viernes, 25 de octubre de 2013

Recuerdo a Vicente Escudero, este domingo

"Empecé a bailar en Valladolid, mi ciudad natal. Mi infancia transcurrió entre gitanos. Por la atracción que ejercían sobre mí su carácter y sus costumbres, creo que mi primer gesto de niño debió ser el de hacer 'palmas'.
Todos los rapazuelos que eran mis compañeros de juego, cuando yo apenas tenía diez años, el que más y el que menos sabía hacer algún 'redoble' y yo les imitaba. Con frecuencia veía también bailar a los mayores en bodas y bautizos, donde jóvenes y viejos competían dando sus 'vueltecillas' de aficionados.
Me entendía tan bien con los gitanos, que en más de una ocasión, cuando niño, recuerdo haberles ayudado en sus 'correates' y chamarileos. Nunca olvidaré la primera vez que en una feria tuve que llorar abrazado a las patas de un escuálido caballejo, gritando:
-¡No me separéis de él, que es un caballo muy güeno, que nunca encontraré otro tan santito, no me lo quitéis!
El compadre comprador, convencido por mis llantos, formalizó la hoja de trato y se montó encima de él. No había pasado un minuto cuando salió por las orejas, pero todavía tardó menos tiempo en levantarse y salir corriendo detrás de mí, vociferando:
-Ahora sí que vas a llorar de verdad ¡granuja!
Menos mal que en aquella época corría yo más que un tren..."

Anécdota de su infancia contada por Vicente Escudero en su libro de memorias, Mi baile, "para ayudar a comprender la formación de mi carácter".


Escudero nació un 27 de octubre de 1888, en el nº 19 de la Calle Tudela, de Valladolid. Fue el 2º de 13 hermanos; su padre, de oficio, zapatero. Este domingo se cumplen 125 años de su nacimiento y en el Centro Cívico que lleva su nombre (C/Travesía de La Verbena, nº 1) se realizará, este mismo día a las siete de la tarde, un acto en su recuerdo. Participará Pedro Sanz, director de las Jornadas Flamencas 'Ciudad de Valladolid', con una charla sobre el arte y la figura del bailarín vallisoletano; y, a continuación, habrá un espectáculo de cante, baile y toque (Recogida de invitaciones en la Casa Revilla). Y hasta el 28 de noviembre permancerán expuestos, en el Centro Cívico, una serie de cuadros y dibujos suyos.

"Por entonces mi padre consiguió emplearme en una imprenta, donde empecé a aprender el oficio de marcador. Pero como mi verdadera afición continuaba siendo el baile, el ruido de las máquinas me atraía mientras trabajaba, y en él descubría ritmos que trataba de traducirlos en pasos, taconeando sobre el estribo. Me olvidaba de colocar el papel o le dejaba caer a los rodillos y distraía de su trabajo al resto del personal. Por esta razón fui despedido, una por una, de todas las imprentas de Valladolid".

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