“Ya
tenía yo 14 años o así, cuando vi en el Teatro Zorrilla (Valladolid) a Carmen
Amaya con su familia, con los gitanos. Verla bailar, era la maravilla que te
embarga. Ahí fue donde me enamoré del baile y del flamenco (...) Después
vino el ballet de Antonio (el Bailarín) al Teatro Lope de Vega, por dos días. Yo me fui el
primer día y ya… me volví loco, enamorado totalmente del baile. Y el segundo
día de actuación llegué y entré en el camerino...".
Un comienzo para una historia, la de la trayectoria profesional y artística de Rodolfo Otero, bailarín, bailaor, maestro de baile, recogida en un libro, Rodolfo Otero: Amor por la danza, a presentar el viernes 21 de abril en su ciudad, Valladolid, en la Casa Revilla (siete y media de la tarde), y cuya autoría es de este que os escribe.
Una historia que siempre me atrajo, cuando me contaba partes de ella en la larga convivencia que mantuvimos como vecinos del mismo edificio. Con el paso del tiempo, el interés compartido con otr@s amig@s por la figura de Rodolfo; la irritación por el desinterés o el selectivo interés de esta ciudad, Valladolid, por sus artistas, sus personas de la cultura y reconocer su valía; mi relación cada vez mayor con el flamenco fueron conformando la idea de dejar constancia de la vida de Rodolfo. Y hacerlo por escrito ha sido la forma que finalmente ha tomado (y no será la única).
Una historia que siempre me atrajo, cuando me contaba partes de ella en la larga convivencia que mantuvimos como vecinos del mismo edificio. Con el paso del tiempo, el interés compartido con otr@s amig@s por la figura de Rodolfo; la irritación por el desinterés o el selectivo interés de esta ciudad, Valladolid, por sus artistas, sus personas de la cultura y reconocer su valía; mi relación cada vez mayor con el flamenco fueron conformando la idea de dejar constancia de la vida de Rodolfo. Y hacerlo por escrito ha sido la forma que finalmente ha tomado (y no será la única).
La historia que cuenta Rodolfo tiene esa épica inherente al flamenco donde cada artista es singular, una excepción, incluso, como lo fue Rodolfo en la Compañía de Antonio Ruiz Soler, Antonio el Bailarín, 'el dios de la danza', el dominador absoluto del baile español y/o flamenco desde la década de los años 50 hasta casi los 70, del siglo pasado.
Excepción porque llegó a la compañía sólo con el aprendizaje flamenco, adquirido en su ciudad, al tiempo que trabajaba, entrenaba para ser boxeador ("Eso de que no tienes para nada ¡tienes tiempo para todo! solo que no quieres. Los cuentos de que no puedo y no puedo"). Una compañía donde quienes serían sus compañer@s "venían formados", tenían la carrera de baile, de danza. Y Rodolfo tuvo que aprender, a sus casi veinte años.
"No sé cuánto tiempo duró aquel aprendizaje. No se llega a dominar, ello te domina a ti. No te imaginas cuánto cuesta. Una quinta posición no la llegas a hacer así, porque te dé la gana. Pies yuxtapuestos, uno para allá y el otro para allí, eso no lo haces en un momento. Y luego ten el equilibrio y luego moverte… Y cuanto más mayor (de edad), más duro es y más desorganizado estás para hacer la organización que tiene el ballet".
Y pudo. Entró siendo el último y llegó a ser el primero. A ser El Corregidor en El sombrero de tres picos, la versión de la obra de Manuel de Falla, que encumbraría a Antonio como coreógrafo, a nivel mundial.
Rodolfo Otero: Amor por la danza es la historia de ese ascenso contada por el propio bailarín vallisoletano, a la edad de 84 años, a lo largo de una serie de charlas que mantuvimos durante el mes de julio del 2016.
También son otras historias, las del antes y después de la historia principal. Historias de su infancia, de y con su familia, en el tiempo de la postguerra civil española, el de los años del hambre y la miseria moral; años en los que a nadie se le esconde que la vida es ataque y defensa, y no queda más remedio que elegir. Tiempo donde el flamenco suena a Antonio Mairena, el Gallina, Chaleco, Chano Lobato, Manuel Morao... los cantaores y tocaores de Antonio. Y en el baile estaban, además de Antonio y Carmen Amaya, figuras como Pilar López o Vicente Escudero.
Es el tiempo de infancia y adolescencia para Rodolfo, de sentimientos en ebullición, de forja de un carácter, de vivir aventuras que irán transformándose en búsqueda de la libertad.
Bailarines y bailarinas, bailaores y bailaoras coinciden en una palabra: Libertad. El baile es la expresión de esa búsqueda (Cualquiera que haya sentido la necesidad de bailar, aun no siendo un profesional, también lo sabe, lo siente). Es el medio para conseguirla, sentirla, saber que es posible, y transmitirlo. El Arte de la Danza, como se decía en los tiempos de Rodolfo, porque baile no tenía la suficiente categoría para el mundillo cultural de entonces. Al igual que se llamaba bailarín al bailaor.
"En la época que yo he vivido, en aquellos años, el flamenco estaba denostado ¡bah! el flamenco. Porque era de taberna, según ellos. El flamenco estaba mal visto, era como beber vino tinto en porrón. Lo bueno, lo aceptable tenía que ser de marca y descorchado".
Y como el flamenco, Rodolfo es intenso en extremo. En todo lo que dice, piensa, siente, cuenta. Y esta intensidad ha facilitado en mucho la elaboración del libro.
Dejémoslo aquí, tiempo habrá para volver a Rodolfo, de quien nos hemos ocupado en este blog, como esta entrevista de hace tiempo y que os puede dar una idea de su sentir, pensar, de su carácter.
El libro será publicado por la editorial vallisoletana, Ediciones Fuente de la Fama. Con una tirada limitada y numerada de 225 ejemplares, con quince fotografías, un cuidado diseño y terminó de imprimirse, "en la primera quincena de marzo 2017, florecidos almendros y prunos, en medio de unos días primaverales, con los termómetros por encima de los veinte grados. Luego llegaron los vientos y volvió el frío, pero el bien ya estaba hecho. El ángel del baile había pasado" (Julio Martínez, editor).
Excepción porque llegó a la compañía sólo con el aprendizaje flamenco, adquirido en su ciudad, al tiempo que trabajaba, entrenaba para ser boxeador ("Eso de que no tienes para nada ¡tienes tiempo para todo! solo que no quieres. Los cuentos de que no puedo y no puedo"). Una compañía donde quienes serían sus compañer@s "venían formados", tenían la carrera de baile, de danza. Y Rodolfo tuvo que aprender, a sus casi veinte años.
"No sé cuánto tiempo duró aquel aprendizaje. No se llega a dominar, ello te domina a ti. No te imaginas cuánto cuesta. Una quinta posición no la llegas a hacer así, porque te dé la gana. Pies yuxtapuestos, uno para allá y el otro para allí, eso no lo haces en un momento. Y luego ten el equilibrio y luego moverte… Y cuanto más mayor (de edad), más duro es y más desorganizado estás para hacer la organización que tiene el ballet".
Y pudo. Entró siendo el último y llegó a ser el primero. A ser El Corregidor en El sombrero de tres picos, la versión de la obra de Manuel de Falla, que encumbraría a Antonio como coreógrafo, a nivel mundial.
Rodolfo Otero: Amor por la danza es la historia de ese ascenso contada por el propio bailarín vallisoletano, a la edad de 84 años, a lo largo de una serie de charlas que mantuvimos durante el mes de julio del 2016.
También son otras historias, las del antes y después de la historia principal. Historias de su infancia, de y con su familia, en el tiempo de la postguerra civil española, el de los años del hambre y la miseria moral; años en los que a nadie se le esconde que la vida es ataque y defensa, y no queda más remedio que elegir. Tiempo donde el flamenco suena a Antonio Mairena, el Gallina, Chaleco, Chano Lobato, Manuel Morao... los cantaores y tocaores de Antonio. Y en el baile estaban, además de Antonio y Carmen Amaya, figuras como Pilar López o Vicente Escudero.
Es el tiempo de infancia y adolescencia para Rodolfo, de sentimientos en ebullición, de forja de un carácter, de vivir aventuras que irán transformándose en búsqueda de la libertad.
Bailarines y bailarinas, bailaores y bailaoras coinciden en una palabra: Libertad. El baile es la expresión de esa búsqueda (Cualquiera que haya sentido la necesidad de bailar, aun no siendo un profesional, también lo sabe, lo siente). Es el medio para conseguirla, sentirla, saber que es posible, y transmitirlo. El Arte de la Danza, como se decía en los tiempos de Rodolfo, porque baile no tenía la suficiente categoría para el mundillo cultural de entonces. Al igual que se llamaba bailarín al bailaor.
"En la época que yo he vivido, en aquellos años, el flamenco estaba denostado ¡bah! el flamenco. Porque era de taberna, según ellos. El flamenco estaba mal visto, era como beber vino tinto en porrón. Lo bueno, lo aceptable tenía que ser de marca y descorchado".
Y como el flamenco, Rodolfo es intenso en extremo. En todo lo que dice, piensa, siente, cuenta. Y esta intensidad ha facilitado en mucho la elaboración del libro.
Dejémoslo aquí, tiempo habrá para volver a Rodolfo, de quien nos hemos ocupado en este blog, como esta entrevista de hace tiempo y que os puede dar una idea de su sentir, pensar, de su carácter.
El libro será publicado por la editorial vallisoletana, Ediciones Fuente de la Fama. Con una tirada limitada y numerada de 225 ejemplares, con quince fotografías, un cuidado diseño y terminó de imprimirse, "en la primera quincena de marzo 2017, florecidos almendros y prunos, en medio de unos días primaverales, con los termómetros por encima de los veinte grados. Luego llegaron los vientos y volvió el frío, pero el bien ya estaba hecho. El ángel del baile había pasado" (Julio Martínez, editor).
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