lunes, 3 de junio de 2013

Atracción por el flamenco (1) Pedro Sanz: "El flamenco es del pueblo" (y III)

Teníamos pendiente una charla con Pedro Sanz para concluir lo iniciado sobre su relación con el flamenco. Y este es un buen momento, pues están a punto de inaugurarse las X Jornadas Flamencas 'Ciudad de Valladolid' (4-8 de junio, Teatro Lava), de las que es artífice, impulsor, creador y coordinador (junto a Manuel Navarro). Pedro había contado el por qué de su pasión por el flamenco y cómo había ido desarrollándose -véase aquí, I y II- a lo largo de los años. Lo habíamos dejado a finales de los 80, del siglo pasado.


Fotografía de Carlos Arranz (para Último Cero).

"Hasta entonces había salido poco de Valladolid para ir a actuaciones y actos flamencos. La peña de Vallecas, de la que era presidente, Paco Ceballos, un compañero y amigo que murió joven; al San Juan Evangelista, el 'Jhonny'. Y poco más. Pero el paso más importante fue ir al Festival de La Unión".
-¿Por qué este y no otro?
-Creo que para todo aficionado el Festival del Cante de Las Minas es un referente; no creo que haya ningún flamenco al que no seduzca, aun no habiendo estado en él físicamente. Yo había leído las crónicas que escribía Ángel Álvarez Caballero para El País, y llegar allí se me presenta de una manera muy fácil. La situación económica no me permitía el estar en el Festival. Coincide entonces que un cuñado adquiere un apartamento en Los Alcázares. Me dio una alegría muy grande, que yo no la exterioricé, pues desde Los Alcázares a La Unión hay 4 km. Y eso me iba a dar la oportunidad de vivir el Festival desde el primer día hasta el último. Un par de años antes había ido, pero sólo a ver un espectáculo puntual y me venía. Cuando yo llego allí, principio de los 90, lo primero que hago, creo que como todos, es ir a ver la Catedral del Cante, que te impresiona; recorrer las calles que habían frecuentado grandes cantaores (Rojo el Alpargatero, Chacón, el Breva, Pastora Pavón...), y, especialmente, subirme a la sierra minera. En fin, soñar un poco aquella cosas que había leído sobre aquellos cantes que habían nacido en los agujeros de las entradas de las minas, que ahora veía. Luego me dirigí a la oficina del Festival a pedir si podían darme información sobre el Festival. Y a medida que fui yendo año tras año...

Pedro Sanz y Manuel Navarro.

-¿Cómo vas entrando en contacto con el Festival, con las gentes de La Unión?
-Fue como a los dos años de esto que te he contado, de verme por el Festival, que, por ejemplo, en el Bar Minero, que son grandes amigos, me empiezan a decir que de dónde soy, intercambiamos cosas de flamenco; también en el restaurante El Vinagrero me preguntan. Yo les hablaba de mi pasión por el flamenco, por las minas. Porque los cantes mineros, en mi mente, representaban la dureza, el sacrificio de un colectivo de trabajadores, de sus penurias. Entonces yo era responsable de la seguridad de los mineros en Castilla y León, como secretario de la Federación Regional de Minería de Comisiones Obreras. Estos contactos me abrieron puertas, pero la principal fue cuando conozco a Manolo Navarro y a Pepe Cros.
-¿Cómo les conoces?
-Por entonces ya tenía en mi cabeza cómo traer a Valladolid las Pruebas Selectivas, esas de donde saldrán quienes lleguen al Concurso del Festival. Cuando conocí a Manolo, la verdad, conectamos muy bien los dos. Y un día que paseaba yo por la Calle Mayor él iba con Pepe Cros -no había la amistad que tenemos ahora que es casi familiar-, y me lo presenta. Y les expongo la idea. Tener la presencia de Pepe Cros, hijo de Pencho, me dio más fuerzas para trabajar en este proyecto. Tanto es así que ese mismo año, 90-91, ya tenía esbozada la idea de lo que yo quería, lo que son ahora las Jornadas. Y esta amistad es la que va a dar paso a que conozca todo el flamenco, a intelectuales, escritores, periodistas, artistas...

Pedro (a la dcha.) junto a Farruquito.

-Siendo un mero aficionado, ¿qué te lleva a querer organizar en Valladolid, tu ciudad, un evento de estas características como son las Jornadas?
-A mí el flamenco no me viene por tradición familiar, ni geográfica, pero sí por la sensibilidad que encierra. Y yo tenía un recuerdo muy vivo de mi barrio, Las Delicias, donde yo oía cantar flamenco, y en otros barrios de la ciudad, y a los gitanos en las graveras de San Isidro, allá por mediados de los 50, 60. De alguna manera, quería rendir, si se puede decir, un homenaje al flamenco, a aquellas gentes y no encontré mejor forma que traer algo, no que tuviera gancho, algo auténtico, de cantes no contaminados. Así empieza mi interés por trabajar en hacer algo que no sea un espectáculo con cantaores consolidados, quería como empezar por abajo y el Festival de Las Minas lo representaba. También tenía una cosa muy clara, que ese proyecto no lo tenía que patrimonializar ninguna entidad privada, sino que fuera una institución pública, porque estamos hablando de un arte, una cultura que es del pueblo, y del pueblo más marginal, marginal a causa de los poderosos.
-¿Cómo fue recibida tu idea?
-Mandé un montón de cartas a las instituciones locales, regionales, y al no recibir contestación hasta me arriesgué, en contra de mis principios, de mandarlas a bodegueros de la Ribera del Duero, y tampoco recibí contestación. Aquello, en vez de desesperarme, me hizo pensar más. Y un día me voy a la Fundación Municipal de Cultura, del Ayuntamiento de Valladolid, y hablo, y nunca quedaré satisfecho de mi agradecimiento hacia ellos, con Mario Tapanes y Carlos Heredero. Cuando lo leyeron me dijeron que si eso que había escrito, el proyecto de las Jornadas, era verdad. Yo creo que no se lo creían. Les mostré una carta con sello del Festival de mi amigo Manolo Navarro, coordinador general del Festival de Las Minas, donde expresaba que estaba de acuerdo en que Valladolid fuera sede de las Pruebas Selectivas. Ese fue el primer paso. Y se celebraron las Pruebas en la Sala Borja. Aún no las Jornadas.


-¿Cuál era el ambiente flamenco en la ciudad en ese momento?
-No tenía una presencia, ni creo que el público estuviera sensibilizado hacia él. Tal vez porque se desconocía mucho. Aparte de algunas actuaciones que podía hacer una empresa o el Ayuntamiento que, creo, distaban del verdadero flamenco, estaban las dos peñas, La Siguiriya, que aún sigue, pero sólo para sus socios, y El Quejío, que desaparece. Ahí sí se hablaba, de verdad, del flamenco.
(En los años que se han venido celebrando las Jornadas la presencia del flamenco en Valladolid se ha incrementado. El Café España, durante la etapa de Mario y Santi, incluyó en su programación de música -hasta entonces, básicamente, de jazz- un ciclo de conciertos de flamenco a lo largo del año por el que pasaron muchos de los principales nombres de este arte y que han retomado este año en otro escenario; el Teatro Calderón hizo lo propio durante varios años -bajo la dirección de Mercedes Guillamón-; al tiempo nuevos aficionados vallisoletanos del cante, baile y toque han ido surgiendo y presentándose en público con diversos espectáculos, actuaciones; se crea el Taller Flamenco y el Club Flamenco en la Biblioteca Pública de Valladolid. ¿Que esto haya sido propiciado por las Jornadas? Los hechos están ahí).

-Hagamos un balance de lo que han sido estos diez años de las Jornadas Flamencas.
-Me parece un poco arrogante por mi parte hacer el balance. Y es que las Jornadas han ido subiendo cada vez más, y en estos momentos están a unos niveles, podemos decir dentro de un formato medio, de lo mejor que se hace en España: por respeto, por la calidad, por la organización, por público, por muchísimas cosas. Sólo en el tema cultural han pasado por aquí los más importante, los 'pata negra', investigadores, escritores, periodistas del mundo flamenco: Ríos Ruiz, Blas Vega, Félix Grande, Gamboa, Núñez, Bohórquez, Vergillos... Y este año, con la presencia de Gerhard Steingress, Navarro y Castaño, que ya estuvo, tengo que pararme ahora a pensar qué personas vamos a traer para las conferencias. En el apartado artístico, empezando por Mayte Martín que fue la primera en venir, con Ramón Caro, y van a estar los dos este año clausurando las Jornadas, han pasado Esperanza Fernández, Poveda, Luis el Zambo, Carmen Linares, Rocío Molina, Capullo de Jerez, Arcángel... Y en las Pruebas Selectivas de aquí han salido varios primeros premios en cante, toque y baile: Juan Pinilla, María Juncal, Javier Conde -cuando tenía 14 años-, Miguel Ortega, Jesús Carmona... El resumen es muy positivo. Pero para tener una visión más objetiva de las Jornadas invitaría a entrar en google y busquen Jornadas Flamencas 'Ciudad de Valladolid'.

Manuel Bohórquez (dcha) en las Jornadas. Fotografía de Gerardo Sanz.

(De cara al futuro, no le faltan ideas a Pedro Sanz para ir ampliando, renovando, haciendo crecer las Jornadas. Para que esto suceda no depende tanto de un mayor presupuesto como de una mayor, digamos, ambición, compromiso con ellas por parte de quien hasta ahora sigue organizándolas, el Ayuntamiento. Algunas de esas propuestas han sido expuestas por Pedro, hace años, y recogidas en distintos medios periodísticos -trasnoches, cursos, exposiciones-, y en la presentación de esta nueva edición apuntó hacia la posibilidad de que las Jornadas pudieran establecer lazos fuera de su espacio actual mediante la relación con otros festivales, instituciones flamencas, y no sólo nacionales).
-Han pasado muchas cosas en estos diez años, ¿hay alguna que quisieras destacar?
-Muchas. Todas las actuaciones que ha habido han dejado una pincelada de buen arte. Mayte Martín metió unos tangos de Pastora Pavón, para enmarcar; Miguel Poveda, uff; Esperanza Fernández dio un recital que a mí me encantó... Ha habido ratos muy buenos. Pero de todo, de todo, yo me quedo con el recital del año pasado de Márquez el Zapatero cantando por Triana, a sus 85-86 años, con esa entrega, con esa voz... es lo que más me impactó, más me llevó al duende.


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