miércoles, 19 de junio de 2013

Flamenco y anarquía

"Lo más seguro es que la utopía sólo sea posible en el individuo. Y al único sistema político que se le podría aplicar es la anarquía” (Alan Moore, creador de cómics).

Se habla del cante anárquico de Agujetas; se señala a El Cabrero de anarquista; el escritor Caballero Bonald define el arte flamenco como “cartesiana anarquía” (“organizada gracias a las leyes del compás, a las que insoslayablemente se ha de ajustar”); el primer flamencólogo, Anselmo González Climent, se refería a la juerga flamenca -la verdadera, no la económica- como espacio de acontecimientos donde surge, “la fecundidad del desorden, el despilfarro flamenco y la anarquía de la plasticidad psicológica y artística del flamenquismo”.
El tocaor Tomatito en unas declaraciones decía que, “al flamenco le va la anarquía, nunca las dictaduras. Huyo de aquellos que nos quieren encasillar en un círculo del que no quieren que nos movamos. Nadie te puede mandar. A mí no me manda nadie”.

Ascaso, Durruti, Jover, anarquistas españoles.
Flamenco y anarquía, dos gritos sociales que, en primera instancia, han sido atribuidos como propios de l@s marginad@s, l@s desposeíd@s, l@s desahuciad@s, l@s hambrient@s, l@s humillad@s, l@s inadaptad@s a la circunstancia civil.
Un sistema político y un arte bien definidos, hechos (“el flamenco está hecho”, se dice y se acepta), pero como dijo Enrique Morente, “para aprender nuestros códigos se requieren quince años de estudio en Viena, comerse dos o tres membrillos en el pueblo de Beethoven y aun con todo y con eso no lo aprendes”. O como decía Manolo Caracol, “no se hace el cante –se hacen los zapatos-, el cante se va haciendo”.
El anarquismo se hace fuerte en España, como en ningún otro país, a principios del siglo XX, al tiempo que el cante jondo completa su larga etapa de destilación. El caldero en el que se han vertido siglos y siglos de historia musical, vital ha dado su último hervor, el manjar, el flamenco, está listo y se reparte a los comensales. Con tres ingredientes principales: “la desesperación filosófica del Islam, la desesperación religiosa del hebreo y la desesperación social del gitano”.
Los dos tienen un territorio principal, Andalucía. Y “España es Andalucía”, sostienen Carlos y Pedro Caba Landa, autores del libro, Andalucía, su comunismo y su cante jondo (como explican en el interior de su ensayo ese comunismo es el comunismo libertario).
El libro publicado en 1933, y reeditado en 1988 por la Universidad de Cádiz, acarreó múltiples discriminaciones políticas, laborales a sus autores durante los años de la tiranía de Franco, ignorante, maliciosa, pues tal era su naturaleza, de valorar la labor de quienes con espíritu y mente abierta habían ofrecido, con profundidad, sin alarde erudito, con espíritu libre, una interpretación del cante jondo, al cual admiraban intelectual y emocionalmente.
El Chozas y El Cabrero.
Los hermanos Caba inician su estudio del cante jondo, primero situándole en la época en que más o menos se fecha su ‘nacimiento’, mediados del siglo XIX –por las mismas fechas en que el anarquismo se introduce en este país- y la malentendida, reaccionaria postura de la intelectualidad del momento (generación del 98) hacia lo que significaba este arte popular lírico.
De ahí pasan a los antecedentes, las influencias reconocibles del flamenco, cuyos orígenes se remontan más allá de la invasión árabe, para adentrarse definitivamente en el pathos andaluz, el estilo de su cultura, en la que el cante jondo representa “el gesto más significativo de su espíritu”.
“Hay en la pena andaluza un sentimiento de solidaridad universal por dolor de todos los que sufren. Y aunque el cantaor alude con frecuencia a sus penas personales, canta seguro de la comunión laica en ellas de todos los que escuchan. El dolor se hace social (…) y entra un nuevo ingrediente de máxima significación: la rebeldía; que si rumiada se vierte hacia dentro y se sublima después en cante jondo, cuando se proyecta hacia fuera, en mecanismo de desahogo, produce el anarquismo andaluz”.

Sucesos de Casas Viejas.
Un anarquismo individualista, un comunismo libertario. Mientras, la música anglosajona suma instrumentos –y hace de la voz uno más- para expresar su angustia; el flamenco se basta con la voz, derriba y construye como dice el viejo dicho anarquista, y alcanza los mismos fines artísticos. Sin poner reparos a la suma de otros (guitarra, cajón, flauta, piano…), ni a la independencia de estos. Ni tan siquiera necesita el cante de una letra que cantar, tal es su expresividad (¿quiénes son los autores de las letras? Anónimos, en su mayoría. De todos). 

No le temo a la justicia

Ni a trabucos ni a puñales.

Ni a hombres de vara y media

Ni de dos varas cabales.

(Soleá)

El último capítulo del libro de Carlos y Pedro Caba Landa está dedicado a las letras del cante jondo, agrupados en tres grandes temas: Lo filosófico-religioso (Le preguntaron a Camarón si era religioso, respondió: “Creo en Dios porque es lo que nos tienen metío en la cabeza, ¿no? Creo en algo, pero más en la tierra que en lo de ahí arriba”), lo social y el amor (“Gracias al amor en todas sus formas, un pulso vigoroso de fe, de ternura y de apetito de vida, hidrata el panorama enervante y desolado de la psicología andaluza”, y para los hermanos Caba, “Andalucía es España”).


(Este texto apareció publicado en el nº 266 -marzo del 2013- en el suplemento cultural del periódico editado por el sindicato CGT. Fue una petición de un amigo sobre ese tema. En nuestro atrevimiento mandamos lo que aquí, ahora, traemos).

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