lunes, 28 de octubre de 2013

Reflexiones sobre Vicente Escudero

Tal y como estaba previsto ayer, domingo, se celebró un acto en recuerdo del bailarín Vicente Escudero coincidiendo con la fecha de su nacimiento hace 125 años (27 de octubre de 1888). El acto se celebró en esta su ciudad natal, Valladolid, en el Centro Cívico que lleva su nombre. Asistieron unas 200 personas que prácticamente llenaron el salón de actos del recinto municipal. Pedro Sanz ofreció una charla, en la que dio buena y detallada cuenta de la vida del bailarín, desde su nacimiento hasta su muerte, relatando los momentos más significativos de su tayectoria artística. Terminó con una serie de reflexiones sobre el bailaor, que aquí os dejamos.

Detalle de la exposición de dibujos de Escudero en el CC.

"Pero Escudero fue también un genio porque su inteligencia natural y su intuición le llevaron a juntarse con aquellos de quienes podía aprender. Unía su orgullo de saberse el mejor -porque sin ser gitano ni andaluz ni tener antecedentes familiares en su arte, a fuerza de tesón, preparación y esfuerzo había logrado serlo-, con la humildad de reconocer, cosa tan infrecuente en los divos, la grandeza de aquellos que como él buscaban: Falla, Picasso, Miró, los surrealistas, Ontañón, La Argentina…
¿Quién si no un genio podía presentarse anciano, desdentado, con un patético bisoñé con tufos y los ojos pintados, anacrónico todo él y, al bailar, suspender todos los prejuicios y proporcionar la impresión de que se estaba asistiendo a un irrepetible acontecimiento? 
Vicente Escudero bailaba solemne, hierático, pero armonioso; rotundo, pero sutil en sus transiciones y cadencias. Su verticalidad parecía incrementar su no destacada estatura. Las caderas quietas, firmes, como comprimidas por un armazón, las manos planas con los dedos soldados entre sí. En otra ocasión, discutiendo con otros bailarines, les espetó que prefería bailar con el ruido del viento antes que, como hacían ellos, seguir como un perrito la música ratonera. En todo caso, incluso sus detractores reconocen que amplió y enriqueció el braceo, que hasta su aparición era muy corto en el baile masculino. Su austeridad estética no aminoró, si no que incrementó la plástica de sus danzas.

Cartel 'tomado' del blog de la amiga Orna.

Como señaló Vicente Marrero, desde sus primeros tiempos en París sufrió, a todas luces, la influencia cubista del más castizo cuño español, influencia que encaja bien con su figura netamente castellana, varonil y seca, porque todo son rectas en el más agudo e inteligente de nuestros bailadores: recto, su baile; recta su figura. Adoptó también señas de identidad del expresionismo, el futurismo y el surrealismo. De hecho, sus amigos vanguardistas tocaron todos los movimientos y disciplinas. Y no se olvide que esa interrelación no consistía en un floreo de conocimientos y perspectivas en torno al velador de un café, si no en un intercambio vital cotidiano. Las casas de unos y otros solían estar abiertas y el ocio creador les permitía asistir continuamente a eventos donde se encontraban para terminar la noche lo más fantasiosa y locamente que fuera posible. Man Ray, Juan Gris, Leger, Tzara, Buñuel, Modot, Picabia, Metzenger, Breton, Van Dongen, Eluard, Miró… se contaron entre sus compinches. Escudero siguió compartiendo hasta el final de su vida la amistad con los artistas más innovadores de las nuevas generaciones, como se puede comprobar por las ocasiones en que  incluyó su firma en manifiestos.
Aunque la figura de Vicente Escudero no haya alcanzado la popularidad de otros genios contemporáneos, su prestigio entre los conocedores, críticos,  intelectuales y artistas no ha tenido fisuras desde los años veinte hasta los ochenta. Folkloristas, estudiosos y flamencólogos han reconocido con respeto y admiración su radical importancia en el mundo de la danza.
Quienes tuvieron el privilegio de tratarlo reconocen que el personaje era tan interesante como su obra. Su inquietud creadora y su siempre indagatoria actitud vital se resumen en una de sus frases lapidarias: “A mí siempre me ha gustado lo que no entiendo”. 

El acto se cerró con un espectáculo a cargo de jóvenes flamencos vallisoletanos: Santi Borja (cante), Rubén Borjas (baile), Raúl Olivar (guitarra).


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