“Mientras exista una clase desposeída, seré parte de ella;
mientras se persiga a un elemento criminal, me pondré de su lado; y mientras
haya un alma encarcelada, no seré libre”: Eugene V. Debs, de su declaración ante
el tribunal de su juicio por sedición, 18-09-1918.
En 1998 se publica el disco 2 Gritos de Libertad por el sello Big Band, de Granada. Un año después será editado en Norteamérica, por el sello Roir, y Europa, por Last Call.
Los dos Gritos pertenecen a los cantaroes Antonio Agujetas y José Serrano (el Pelayo); la Libertad hace referencia a la cárcel donde permanecían ingresados los dos primeros ganadores del Concurso de Cante Penitenciario que puso en marcha la prisión de Córdoba.
Con las guitarras de Rafael Trenas y Miguel Ochando y las palmas y jaleos de Curro Andrés, Luis Herdia y Javier Martín, José Serrano hace el cante por Bulerías, Soleá,
Alegrías, Taranto y Tangos, y Antonio Agujetas por Seguiriyas, Bulerías, Malagueñas y Soleá. Los dos juntos, por fandangos.
El libreto que acompaña al disco incluye varios textos -con traducción al inglés-, de los que para esta primera parte escogemos el de Antonio Estévez Fernández, Educador-Coordinador del
Programa de Flamenco de la cárcel de Córdoba, relatando tan "singular experiencia sociocultural": "Allá por el mes de febrero de 1991, Rafael Trenas y quien esto os relata, como responsables de la Escuela Taller de Flamenco (guitarra-cante-baile) del Centro Penitenciario de Córdoba, ideamos poner en marcha un Primer Concurso de Cante a nivel nacional, en el que pudieran participar todos los hombres y las mujeres de España que reunieran estos dos requisitos: saber cantar flamenco y estar privados de libertad en cualquier prisión del Estado.
Para llevarlo a cabo contábamos con lo necesario: mucho
entusiasmo, ganas de trabajar, la pertinente autorización y el sitio para
hacerlo (la cárcel de Córdoba).
Se lo contamos a Pepe Arrebola quien se enganchó de
inmediato al proyecto, prometiéndonos el soporte técnico que necesitábamos a
través de la Confederación Andaluza de Peñas Flamencas, de la que es su
Presidente.
La selección de los candidatos para concurrir a las fases
finales de Córdoba, se hizo enviando las bases del concurso a todas las
prisiones. En dichas bases figuraban tres grupos de cantes del que era
obligatorio la ejecución de uno de cada grupo más uno libre, es decir, cuatro.
Así pues, en un tiempo prudencial de un mes tenían que
enviar al C.P. de Córdoba desde los distintos centros de España una cinta o
‘cassette’ por cada concursante en la que constara la identificación del/de la
mismo/a y Centro de procedencia. No era necesario el acompañamiento de
guitarra.
Una vez recepcionadas alrededor de 150 cintas, se constituyó
el primer Jurado que decidía quiénes reunían unos requisitos mínimos
imprescindibles para participar en las Finales de Córdoba.
Se levanto acta con los nombres y Centros de los admitidos,
que fue enviada a la Dirección General de Instituciones Penitenciarias,
organismo que ordenó el traslado de los elegidos a Córdoba. Traslado que se
efectuaba en condiciones regulares a cargo de la Guardia Civil, lo que conllevaba que, por poner un ejemplo, el
concursante de Valladolid –tan recordado por todos- tardara más de quince días
en llegar a Córdoba, por tener que hacer escala en otras Prisiones (Es difícil
comprender para las personas ajenas a este mundillo cómo es posible que pasen
este calvario, el que supone dejar su prisión, el destino que ocupan en la
misma, prescindir de las visitas de sus familiares y meterse en un autocar de
la guardia civil –‘canguro’, lo llaman ellos- de forma totalmente voluntaria).
Una vez todos o casi todos presentes en nuestro Centro,
porque hay que decir que de uno ‘se perdió por el camino’, la vida de la
prisión de Córdoba se transforma totalmente: parece que sólo se vive por y para
el flamenco. De los más de 600 internos que componen este colectivo, los casi
30 cantaores hacen más ruido que el resto. La vida gira en torno al Concurso,
los ensayos y los pequeños talleres de manualidades en donde los ‘no flamencos’
confeccionaban sus artísticos trofeos que acompañarán a los Premios en metálico
(esculturas de cerámica, cordobanes, objetos de forja, etc.), ganándose también
un poco de gloria y algunas pesetas.
El mero hecho de participar en las Fases Finales da derecho
a un premio en metálico de 5.000 pesetas, el cual conforme al reglamento de
prisiones tiene la virtud de reducir el plazo de cancelación de las sanciones a
la mitad. Y, por supuesto, la participación en actividades culturales como la
que nos ocupa, les hacen acreedores a una generosa redención extraordinaria que
tiene la virtud de acortar en algo su condena.
Cuando los concursantes llevan unos quince o veinte días
metidos en la dinámica de nuestra Escuela-Taller de Flamenco, acoplándose con
el guitarrista oficial para sus actuaciones, prácticamente todos manifiestan su
deseo de quedarse a cumplir sus condenas en Córdoba. Algunos se hacen pesados y
reiterativos en esta demanda. Acaba el Concurso y, aunque no hayan obtenido
premio alguno importante, solicitan por instancia el quedarse, renunciando a lo
que dejaron al venir. Todos argumentan lo mismo: las cárceles son todas
iguales, no hay ninguna buena, pero aquí se vive el flamenco todo el año y
puedes perfeccionar lo que ya sabes.
Este singular fenómeno sociocultural, que se viene
repitiendo cada dos años (91-93-95 y pretendemos también que 97) ha sido
posible gracias en gran medida a Paco Velasco y Nahum Álvarez, Director y
Subdirector, respectivamente, que fueron de este establecimiento, quienes con
su gran saber estar y mejor dejar hacer, crearon a su alrededor un agradable
clima de trabajo en armónica convivencia, cuyo broche de oro celebramos hoy con
la grabación por la Confederación Andaluza de Peñas Flamencas de este disco
compacto de José Serrano Campos y Antonio de los Santos ‘Agujetas’. Para
vosotros, Paco y Nahum, dejo constancia de mi reconocimiento y cariñoso
homenaje".
Hasta donde sabemos los concursos han continuado desarrollándose, al menos hasta 2009, con otros nombres y en otros recintos penitenciarios.
En la segunda parte, el texto que falta y otros datos técnicos y de interés sobre los dos cantaores.
"El grado de
civilización de una sociedad puede juzgarse al abrir las puertas de sus
prisiones”: Fiódor Dostoievski,
‘Recuerdos de la casa de los muertos’.
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