domingo, 16 de julio de 2017

Agujetas, Antonio Gades, Paco de Lucía en el 'Examen de ingenios', de Caballero Bonald (y 2)

Manuel de los Santos Agujetas, Antonio Gades y Paco de Lucía son los otros tres genios que evoca, traza su semblanza artística y personal, por el trato que tuvo con ellos, el escritor José Manuel Caballero Bonald en su nuevo libro, Examen de ingenios (Seix Barral, 2017). Ellos tres se suman a Niña de los Peines y Antonio Mairena, como ya señalamos en la entrada anterior.
De Agujetas, del cantaor que, nadie como él, entre todos los cantaores que tuve oportunidad de oír, que fueron muchos, me conmovió tanto y de ma­nera tan imborrable, podemos acceder al texto entero de su semblanza en este enlace.


Sobre el bailarín Antonio Gades dice Bonald: Llegó al baile flamenco como podría haber llegado a la pintura o a la música y como llegó al marxismo: por pura avidez justiciera de conocimientos (...) La labor de Antonio Gades consistió fundamentalmente en trasplantar las herencias populares al lenguaje culto de la danza (...) nadie lo aventajó en esa difícil alianza entre la sensibilidad antigua del flamenco y las modernas técnicas del ballet europeo (a través de) la mise en scéne, por el montaje austero y estéticamente impecable (de sus coreografías).
El escritor jerezano mantuvo una estrecha relación personal con el bailaor (y su mujer Pepa Flores, a quien dedica un 'examen' en su libro), también una relación artística trabajando juntos en el montaje de Fuenteovejuna.


Sostenía que la música estaba hecha de la misma sustancia que la vida. De ahí arranca su aprendizaje y ahí culmina su magisterio, escribe sobre Paco de Lucía, de quien recuerda un encuentro en su casa con Camarón de la Isla, Pepe de Lucía y el pintor Paco Rebes.
Convertido en uno de los grandes reformadores de la guitarra, quiso llegar a más (...) El silencio era para él la fortaleza inmanente de su corazón... partidario de la felicidad y el sosiego... virtuosismo enigmático, imprevisible por momentos... la estética del duende... 
El duende 'aparece' en las semblanzas de Caballero Bonald sobre estos cinco genios; cree uno como señal del tiempo flamenco -y literario- vivido por el escritor jerezano (El duende -el tarab de los árabes- ese núcleo de la sensibilidad donde se cruzan el dolor y el placer y donde surge de pronto la secreta emoción comunicativa del cante). Un duende que, cree el poeta al hablar de Paco de Lucía, ha perdido su utilidad significante porque se ha entrado en otro tiempo flamenco. Tal vez se le llame de otra manera (el ángel decían algunos; Morente, por ejemplo), o de ninguna. Pero su sentido permanece.


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