lunes, 10 de diciembre de 2012

Enrique Morente, íntimo y universal

Fue en abril de 2005, en el Teatro Calderón de esta ciudad, cuando asistí a un concierto de Enrique Morente. Venía acompañado por Manuel Parrilla, guitarra; Bandolero, cajón; Pepe Luis Carmona, Antonio Carbonell, Angel Gabarre, palmas y voces.
Ese mismo día, 2 de abril, moría Juan Pablo II. Recuerdo haber pensado durante el concierto, a raíz de algún escrito, sobre religión-flamenco (entusiasmo tanto místico como cortés, -"se amarra el pelo"-, pasión por lo tangible e intangible de la vida, arrebato ante la belleza terrenal y espiritual). Siempre ha dado que pensar Morente, tal ha sido su trayectoria, su forma de hacer flamenco. Además, en aquel recital, el pensar se imponía al sentir por culpa de un deficiente, mal sonido -así es la acústica del emblemático Teatro Calderón de Valladolid, después de su remodelación-. Su voz se perdía cuando intervenía todo el grupo.
Hubo que relajar el oído. Mereció la pena. El recital empezó como terminó, con el maestro y sus acompañantes en corro. En ese sentido, fue un concierto clásico, y porque había verdad, la del flamenco. Ortodoxo, pero también heterodoxo, aunque no hubiera sobre el escenario ninguno de los experimentos a los que nos tenía acostumbrados el cantaor granadino, fallecido un 13 de diciembre hace dos años.
Flamenco de siempre con una tonalidad actual. Soleá, seguiriya, caña, malagueña -que arrancó lágrimas, provocó estremecimientos este cante a la madre- ..., cantes de fragua para terminar, formando todos los artistas un corro. Imágenes de un Morente sentado en una silla, solemne y cercano, serio, sin concesiones a la galería, desgranando sus cantes. El público, bastante numeroso -decían que hacía diez años que no actuaba por aquí. Dos años después volvería a otro escenario-, entregado; solicitó un bis y le fue concedido.
Días antes había hablado con Tomatito para un medio local. Ofrecía un recital en el mismo Teatro y salió Morente a colación. Decía el tocaor que recientemente le había acompañado por Estados Unidos, "me siento muy cómodo con él y nos respetamos mutuamente en nuestras distintas ideologías".
No tengo dudas con el Morente jondo. Y con el flamenco, con el que experimenta, busca, el que descubre más de su mundo interior, íntimo, universal, sigo presndole atención.

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