porque no se podían torear.


-¿Cómo sigue tu relación con el flamenco?
-Por diversas razones, se produce una etapa muy larga en mi vida en la que no toco el flamenco, escucho algo de vez en cuando... Una etapa que iría desde el 69 al 80, que es cuando entro en Comisiones Obreras. Es, a partir de mediados de los 80, cuando empiezo a estar más libre de responsabilidades y recupero el flamenco. Oigo mucho, frecuento determinados lugares de Madrid, de conocer gente y eso me lleva a entrar en esa vida, ese tipo de divertimiento que había a su alrededor.

-¿Cómo era el ambiente flamenco en aquellos años 50?
-Lo que recuerdo es en los bares a los trabajadores, de Renfe, de la construcción, con unas chismas de escabeche, con trozos de cebolla y vino y según había transcurrido la merienda alguno canturreaba algún tipo de cante, entre estos, los dos Eugenios que te he comentado. Y también recuerdo gente que iba a entrar al bar y decía ‘no, no, que están cantando, quita, quita, vámonos que estos terminan a palos’.

Obreros bailando. Valladolid, años 80. Foto Archivo Municipal Valladolid.

-¿Te movías fuera de Las Delicias buscando flamenco?
-Sí, en la zona de San Nicolás también había ambiente. Era en las barriadas de los trabajadores, porque el gitano no había dado el paso de la integración, y los cantes que ellos hacían era cuando estaban recogiendo la patata o en alguna faena que estuvieran haciendo donde vivían, como clasificar chatarra.

-Has hablado de Antonio Mairena, ¿cuándo le descubres?
-Yo creo que de esta generación mía han bebido todos de Mairena. No sólo ha sido un gran cantaor -nadie lo discute-, ha recogido todo el flamenco, aparte estemos de acuerdo en cómo lo ha manejado, y que fue muy tolerado por el régimen de Franco, entonces, Mairena era el que más se oía. Y Franco ha sido el que más daño ha hecho al flamenco, como a toda la cultura. Se tenía consideración hacía otro tipo de cantantes, Antonio Molina, el Príncipe Gitano, Farina, hasta Juan Valderrama, que tuvieron que adaptar sus cantes a ese ‘spanish casposo’ de la comunión y la hostia esa. Todo era por la radio, en aquellos tiempos. 


-Creo que tienes todos los discos de Camarón, de la época en que se editaban en vinilo.
-A los 22, 24 años entré en la Renault y eso me da la posibilidad de tener bastantes amigos andaluces, con los que empiezo a comentar sobre el flamenco. Y es en ese momento, a mediados de los 70 cuando me hablan de un gitano rubio, que está en Madrid y canta como dios, José Monge Cruz, Camarón de la Isla. Bueno, pues yo conocí a Camarón una noche de fiesta en la Venta del Gato, que estaba en la carretera de Burgos, era un sitio nocturno, poco recomendable dirían ahora. Y estando yo allí, me dijeron -no me lo presentaron, ojo- ‘ese que está allí con Paco Cepero, es este gitano del que hablan tanto’.

-¿Qué pasa cuando oyes a Camarón?
-Se me abren las carnes.  Y cuando oigo sus últimos discos, que los oigo poco... no sé expresar lo que siento, dolor, tristeza, alegría, termino con los ojos nublados. Es que este hombre, hay una carga en su cante que sé lo que es pero no me alcanzan las palabras. En fin, agraciados somos los que le hemos visto en vida y podemos seguir oyéndole con los discos. Influyó bastante en mi etapa de entrar más en el flamenco. 

-Pero no es hasta más adelante cuando el flamenco se vuelve un tema más serio para ti.
-Yo hasta entonces no sabía distinguir una soleá de un cante por siguiriyas. Sólo sabía de los fandangos y no sabía ni que lo eran. Lo de aprender a distinguir los palos, y los distintos estilos, hay que escuchar mucha música. Y no es hasta mediados de los 90 que empiezo a diferenciarlos, después de haber oído muchísimo, y leído, y mantenido reuniones con gente que sabía y a la que preguntaba. Y recuerdo que con los chicos gitanos de la Asociación quedábamos para clasificar los cantes, que oíamos en un casete de esos antiguos.

 -¿Cuál fue la primera vez que viste a un cantaor que te llegara?
-Creo que fue en la peña de Paco Ceballos, en Vallecas, allá por los 70, tras una reunión de esas sindicales, y fue a José Menese.


(Tiempo para fumar. Continuará)

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