"Santiago Donday es una leyenda viva del flamenco. Celoso
preservador de los cantes de Cádiz y de las tradiciones gitanas, Donday
prefirió la fragua de su familia a dedicarse profesionalmente al flamenco. Este
es su primer álbum grabado gracias al empeño del gran guitarrista Paco Cepero".
Publicado en 2003 por Nuevos Medios, el primero y único disco de Donday llevó por título Morrongo: "Le puse este título al disco de Santiago Donday no sólo por su eufonía
sino por su madre, María La Sabina, que solía cantar unos fandangos por
soleá en la línea de Manuel Torre, escalofriantes: 'Morrongo, morrongo lo que me da mi madre es lo que me pongo'", cuenta Enrique Montiel, escritor metido aquí a productor del disco, con el que continuamos la serie de traer textos incluidos en los libretos de los cds de flamenco de la Biblioteca Pública de Valladolid.
Un álbum donde Donday hace once cantes: Soleá al golpe y seguiriya; alegrías;
seguiriya; soleá (2); tientos-tangos; bulerías(2); malagueña del Mellizo;
martinete; fandango por soleá. Con la guitarra de Paco Cepero, que acaba de recibir el homenaje por sus 60 años en el toque flamenco. También están las palmas y jaleos de Manuel Pantoja “Chícharo”, Gregorio
Fernández y Rafael Romero, para una grabación que deja y recupera la historia de este arte un nombre que ha estado ahí, llevándolo por dentro, y darlo, compartirlo sin más. Tal fue su estilo. Como el de otros y otras como él, y que de vez en cuando hemos tenido la suerte de que hayan sido registrados en distintos soportes audio/visuales, por obra del interés de gentes como Enrique Montiel, que en Morrongo escribió estas palabras (en el libreto también en inglés y francés):
Me lo dijo Camarón a finales de los 80 cuando le pregunté que cuál era el cantaor que más le gustaba:
Me lo dijo Camarón a finales de los 80 cuando le pregunté que cuál era el cantaor que más le gustaba:
-Santiago Donday…
Me lo dijo con mucha dulzura y modestia, bien lo recuerdo…
Algo parecido le dijo a Ricardo Pachón:
-Donday, por seguiriyas, es un bicharraco…
Así lo refiere y rememora el productor de los discos más
rupturistas del genio de la Isla, con las palabras “un bicharraco”, que es expresión
del mundo del toro cuyo significado podría ser el de “bueno” y “fiero”, el toro
perfecto.
Y en síntesis, Santiago Donday podría considerarse el
conjunto de los dos adjetivos, sólo que aplicados al cante: “bueno” y “fiero”,
estos es: puro y jondo, entero y verdadero, auténtico y legítimo. Aunque no
todos lo hubieran escuchado, aunque el fragüero gaditano no hubiera querido
nunca convertirse en un “profesional”, prefiriera su fragua del muelle, junto a
su padre, junto a los otros “ocho flamencos” que llegó a tener esa escuela con
fuelles y hierros al rojo vivo, esa universidad de la vida y del flamenco en
la que aprendió los sonidos mágicos y
terribles de ese cante que borda como pocos y que hicieron exclamar a José
Monje Cruz (Camarón de la Isla), tan buen aficionado siempre al cante: “Por
seguiriyas, un bicharraco”.
Santiago era hijo de María Sabina, la gran cantaora
gaditana, coetánea de Rosa la Papera –la madre de la Perla- y de Manolo Vargas,
de Aurelio Sellés, Chano Lobato, Cojo Peroche y Beni de Cádiz: de todo el grupo
de artistas que n se fueron porque, como suele decir Chano Lobato, preferían
una sopa de tomate en Cádiz a un jamón de ‘pata negra’ en el ancho mundo. Hijo
de María Sabina y José Sánchez 'Seis Reales', jerezano y ‘cantaor’ aficionado que cantaba
por martinetes, soleá y seguiriya “pa’rabiá”, como refiere su hijo Santiago
Donday. Sangre flamenca de Jerez por la rama paterna y gaditana por la materna,
compás y sal, historia y nacimiento del cante, en definitiva.
Y en la fragua desde los ocho años, que recuerda Santiago que su madre protestó por tamaña desproporción en alguien que debería haber seguido en el colegio, pero que su padre no quiso oír y en lo que Santiago estaba de acuerdo, ir a la fragua con los “ocho flamencos”, entre ellos su padre y su tío Antonio Farabú, que también cantaba “pa’matarse”. Ahí ha estado toda la vida, en la fragua, y alguna vez que otra, pese a sus cerca de 70 años, vuelve a hacer algunos “encargos”. Fue su base, su plataforma para cantar en donde quisiera cantar, no ser esclavo de una carrera que fue demasiados años tan precaria y tan ínfima.
Por eso, terminado el siglo XX, en los días de diciembre del
año 2000, tenía que entrar en un estudio a grabar sus cantes, los cantes de
María Sabina y de su padre, los cantes añejos de Cádiz que él tenía en el oído
y en los repliegues del corazón por la vía directa de los viejos cantaores,
sumos sacerdotes del flamenco del siglo anterior, reliquias de un siglo XIX
que, en el flamenco gaditano, fue esencial y definitivo. Y se pudo lograr, con
la ayuda y el apoyo de Rafael Román Guerrero, la guitarra –y la sabiduría- de
Paco Cepero, el buen trabajo de la buena gente de Kaleta y mi fe completa en el
logro de una hazaña: fijar la herencia de Santiago Sánchez Macías, ese Santiago
Donday de Cádiz; lograr que su voz, su cante, su forma de cantaora, tomara
parte del acervo flamenco de Cádiz y de toda la afición dispersa por el mundo.
Aquí está recogida la cosecha de una vida cantaora y
exprimido el zumo de una leyenda de cantaor indomable, indomeñable, áspero y
genial: el “bicharraco” de Camarón, el cantaor de los cantaores de Cádiz,
Santiago Donday.
Un año después de la publicación del disco el fragüero Santiago Donday fallecía a consecuencia de un cáncer de próstata. "De voz bronca, áspera, que sonaba a impulsos de sus sentimientos y no se sometía a imperativos musicales que él ni siquiera conocía, sin embargo fue un cantaor de enjundia", escribió en su necrológica, Álvarez Caballero.
Un año después de la publicación del disco el fragüero Santiago Donday fallecía a consecuencia de un cáncer de próstata. "De voz bronca, áspera, que sonaba a impulsos de sus sentimientos y no se sometía a imperativos musicales que él ni siquiera conocía, sin embargo fue un cantaor de enjundia", escribió en su necrológica, Álvarez Caballero.
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