viernes, 8 de junio de 2018

"Madrid. Capital del cante", por José María Velázquez-Gaztelu (1978. Revista La Calle. 2ª parte)

"Madrid ha atraído siempre a los cantaores flamencos. Pero no sólo a sus escenarios o tablaos. El cante vive también en ese círculo de pobreza y abandono que es el otro Madrid, el que vive de espaldas a las luces y relumbrones del centro. El reportaje que publicábamos en el anterior número de La Calle hablaba de estos aspectos y del intento de integración de los gitanos en el ambiente ciudadano, Ahora, en el segundo y último reportaje de la serie, son otros ángulos complementarios los que se describen".
Introducción a la segunda parte del artículo aparecido en el nº 5, de mayo de 1978, de la citada revista, firmado por José María Velázquez-Gaztelu, cuya primera parte ofrecimos en una anterior entrada de este blog coincidiendo con el reconocimiento que este viernes las XV Jornadas Flamencas 'Ciudad de Valladolid' tan merecidamente tributa al autor del reportaje, por el que sería premiado por la Cátedra de Flamencología en 1979, el segundo de los cuatro que ha recibido de la Cátedra a lo largo de su vida flamenca.
Nota: El acto de reconocimiento a Velázquez-Gaztelu, con la entrega del Premio José María Capuletti, tendrá lugar en la Sala Concha Velasco, del Lava, a las ocho de la tarde y anticipo de una jornada de intenso flamenco en directo con los recitales de Rocío Márquez y Jesús Méndez (21.00 horas) y -en el Patio de los Naranjos, del Lava-, de Israel Fernández (23.30h.). Este viernes.

  
Esta segunda parte se centra en el mundo flamenco madrileño, de sus tablaos y de diversos cantaores (Sordera, Menese, El Piki...) y lleva por título, "Esto va como el país, to tieso", a su vez dividido en cuatro partes. La primera:

"CAFÉ DE CHINITAS"

El tablao constituye un factor importante en la vida profesional de los artistas flamencos. Para unos representa un medio seguro, para otros un punto de arranque y promoción a nivel público, para todos una necesidad de la que no es fácil prescindir. Incluso las grandes figuras acuden al tablao, si no de forma continua, al menos temporalmente.
Manuel Velasco es el vicepresidente de la Asociación de Tablaos Flamencos y el director de uno de los más prestigiosos de Madrid, Café de Chinitas: "Los tablaos se mantienen porque existe una corriente turística. El ochenta por ciento del público lo componen extranjeros. El español no es consciente del valor del flamenco, que, por otro lado, es un arte que carece de divulgación. Por eso, y más ahora, tenemos muchas dificultades económicas. El mantener un negocio de estas características implica un riesgo continuo, porque al ser el aforo muy reducido, y caro el concepto, el día en que el local no se llena ya se pierde dinero. Aparte, claro está, de las elevadas cargas, entre ellas la nueva disposición donde consta que tenemos que abonar un cincuenta por ciento de impuesto suntuario".
El organizar y poner en marcha un tablao lleva consigo el hacer una serie de concesiones a un público que, si en el mejor de los caos es respetuoso, generalmente carece de un conocimiento del arte flamenco: "Para mantener un tablao hay que tener en cuenta que es algo comercial. De eso no cabe duda. El espectáculo ha de resultar ameno: cambiar de cuadro, poner una chica guapa detrás de un cantaor, etcétera. Hay que darle gusto a toda la gente. Si pusiéramos sólo niñas guapas, sería ridículo; si incluyéramos nada más que señoras muy flamencas, se nos hundiría... Hay que conseguir algo distraído, sin perder pureza".
A pesar de todo, y en la actualidad -recuerda, 1978- para el negocio de los tablaos parece que se aproxima una etapa de decadencia: "Sí, hay una crisis de tablaos flamencos, porque llevan una línea de flotación muy alta. Todos los días, cuando abrimos la puerta, sabemos a lo que nos estamos exponiendo. Desde luego, este problema va a ser presentado al ministro de Cultura, que si se niega a atendernos, no sabemos dónde van a ir a parar los artistas, que en el orden del setenta u ochenta por ciento, están trabajando en los tablaos de Madrid".

 
Tres artistas que trabajan en los tablaos madrileños: Enrique Soto, Tony Maya y Antonio el Piki. Los tres proceden de Andalucía. El primero, de Jerez; los otros dos, de Granada. Han decidido vivir fuera de su tierra. Lo imponen las circunstancias. A Enrique Soto le viene de antiguo, "porque mi padre, que es también cantaor, tuvo que venirse hace ya bastantes años. En Jerez no hay suficiente trabajo para sacar la familia adelante". Tony Maya se vino a Madrid, "porque en mi tierra no tenía posibilidad de ser artista. Aunque canto desde siempre -mi familia es gitana-, sin embargo, para formalizar la situación y llegar a un poco más, hay que vivir en Madrid, aunque estemos encerrados en un piso y recordemos la libertad con que vivíamos en Granada. Pero, de todas maneras, nuestras costumbres gitanas, o al menos lo que sentimos muy profundamente como gitanos, no pueden cambiar". Para El Piki, "Madrid es la plaza más difícil y donde nos hacemos, por eso es necesario. Desde que estoy aquí, mi vida ha cambiado tanto artística como económicamente, porque, por desgracia, en mi tierra, que es muy bonita, no hay nada que hacer. En Madrid no me encuentro desarraigado, sino que cuando canto, testimonio a mi pueblo acordándome de Granada".
Según el artista, el tablao puede servir para potenciar sus posibilidades expresivas, o, por el contrario, para restarle capacidad. Tony Maya se considera un artista formado en el tablao. El Piki cree que éste, "no hace mal a nadie, todo lo contrario. Es una época de desarrollo donde nos habituamos al público. Creo que esta especie de periodo de engrase va en beneficio del artista". No obstante, Enrique Soto piensa que no, que en "el tablao, sobre todo si acompañas a una bailaora, tienes que cambiar por fuerza la forma de cantar para amoldarte a su baile, y no das de sí todo lo que eres. Luego tenemos al público que, la mayoría de las veces, y durante la actuación del cuadro, viene a divertirse, hablar de negocios o a relacionarse; sólo atiende a la figura o atracción porque se le exige algo de silencio". "Si estamos actuando en cuadro, por muy buenos artistas que seamos, cuesta mucho trabajo que el público atienda. A pesar de todo, el artista debe entregarse, aunque gane poco dinero; debe superarse, aunque no se le escuche debidamente", dice Tony Maya. El Piki se queja de que el público "es muy raro en el mundo del espectáculo, pero creo que el artista que se entrega tiene más posibilidades de ser atendido. Lo que no puede ser es que algunos salgan al tablao como quien va a pasearse; eso es falta de conciencia profesional".

El aspecto económico es un factor decisivo para el desenvolvimiento de estos cantaores en Madrid. Tony Maya no depende exclusivamente del tablao, "voy a tocar las palmas a muchas grabaciones, tengo buenos amigos que me llaman a las fiestas, he hecho un disco recientemente, etcétera, porque con lo que se gana en el tablao no tenemos ni para medio comer". Para El Piki, los artistas flamencos no están considerados como debieran, y en el aspecto económico lo pasan mal: "Si las primeras figuras estuvieran mejor pagadas, acabarían atrayendo al público y llenando los locales". A Enrique Soto el tablao le da, "para medio vivir. Personalmente, este problema lo soluciono haciendo viajes al extranjero como cantaor. El flamenco va como el país, muy mal económicamente. Todo er mundo tieso".

  
SORDERA

Manuel Soto 'Sordera' es uno de los máximos representantes del cante de Jerez y sus últimas grabaciones le han colocado en el grupo de artistas flamencos de primera línea. Con una larga experiencia, Sordera, gitano del barrio de Santiago, tuvo que dejar su tierra y venirse a Madrid.
"En un principio trabajé en el campo de Jerez; luego, cuando fui algo mayor, me dediqué a cantar, sobre todo en las fiestas pagadas por los señoritos, que era donde me buscaba la vida. Más adelante, al ver que allí no tenía nada que hacer, decidí venirme. Entonces, mi vida cambió como de la noche al día".
"A mí no se me puede olvidar mi tierra, que es lo que más me gusta. Allí nací y me crié. Gran parte de mi familia sigue viviendo en Jerez, por eso Madrid  no influyó para nada en mi cante; lo único que tuve que hacer fue ampliar mi repertorio con estilos más superficiales, que eran los que por desgracia privaban en los tablaos".
"Por aquella época conocí muy de cerca las fiestas flamencas organizadas en las ventas de las afueras de Madrid. Generalmente, el que pagaba no tenía ni idea de flamenco y sólo quería escuchar rumbas y algún fandanguito. Iban a la chusma y al cachondeo. Por eso era prácticamente imposible cantar algo serio y que mereciera la pena, Pero bueno, se puede decir que con esas fiestas he criado a mis hijos, porque los sueldos de los tablaos eran más bien escasos".
"En la actualidad, Madrid posee unas ventajas de tipo económico: hay lugares donde trabajar, se graban discos y, en último caso, siempre existe la posibilidad de formar un grupo con otros compañeros y marchar durante una temporada a actuar fuera del país".



"LA CARCELERA"

Bajo el nombre del cantaor local, o la denominación del estilo de la zona, las peñas flamencas son en la Baja Andalucía tan numerosas como sus pueblos y ciudades. En Madrid también existen peñas, generalmente fundadas por grupos de andaluces, como resultado del proceso migratorio, para dar cabida no sólo a los aficionados al cante, sino que constituyen focos de intereses regionalistas. Una de ellas, destacada, es La Carcelera, cuya organización corre a cargo del malagueño José Luis López del Río:
"Nuestro trabajo en La Carcelera empezó en el año setenta, y, por lo tanto, anterior a los movimientos andalucistas. No obstante, en este sentido, nuestro manifiesto del setenta y cuatro ya reivindicaba una serie de cosas. La Asociación se mantiene independiente políticamente, entre otras cosas porque con los partidos hemos tenido unas desgraciadas experiencias. Esto no tiene nada que ver con una convicción teórica. Lo que sí podemos decir es que la colaboración se ha dejado de producir, porque no entendemos que un partido -sea el que sea- reivindique la cultura andaluza, que ni siquiera conoce ni se esfuerza por conocer".
"Nuestro objetivo es investigar y divulgar la cultura popular andaluza y todo lo que se refiera al flamenco. Esto no es exclusivamente una peña, sino una asociación que se centra esencialmente en el flamenco, porque entendemos que este arte, siendo el más antiguo de Andalucía, es, a su vez, el más vivo, el más universal y el que estéticamente aporta soluciones más modernas a una serie de problemas que tiene planteado el arte actual. Aparte de esto, en La Carcelera se proyectan películas, se dictan conferencias, se editan hojas informativas, salimos a barrios y Colegios Mayores, etcétera. Siempre estas actividades están relacionadas con Andalucía. También los sábados por la tarde se hacen recitales de flamenco, pero quitándole su contexto teatral, incluso, no está permitido aplaudir".
"Estamos muy limitados por la cuestión económica, el hecho de ser independientes y no hijos de papá, no cabe duda que te condiciona. A pesar de todo, la gente se puede inscribir primero como simpatizante y luego como socio. Casi todos se quedan en lo primero, ya que aparte de pagar una cuota hay que fregar el local, pegar carteles, etcétera, porque está claro que es más fácil consumir cultura que gestionarla".

MENESE Y MORENO GALVÁN


Hablemos de José Menese, natural de La Puebla de Cazalla, en la provincia de Sevilla. Sobre los años sesenta revolucionó el flamenco, rompiendo todos los esquemas literarios en que se basaban las letras de los cantes. Establecido en Madrid, concretó sus actuaciones ante públicos que ningún otro artista, al menos tan directamente, había frecuentado: "Como tantos otros, me he tenido que venir a Madrid; sin embargo, no he perdido el contacto con Andalucía. Incluso las épocas en que por circunstancias he vivido el ambiente flamenco madrileño con más continuidad, siempre me he rodeado de artistas andaluces. El tiempo que trabajé en el tablao Zambra fui compañero de gente tan importante como Manolo Vargas, Pericón o Rafael Romero. Cuando llegué, tuve la suerte de estar rodeado de personas que me ayudaron mucho, como Caballero Bonald o Fernando Quiñones. Comprendo que haya quien no ha sabido adaptarse, o que no ha tenido esa suerte. De todas formas, pienso que vivir en Madrid es interesante, aunque sin duda estemos más a gusto en nuestra casa de Andalucía"
"Sabemos que existe lo que se ha dado en llamar la escuela de Madrid -que es una forma de entender el cante-, a la que muchos flamencos que vienen de otras zonas temen porque no quieren verse absorvidos por algo ajeno a su manera de expresarse. Nosotros no hemos tenido relación con ese mundo", dice Francisco Moreno Galván, pintor, también de La Puebla de Cazalla, y uno de los hombres que con dedicación más profunda y seria se ha enfrentado al hecho flamenco.
En Madrid, el cante, que hasta entonces había sido un producto para élites, cambia de lugar, de público, y entra en la fábrica y en la Universidad. Allí tiene una función radicalmente distinta: "El cantar para obreros o universitarios no implica ninguna limitación; es el cantaor quien impone sus condiciones. Si el artista, como es mi caso, está comprometido políticamente, por supuesto que lo que haga tiene un interés ante un público determinado. Si el cantaor y los que escuchan acaban identificándose, si estos dos mundos se unen, es algo importante. Por eso creo que si al obrero le cantara cosas que no le dicen nada, no se establecería esa comunicación". José Menses sigue diciendo que, "el universitario, como tal, tiene unas inquietudes. Conocía un flamenco que arrastraba desde la posguerra una falta de toma de conciencia, que abusaba de unas letras ñoñas y vacías. Entonces, creo que nosotros llenamos un hueco, fuimos los pioneros en la utilización de unas letras que planteaban una problemática a todos los niveles. Pero lo que debe quedar claro es que desde un principio, cuando grabamos el primer disco, no nos trazamos ninguna línea; lo que hicimos fue llenar el cante de referencias vivas: cantar nuestra propia historia y la de los que nos rodeaban".
Francisco Moreno Galván es además autor de letras. Partiendo de una base popular, sin perder el aire que entronca con su tierra, plantea asumiéndola toda la problemática que implica un compromiso testimonial: "En el cante quizá se estén citando demasiadas situaciones que no le afectan al cantaor. He dicho mil veces que una persona se expresa más auténticamente si cuenta su propia circunstancia. Por eso las letras antiguas, que por otro lado son preciosas, no tienen vigencia, porque creo que todo artista está obligado a aportar algo y no repetir la perfección de otros. No se puede estar cantando bellezas pasadas".


José Menese, durante el verano, vuelve a Andalucía. Son entonces los festivales -participa en casi todos- el medio más propicio para expresarse. Con una de las voces más hermosas del flamenco actual, la clave de su permanencia en los primeros puestos radica en una renovación continua de las letras y en una actitud consecuente con su propia manera de entender el cante: "No estoy de acuerdo con los que dicen que el arte no debe estar mezclado con la política. Los que a sí mismos se definen como apolíticos están haciendo su propia política. Pienso que el flamenco es algo muy personal, por eso yo no puedo cantar otra cosa que lo que canto. He nacido en una familia muy pobre; a mi tío lo fusilaron en la guerra, a mi madre la pelaron y la pusieron a barrer las calles; hemos vivido miserablemente, y, claro, ante esto no puedo decir cosas anodinas".
La opinión de Francisco Moreno Galván es que, "el cante, como todo arte, está por encima de grupos y de ideas políticas; por encima de las teorías. Lo que no hay que olvidar es que quien lo hace es un hombre, con un pensamiento y unos problemas que tienen que constar en lo que realice. A esto se puede llamar, o no, política. Lo que no comprendo es que si en otros tiempos los cantaores han dado testimonio de su vida llena de dificultades, ahora hay personas que se asusten porque alguien tenga esa misma actitud. Estamos tan acostumbrados a no poder cantar nada, que aquel que lo ha hecho lo han llamado político. Claro, que si a partir de la posguerra el cante estuvo dominado por los señoritos que pagaban las fiestas, esto ya no ocurre así".

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