lunes, 9 de julio de 2012

Manolo Sanlúcar: éxito y arte de un (joven) pesimista

A mediados de la década de los 70, "Entre dos aguas", de Paco de Lucía, es un superventas; poco tiempo después, otra rumba, "Caballo negro", toma el relevo. Es obra también de un guitarrista, Manolo Sanlúcar.
Desconocido para el gran público -no así para el mundo del flamenco, en el que llevaba metido desde los 13 años-, en ese momento, de 1975, al guitarrista gaditano se le abren nuevas puertas como el Teatro Real de Madrid, donde ofrecerá dos recitales (lleno absoluto en ambos). Éxito del que se hace eco el semanario musical Disco Expres.
Titular D. E., nº 362. 2-13-1976.
Antonio de Miguel -un crítico versado en jazz, principalmente- se ocupa de informar de los conciertos, que se celebran a finales de enero y principios de febrero de 1976, ante un público, "casi todo gente de la burguesía... volcado por completo ante el derroche de técnica y sentir profundo. Memorable, Manolo".
"Un recital de poesía sonora", en el que el guitarrista gaditano sólo tocará tres temas del "fabuloso disco, Sanlúcar, donde el flamenco está más latente que patente", apunta el cronista, quien deja claro no ser "ni mucho menos un especialista en flamenco". El concierto será básicamente de flamenco (soleá, seguiriya, malagueña, bulería, granaina, rondeña, minera..), con el artista sólo en el escenario, "sin decoración ni juego de luces".
Tal era, es, el carácter de Manolo Sanlúcar, poco dado a concesiones, como el compromiso que ha mantenido con el arte flamenco. Categoría de arte que suele explicar con complejidad conceptual y confirma a lo largo de su discografía. Su obra es una búsqueda de un lenguaje de futuro sin abandonar la raíz del flamenco. Y ahí sigue. 


Dos meses antes, el mismo comentarista en el mismo semanario, daba cuenta de la rueda de prensa previa a aquellos conciertos, que abría con los siguientes elogios hacia Sanlúcar: “No se puede aguantar la vitalidad, belleza, emoción, inspiración, técnica y humanidad que extrae, delicadamente pero con firmeza, de su guitarra”.
Las primeras preguntas giran en torno al hecho de tocar en el Real (…“es un desafío”… “un reconocimiento”).


-¿Cómo es esto de meter arreglos de cuerda (en su disco)?
-Cuando hago música no busco encasillarme ni definirme. No lo necesito para nada; definiéndome para mi mismo tengo suficiente, no tengo por qué consolar a nadie. No voy en busca de una cosa concreta para hacer una imagen única, no. Me puedo realizar en cualquier imagen creada.
-¿No tiene miedo a que le acusen de poco ortodoxo?
-A mí me parece que en la mayoría de los casos el que se dedica a una sola cosa es porque no sabe o no puede o no se le ocurre hacer otras cosas, o porque, quizás, no quiere.
-¿No puede ser que, a semejanza de los toreros, te acusen al incluir los violines, de hacer tremendisco?
-No, bueno es que en este disco está clarísimo que no pretendo hacer flamenco. Hay sólo un tema flamenco, “Caireles”, que lo hago solo y es un zapateado. Lo demás no es flamenco, lo que pasa es que ahí hay un guitarrista andaluz que proviene del flamenco y que se ha llevado 20 años tocando la guitarra flamenca, y naturalmente, por mucho que quiera hacer de nuevo, hay unas raíces detrás, y te tiene que oler a flamenco.

Imagen en el D. E. nº 355.
Otras preguntas inquieren sobre sus influencias (su padre y Niño Ricardo); sobre los nuevos grupos y músicos con base o raíces flamencas (“la innovación o se hace bien o no se hace; me gustan cosas que han hecho Lole y Manuel, es lo que más se acerca al flamenco”), su música (“siempre tengo motivos de creación. La creación musical no quiere decir que sea exacto reflejo de la realidad, cuando mucho, es exacto reflejo de lo que tu crees”) o él mismo (“la mayoría de mis composiciones son trágicas porque quizás yo sea un hombre un poco pesimista, pero considero que la vida tiene también otras facetas alegres”)…
Antonio de Miguel cierra el artículo sobre Manolo Sanlúcar señalando su “humildad firme, sin disimulo y sin pasarse, pletórico de sensibles emociones y de humanidad, notas que configuran una de esas personalidades introvertidas, sinceras, sin manipular, que descubren su alma tras la guitarra”.


Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua
como llora el viento 
sobre la nevada.
Llora por cosas
lejanas.
(F. G. Lorca; El poema del cante jondo)




(Para más información y de su propia mano, la autobiografía: Manolo Sanlúcar. El alma compartida. Editorial Almuzara. 2007).

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