lunes, 9 de enero de 2017

El sentir flamenco sin sitio en lo mejor del 2016

El cambio de año trae consigo los balances, y en el apartado musical destacan las listas. Las de los mejores discos del año que finalizó. La mayoría de estas listas pertenecen al ámbito de las músicas no flamencas. En el flamenco se destila poco este tipo de listas, como mucho algún tipo de artículo resumiendo lo acontecido a lo largo del, en este caso, 2016; aunque hay algún ejemplo como éste, sobre el que sus responsables se encargan de matizar: "No hemos tenido acceso a toda la producción discográfica de este 2016 y la siguiente lista la hemos elaborado con las grabaciones que hemos escuchado y que hemos conseguido mayormente comprándolas y alguna vía de promoción".
Honestidad. Y muestra del estado discográfico -¿industrial?- del flamenco señalado en la palabra "promoción".

Para algunos flamencos, uno de los mejores discos del 2016.
En las otras listas no encontramos flamenco. Sí flamencos en alguna dedicada a las 'músicas del mundo', discos de fusión a cargo de guitarristas, principalmente, de grupos. No encontramos ningún disco de flamenco 'puro' (a lo mejor lo hay, no es uno exhaustivo en esto; creo recordar que El Niño, de Rocío Márquez, sí figuró en alguna lista de pop o de world music, en su momento).
¿Es esto bueno? ¿malo?. Sí, no, ni una cosa ni la otra. Es una constatación de dónde se encuentra el flamenco, una música como las demás en cuanto a tratar de sentimientos. Eso sí, de una forma diferente, la cual parece dificultar el llegar de manera generalista, universal, como si le faltara simpatía para con otros corazones.
A mí me gusta que el flamenco siga siendo como es. Su cante singular se muestra como un desafío a las formas musicales existentes. Que siga sin hacer concesiones de accesibilidad para con el público. El flamenco sí busca la simpatía con el otro, los otros, pero en igualdad de condiciones, de esfuerzo por ambos lados. ¿Que de eso no vive el/la artista?
Recuerdo a un amigo decirme que el verdadero flamenco es el que se hacía en las familias, en las casas. En aquellas reuniones que podían derivar en fiesta, pero también podía surgir una confesión jonda, individual, pero que expresaba lo colectivo; no era un corazón solitario, sino el corazón de otros corazones.
Ningún reproche a que no aparezca el flamenco en estas listas. Y esperanza en que se produzca un cambio en la relación músic@-público; hay señales, y no de ahora, que llevan gestándose desde hace un tiempo, y me estoy refiriendo al ámbito de la música pop, en la que hay un público que no siente como se sentía antes -quiero pensar que no es lo mismo el oyente de los Beatles que el de Björk-, aunque se sigan tratando los mismos sentimientos.

Esto afectará al flamenco, al de la fusión también. Recuerdo un concierto de Paco de Lucía y su grupo hacia el 2011. Me sonaba a los 80, y seguía siendo hermoso, genial, para mí era reconocible la belleza y antigüedad de ese sonido, lo viví. También supe que el tocaor no iba a encontrar un sonido del siglo XXI, ya no le pertenecía, salvo el seguir haciendo lo suyo bien (¿Por qué crees que su último disco fue Canción andaluza, un retorno a sus orígenes? Podría ser considerado como un regresar para impulsarse hacia adelante; creo más bien que tenía que ver con un arreglar cuentas con su pasado, honrarle desde la sabiduría de la madurez. Él ya hizo su esfuerzo en su momento al capturar la banda sonora del sentir de aquellos tiempos ¿Los guitarristas de ahora están en eso también? ¿Escuchan o se dirigen a los que escuchan a los Alborán, Carrasco, Sanz o a James Blake, XX? ¿a Aries o a Malú?).
También estoy bastante convencido de que si el flamenco que se hace o está por venir aunque conecte con la banda sonora del sentir nuevo actual, seguirá siendo el mismo y sin entrar en las listas. Claro que también estoy abierto a maravillarme.

(Este artículo está inspirado por éste, que a su vez viene de éste. Comparto).

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