"Carmen Amaya,
Valeska Gert, Suzushi Hanayagi, Michael Jackson danza inclasificable. Yo no podría descifrar sus
estilos de baile... los veo como turbinas generadoras de energía y esto me hace
pensar en la importancia de la coreografía sobre esa misma energía del que
baila. Seguramente lo importante no es la coreografía, sino precisamente esa
energía, el torbellino que provoca.
Imagino una bobina
tesla atrayéndolos a todos y emitiendo un rayo sanador y provocando una
metamorfosis en los cuerpos: Pina Bausch como mantis religiosa, Raimund
Hoghe convertido en escarabajo pelotero, Vicente Escudero en insecto
palo y hasta Bruce Lee en escolopendra.
Bailé mi primer
dúo con mi madre, embarazada de 7 meses. Puede parecer una exageración. Aunque
casi siempre bailo solo, imagino que me acompañan fantasmas que hacen que
abandone mi papel de “bailaor de soledades”. No querría decir Didi-Huberman: de
soleares.
De pequeño, no me
gustaba el baile, pero era algo que salía de mí de una forma natural y fácil.
Casi instintiva. Con el tiempo me di cuenta que el baile curaba, me hacía
efecto, casi medicinal, me ayudó a no ser tan introvertido y a abrirme a otras
personas. He visto la imagen de un niño enfermo de ébola curándose a través de
la danza. Sé que es una superstición, pero, ¿sería eso posible?
Después, el baile,
acaba convirtiéndose en una obsesión que consume mis horas y que hace que baile
hasta cuando me quedo quieto, inmóvil, apartándome así de la realidad de las
cosas. No sé si esto es bueno, malo o necesario pero... así es. Mi hija Milena,
cuando estoy quieto en el sofá, pensando en mis cosas, con mi propio runrún, me
dice: papi, no bailes.
Y es que veo a la
gente moviéndose al andar por la calle, al pedir un taxi, al moverse con sus
diferentes formas, estilos y deformidades. ¡Todos están bailando!¡No lo saben
pero todos están bailando! Me gustaría gritarles: ¡hay gente que todavía no lo
sabe!, ¡todos estamos bailando! ¡los que no bailan no tienen suerte, están
muertos, ni sienten ni padecen! Me gusta la palabra fusión. No como
palabra de marketing, confusión para vender un determinado estilo, una marca.
Mejor fisión, una mezcla atómica: una coctelera con los pies clavados en el
suelo de Juan Belmonte, los brazos aéreos de Isadora Duncan y el
medio cimbreo de barriga de Jeff Cohen en Los Goonies.
Y con todos estos
ingredientes hacer una bebida agradable e intensa, que esté rica o amarga o se
te suba a la cabeza. Nuestra tradición también es esa mezcla, venimos de un
cóctel y los ortodoxos quieren esconder su fórmula secreta. Pero no, razas y
religiones y credos políticos, ¡todo se mezcla! ¡todos pueden bailar juntos!.
Quizás no agarrados, pero sí unos al lado de los otros.
Hay un antiguo
proverbio chino que dice así: el aleteo de las alas de una mariposa se puede
sentir al otro lado del mundo. Cuando una mosca levanta el vuelo en Japón,
un tifón sacude las aguas del Caribe. Pedro G Romero, después de un
aplastante baile por sevillanas, dice: el mismo día que cayó la bomba en
Hiroshima, Nijinsky repitió su gran salto en un bosque de Austria. Y yo
sigo imaginando: un latigazo de Savion Glover hace girar a Mikhail
Baryshnikov. En ese momento, Kazuo Ono se queda quieto y
provoca una cierta electricidad en María Muñoz que piensa en Conrad
Veidt y obliga a que Akram Khan provoque un terremoto en su camerino: se
mueven sus cascabeles y el suelo se tiñe con las gotas cansadas de su sudor.
Me gustaría poder
dedicar este Día Internacional de la Danza y estas palabras a una
persona cualquiera que en el mundo esté bailando en este justo momento. Pero,
permitidme una broma y un deseo: bailarinas, músicos, productores, críticos,
programadores, demos un fin de fiesta, bailemos todos, como lo hacía Béjart,
bailemos a lo grande, bailemos el Bolero de Ravel, bailémoslo juntos.".
Israel Galván (escrito para ITI -International Theatre Institute- el 1 de abril de 2015 con motivo de la celebración del Día Internacional de la Danza, y como nos ha parecido tan sugerente lo que transmite nos hemos tomado la libertad de traerlo aquí -y que nos perdonen pr no pedir permiso-; el 'bailemos todo' que entona el bailaor es liberador, igualitario, universal y por derecho ¡Nos unimos al baile!).
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