miércoles, 2 de julio de 2014

El taconeo de Carmen Amaya se fundía con el ruido de la Mascletá

Llegamos a Alicante, a su capital, el pasado 18 de junio invitados por el amigo Chemi para asistir, por primera vez, a la Mascletá. Ese mismo día, a las doce de la noche, se producía nuestro bautismo con este espectáculo pirotécnico, que marca el inicio de las fiestas de la ciudad alicantina, Las Hogueras de San Juan.
Nada, ni nadie nos había preparado para tal experiencia sonora. Casi fue como tener una visión, tal fue el impacto. Aquello no era un mero estallido de petardos de gran potencia y en una duración continuada que rebasaba los cinco minutos, allí había algo más… y apareció el flamenco. En concreto, Carmen Amaya.
Luego vendría la mascletá más pura, al día siguiente –y todos los días hasta el día 24-, pero la cita ya no sería de noche, sino a las dos del mediodía; los fuegos artificiales nocturnos ya no compartían protagonismo con las explosiones, eran un ruido, un sonido más en la traca total.
Días atrás se había hablado de Carmen Amaya con motivo de la presentación del libro de Montse Madridejos y David Pérez Merinero en la Tertulia Flamenca de la Biblioteca Pública de Valladolid. Quedando en el aire el por qué de su baile único e inexplicable. ¿Tal vez por eso se asociaron las imágenes de su baile con las explosiones de la mascletá?
Volcánico, electrizante, fuego, ritmo endiablado, como “granizo sobre los cristales“… se ha dicho sobre sus actuaciones, sobre su baile; también, “el tablao vibraba con inaudita brutalidad e increíble precisión”, que se asemeja mucho a las sensaciones que transmitía la mascletá al ir desarrollándose. Al aumentan el sonido, la potencia, se producían vibraciones que eran como golpes en el pecho, la piel de gallina, arrebato, júbilo, incluso una lágrima se deslizó por un rostro al finalizar uno de los espectáculos. Espectáculos que se celebraban en la Plaza de los Luceros, sus calles abarrotadas de numerosa gente (escuchábamos la mascletá desde un noveno piso; sí, para otra ocasión repetir la experiencia a pie de calle, a cambio se producía el momento gozoso de la nube de pólvora subiendo hacia tí, entrando por la ventana, envolviéndote, mientras reventaban poderosos y jubilosos los explosivos).


Buscan los artífices pirotécnicos un ritmo en la secuencia de sus explosiones, que es al entender de cada cual; unos según su idea estética sonora, otros directos al ruido puro y explosivo… y mi oído relacionaba algunos de los ritmos explosionantes con el taconeo flamenco  (y a veces para dar rienda suelta a lo que te hacía sentir la mascletá, taconeaba; otros acompañantes, encontraban similitudes sonoras con los ritmos de batería de la música metal o hardcore). 
Carmen Amaya es mediterránea como esta afición por el ruido, la pólvora (herencia árabe) y el fuego tan propia de estas tierras alicantinas, valencianas. Es la única relación cierta que puedo señalar (El pueblo gitano entró en España por Cataluña, bajó por Levante hasta llegar a Andalucía). El resto serían preguntas, misterios como los de por qué bailaba como bailaba Carmen Amaya.
¿Existirá una conexión entre las explosiones de la mascletá y el taconeo flamenco, el ruido de una y otro? (¿y el ritmo frenético de la rumba catalana, aportación genuinamente gitana en el área mediterránea?).
Un último apunte o sugerencia: Dicen que fue un gaditano quien en 1928 institucionaliza las mascletás de Alicante durante sus fiestas.

2 comentarios:

  1. Grande Benito! Un abrazo desde Alicante!

    Edu.

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  2. Gracias, amigo. Y aprovecho para agradecer la banda sonora de flamenco -y de otras músicas- que puso Agustín a nuestra disposición, que nos recibió con Antonio Mairena -disco en directo-, y luego tuvimos a Camarón, a Capullo, a la Paquera -qué potente despertar con la jerezana-, y otros. Días explosivos en Alacant. Salud!

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