martes, 13 de enero de 2015

Sobre evolución e innovación en el flamenco (una reflexión de Luis Soler) y parte 3


"Volvamos a la pregunta de antes. ¿Se es flamenco hoy? Convengamos en afirmar que hoy, hay menos bohemios y menos flamencos. Este gran contraste que está en el pensamiento de muchos, condiciona no sólo las formas evolutivas del flamenco, si no que además genera las condiciones para sus experimentos.
A mayor libertad más cultura, a más cultura mayor bienestar. Aquí esto que es así no cobra toda su dimensión en las artes. Ello puede interpretarse como una contradicción. Ningún arte es perfecto. No existe la perfección por mucho afán y empeño que pongamos en querer descubrirla. Tampoco existe un único camino para querer transitar hacia ella. El arte flamenco no contradice esta afirmación. Tan así es que este arte surgió de y entre los despojos de las clase sociales más débiles, y con ello, de las graves crisis de la civilización moderna. En estas clases encontró el flamenco su gran caldo de cultivo. ¿De qué otro modo se puede entender el papel jugado por los artistas flamencos, pese a las vicisitudes y humillaciones pasadas en las diversas etapas del mismo? También, o quizás por estas causas, floreció el flamenco en Andalucía. Esta región del mundo prefirió siempre ser foco de conquistas que luz conquistadora. De ahí que en este pequeño rincón del mundo se dieran moradas civilizaciones y pueblos tan diferentes.
Es cierto que durante las distintas etapas del cante, por decadentes que fueran, siempre han surgido elementos relevantes y ricos desde el punto de vista artístico. Con ello se han estimulado sus valores más sustantivos y singulares. Como ya hemos dicho esta semilla se da, fundamentalmente, entre las capas marginales de la sociedad. Valga el ejemplo de Jerez como gran comarca cantaora.

Juana la del Pipa/La Macanita.

Jerez, ciudad a la que acudimos hoy, en tiempos de no poca fusión y confusión a bendecir sus aportes, todavía y pese a esos avatares, sigue generando propuestas flamencas. Ahí está Juana la del Pipa, María Vala, Manuel Moneo, Luis el Zambo, el Torta, la Macanita, Fernandito Terremoto. Todos ellos en su madurez o juventud ofrecen formas tan flamencas como la que más, y ello es posible en la medida en que un territorio como Jerez sigue siendo cuna del flamenco. Ello da marchamo de autenticidad flamenca.
Desde el punto en que una persona es flamenca, vive, siente y piensa en flamenco, su arte, si lo tiene, será flamenco que es “sinónimo de gitano”. Con las excepciones que toda regla tiene, el flamenco como arte no puede explicar su origen en clave racial, aunque sí, en alguna medida, su desarrollo y profundidad. En ello convergen no pocos factores que ahora, por falta de espacio, se hace imposible abordar.
En el contexto citado, otros modelos musicales, que provienen de culturas foráneas como son las rancheras, boleros o tangos argentinos se tornan flamenco, en voces como la de la gran señora del cante que fue Pastora Pavón, igualmente de Antonio el Chaqueta, Bernarda de Utrera o Chano Lobato. Pero hay que tener en cuenta que ello sucede a causa de las omnívoras formas musicales festeras que tienen las bulerías, no así tanto con otros cantes.
Este acontecer está mucho más cerca de la innovación (fenómeno más dependiente del hacer y genialidad de un artista) que de la evolución (acumulación de las capacidades de varios artistas) siendo por ello una interesante cuestión para analizar. Sin embargo, algunos temas grabados por Enrique Morente, el Lebrijano, Mayte Martín, José Mercé, Niña Pastori y muchos más, quedan al margen de esos dos caminos y, si son flamencos o no lo son, tampoco se puede afirmar categóricamente. No obstante, algunas de esas propuestas pueden que estén en un terreno de nadie. ¿Dónde encajarlas pues? No tengamos prisa, el tiempo se encargará en decidirlo. En cambio otras propuestas de estos y otros artistas, se puede concluir exponiendo claramente, que de flamenco no tienen nada. Son temas distintos al flamenco, interpretados por artistas que sí son flamencos, pero nada más. Ni todo es innovación, ni tampoco evolución en el flamenco. Simplemente son músicas y cantos ajenos al flamenco, con los que el artista flamenco ni tan siquiera ha perseguido esa intención que a veces le asignamos.

Manolito de María (Flamenco Project)

La composición puede ser flamenca en la medida en que el artista la proyecte como tal. O sea, sin apartarse de sus raíces, conjugando los modos y las formas flamencas, sin descafeinar sus ritmos, sus aires y sobre todo sin que pierda un ápice de sus motivaciones intrínsecas.
Es muy honesto cantar (para uno) para sí mismo, también para cubrir la necesidad de otros que escuchen. Mas por ello, el ingrediente de transmitir lo que se canta nunca debe faltar. Si no fuera así el cante quedaría muy devaluado. Lo excelso y difícil es penetrar en el interior de quienes escuchan, despertar los sentimientos.
Sentimientos como capacidad de sentir, los tenemos todos, pero esa forma de transmitir emoción y de expresarse en flamenco... ese estar dentro de los carriles del cante gitano y flamenco, o sea, el acto finito de producir y transmitir el cante expresando su cultura lírica y exprimiéndose en esa pelea, en ese reto o desafío, el corazón y las entrañas; eso no lo poseen todos, ni aun reuniendo grandes recursos y cualidades para la lírica.
La acción de cantar no es suficiente si no se transmite, si no se pellizca el cante hasta lastimarse. Manolito de María nunca fue profesional, sin embargo, mejor que él, la soleá de Alcalá, quizás se encuentre únicamente en Antonio Mairena y Juan Talega, pero más pura no. Él la cantó sin barroquismos, sin influencias foráneas, con todo su primitivismo. Nadie advirtió que Manolito de María fuese un inmovilista, su cante por soleá tiene tanta pureza como las pinturas de Altamira. Él sólo cantaba lo que sabía, lo que sus vivencias entre sus gentes le habían hecho aprender en sus carnes. Ese caldo de cultivo, tan efímero, en el que bebió, fue su único alimento para ejercer la acción del cante. Expresaba el cante a pellizcos, hasta lastimar los huesos. Sin embargo, el tiempo y los medios -también su forma de ser ayudó a ello-, quisieron que fuese un don nadie para tantos y tantos andaluces. Nadie hace cuentas sobre las ganancias de un artista de ese calado, respecto de las que hoy perciben muchos artistas de la movida flamenca madrileña. Con éstas, se podía haber muerto rico y no siendo un hombre pobre. Guardemos silencio para no añadir más escándalo a este cuadro de tristezas y de torpezas. Hoy son muchos los artistas que comen de sus cantes.
No, no todo es cuestión de evolución ni de innovación, sino de autenticidad.  Eso es lo que falta; autenticidad en las jechuras del cante. Ni más ni menos. ¿Qué otra cosa es la pureza en el mismo?


Los padres de la flamencología moderna creen que sólo con dar voces, construir un estribillo “que suene” y un buen acompañamiento musical, cajones y flautas, es suficiente. Con eso creen que ya tenemos una recreación de bulerías  y tangos. Pero el cante para pervivir no necesita de estos injertos.
¿Quién, con autoridad, se atreve hoy a sentenciar que el acompañamiento del cajón o de la flauta, significa entrar en los moldes de la innovación, o el quedarse a solas, con la guitarra de acompañamiento, es todo un factor o síntoma de inmovilismo? ¿Se es inmovilista aceptar tal cual la Pastoral de Beethoven, las cantatas de Bach, el concierto para violín de Brahms, o el Requiem de Mozart? Para muchos cambiar por cambiar significa progreso, cuando las más de las veces, lo que se hace, es dar barniz a la parroquia y a los parroquianos.
Hace sesenta años, Fernando el de Triana se hacía esta pregunta. ¿Qué daño ha hecho la guitarra flamenca al cante, para que ésta sea tan maltratada? Hace más de sesenta años, Sabicas acompañado con el violín de Rafael de la Unión, para muchos un desconocido, graba fandangos, tarantas y media granaína. Al violín apenas si le faltó hablar: toda una joya flamenca. Ahí quedó grabado un gran encuentro entre la guitarra flamenca y el violín. Un buen ejemplo del que debemos sacar enseñanzas muy positivas, no por la novedad que supuso, sino por la frescura flamenca de dicho encuentro.
Lo verdaderamente importante en estos contrastes es que en el bien hacer de los artistas debe presidir, y por tanto mantener, el nexo común que el cante tiene con la tradición y los valores intrínsecos de sus formas flamencas, ¡en todas sus épocas! Defenderlo y divulgarlo es tarea de los más conscientes. Para divulgarlo, quién mejor que los artistas. El buen hacer de éstos es el mejor escaparate, el espejo más perfecto, su imagen más nítida.
Tiempo tenemos para lamentar lo que está sucediendo, pero no así los escenarios adecuados para elevar nuestras críticas y alternativas. Cuando afirmamos que la cultura está en manos de botarates y canallas, ni tan siquiera se atreven a censurar lo atrevido de una denuncia que algunos hacemos. Cuando escuchamos a esos entendidos de nada, al menos del flamenco, bendecir innumerables baratijas en los medios, nos entran ganar de vomitar. De ello también hacemos partícipe a muchos artistas que venden su arte a precio de saldo. Que se salve el que crea que reune méritos para ello, y el que no, que aprenda en el cuarto lo que en otro escenario difícilmente puede enseñarse.".


(Fin a esta reflexión de Luis Soler Guevara publicada en la extinta revista Candil -nº 121, mayo/junio 1999-, por un purista, como el mismo se define, sobre un tema recurrente en el ámbito flamenco. Habrá otras formas de expresar lo que Soler fija en términos de 'evolución e innovación', tal vez de utilizar otros términos que vengan a decir algo parecido e incluso más acertados o complementen, pulan esta reflexión, que algunos de nosotros compartimos en todo o en parte, pero que todos disfrutamos y apreciamos -¡Nos falta Agujetas!-.
Señalar la eliminación de algunos párrafos del artículo original referentes a la relación artistas/no artistas-administración pública tipo "¿Y qué decir del enchufismo en la administración de algunos artistas?", por no quedar claro a quién se refiere, si a todas, a la de Andalucía, ...; aunque el autor no concrete -y uno piensa, tal vez equivocado, que debería-, su opinión al respecto sí ha quedado plasmada -ver parte 2-.).

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