miércoles, 31 de octubre de 2012

Al recuerdo de las Jornadas: Rocío Molina (y 3)


Reconocida como uno de los firmes valores del baile flamenco actual Rocío Molina fue la encargada de clausurar las IX Jornadas Flamencas 'Ciudad de Valladolid' con su obra, Vinática. De ahí proceden las fotografías que os mostramos a continuación, obra de Gerardo Sanz, y con las que damos por concluido este recuerdo a las Jornadas. Hasta la próxima. 
Y como no podemos estarnos callados, las acompañamos de unas declaraciones de Antonia Mercé La Argentina a una entrevista realizada por el periodista y escritor Pedro Massa para El Liberal en el año 1935 (a su vez tomadas del libro, que nos está dando mucho y agradecido juego, La voz de los flamencos, de Miguel Mora).


"¿Cómo se debe formar una bailarina? En primer lugar, aprovecharía sus años de adolescencia para lograr que dominase la escuela de danza italiana. Sin esta base coreográfica no hay técnica de baile posible. Simultáneamente, le haría aprender música; procuraría que conociese una selección de obras literarias; pondría delante de sus ojos las obras maestras de la pintura universal, y por último le haría conocer y estudiar a fondo el origen y la historia del baile a que quisiera dedicarse. Estas, a mi juicio, la formación perfecta para una bailarina. Así me formaron a mí.


"Advierta usted que digo bailarina, no bailaora. Una bailaora es algo, en apariencia, semejante, pero sustancialmente distinto en el fondo. Por caminos de aprendizaje -por la técnica- se puede llegar a ser una buena danzarina, una bailarina cabal. La técnica no hizo jamás a una bailaora. No quiere decir esto que el arte de la bailaora no tenga su parte de oficio, esté libre de todo regla. Pero es una técnica arbitraria, genial, individualista, si se puede decir así.

"La bailaora es la cosa espontánea, el arte vivo y maravilloso que nace porque Dios quiere que nazca. No hay escuelas para formar bailaoras, como no las hay tampoco para formar poetas y sí para hacer retóricos y gramáticos.
La bailaora surge unas veces por tradición familiar: bailaora la madre, la abuela, pues bailaora la nieta... Este es el caso más frecuente. Otras veces es porque a la chiquilla le gusta el flamenco: le va por la sangre, como una levadura de gitanería, un no sé qué que la levanta en vilo en cuanto oye una guitarra, o suena una copla, o se dibuja en el aire el revoleo de una falda de volantes... Ese fue mi caso.

"Fui bailarina porque mi padre -profesor de baile- quiso que lo fuera y me enseñó en conciencia todas las reglas de su oficio. Y me siento bailaora porque, andaluza mi madre, me nace de las entrañas esa cosa caliente que nos transfigura y nos mata, y nos hace cerrar los ojos, y ver y no ver, y ahogarse en un suspiro, y revivir en otro, y...


"¡Bailaora siempre!".

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