"Escuchando
el cante de Chano Lobato, que canta con todo el cuerpo, suponemos que
nadie se queda impasible, sino que todo quisque también se menea por
dentro y por fuera, porque ese cantaor gaditano tiene el don de
transmitir un mensaje musical palpitante, requiebrado y donoso a la par,
recorriendo una escala musical inusitada, que por flamenca debe ser
imposible de llevar al pentagrama".
Palabras de Manuel Rios Ruiz incluidas, junto a las de otros flamencólogos, en el libreto que acompaña Azúcar cande, disco publicado en el 2000 por Muxxic (reeditado en 2008 por El País).
"El azúcar cande es el obtenido después de una evaporación lenta (...) y viene a significar el resultado final de un lento caminar por la vida y la música flamenca de un artista, Chano Lobato. Chano es Cádiz y Cádiz se resume en Chano: aquí está presente lo viejo, que es nuevo a la vez, lo melodioso cargado de ritmo, la justa medida en contar una historia picantona cargada de elegancia; en definitiva, la crudeza de la vida como fondo, mostrada con la forma bella de la mirada a través de un caleidoscopio multicolor", explica Francisco Herrera en el texto que abre un libreto de más de treinta páginas.
En el disco, Chano Lobato hace cantes por alegrías, tangos, bulerías soleá, malagueñas, acompañado por la guitarra de Pedro Sierra y las palmas, pies, percusiones varias de Manuel Soler, que le acompañó en su anterior disco, La nuez moscá (editado en Francia por Flamenco Vivo. 1996), también presentes los dos en el resto de cortes del disco donde el cantaor se junta con otros y otras intérpretes del mundo de la canción y así unir "sones de la bahía gaditana y sones del Caribe cubano" (Lucrecia, Mayelín, Maita Vende Cá), "tango argentino con aires de bulería" (Martirio) o rumba, "Cacharrito" con María Jiménez, un superventas del cantaor en aquellos 60 del siglo pasado que dio lugar a esta anécdota contada por el mismo a José Manuel Gamboa: "Tuvo tal éxito que un muchacho de Sevilla, El Quini, que iba en una procesión de Semana Santa a caballo tocando la trompeta, cuando encerraron las imágenes, tocó Cacharrito y, ¡ojú, no veas la que se formó! En aquel tiempo había mucha rigurosidad. La Semana Santa estaba llevá así. Y el hombre largó fresco Cacharrito con la trompeta... Se la liaron, pero fue de arte."
En el disco, Chano Lobato hace cantes por alegrías, tangos, bulerías soleá, malagueñas, acompañado por la guitarra de Pedro Sierra y las palmas, pies, percusiones varias de Manuel Soler, que le acompañó en su anterior disco, La nuez moscá (editado en Francia por Flamenco Vivo. 1996), también presentes los dos en el resto de cortes del disco donde el cantaor se junta con otros y otras intérpretes del mundo de la canción y así unir "sones de la bahía gaditana y sones del Caribe cubano" (Lucrecia, Mayelín, Maita Vende Cá), "tango argentino con aires de bulería" (Martirio) o rumba, "Cacharrito" con María Jiménez, un superventas del cantaor en aquellos 60 del siglo pasado que dio lugar a esta anécdota contada por el mismo a José Manuel Gamboa: "Tuvo tal éxito que un muchacho de Sevilla, El Quini, que iba en una procesión de Semana Santa a caballo tocando la trompeta, cuando encerraron las imágenes, tocó Cacharrito y, ¡ojú, no veas la que se formó! En aquel tiempo había mucha rigurosidad. La Semana Santa estaba llevá así. Y el hombre largó fresco Cacharrito con la trompeta... Se la liaron, pero fue de arte."
El libreto recoge buena parte de su no muy extensa discografía, de sus premios y distinciones, de las letras de los cantes, todo ello acompañado por un abundante material fotográfico testimonio de una trayectoria totalmente dedicada al flamenco desde su nacimiento, un diciembre de 1927 en Cádiz hasta un abril de 2009 en Sevilla. También se incluye una biografía del cantaor, escrita por Alfonso García, que no vamos a traer aquí y os remitimos a las webs flamencas para su consulta o a alguno de los libros a él dedicados (1 y 2). Pero sí la entrevista:
-¿Qué es para usted el flamenco?
-El flamenco es mi vida. A pesar de las 'fatiguitas', no podría vivir fuera de él. Si me faltara, me moriría de pena.
-El cantaor nace o se hace?
-Las dos cosas hacen falta. Hay que tener ciertas facultades innatas para la música, pero después hay que estudiar mucho porque el flamenco tiene una riqueza musical tal que nunca se termina de aprender. Yo, con 73 años, sigo estudiando. Cantar no es copiar, como un loro, a los grandes maestros, sino estudiarlos y adaptarlos a tus cualidades sin perder la raíz del propio cante. Hay quien intenta poner hasta el mismo eco, y eso no es. Manuel Torre era Manuel Torre y cada cual es cada cual.
-¿Qué diferencia hay entre el cante para bailar y el cante en solitario?
-El cante para bailar es muy difícil porque tiene que estar en las 'tripas' del que baila, y él en las tuyas; es importante meter en situación, desde el primer momento, al bailaor. Cantar solo es otra historia: te enfrentas a una soledad tremenda con la única compañía de la guitarra. Es tu principal apoyo. Para mí es fundamental tener al lado un buen tocaor; que te sepa llevar y respetar al mismo tiempo.
-¿Cómo era el Cádiz de su infancia?
-Era otra forma de vivir. Muchos días y noches agarrado a los hierros de una ventana, escuchando los cantes que se hacían dentro del cuarto. No sólo aprendías los cantes, sino una forma de vivir y estar en la vida. El sabor que tenía Cádiz en aquellos años, lo ha perdío, no se sabe si para bien o para mal; romanticamente para mal, pero supongo que la gente de ahora, económicamente, vive mejor.
-¿Quiénes han sido sus grandes maestros?
-Los aromas, en su conjunto, de los cantaores de aquella época: su bohemia y anarquismo en la vida y en el cante; y más tarde, hay una figura esencial, una verdadera enciclopedia a la que se puede recurrir siempre porque ahí está su obra para la posteridad: Antonio Mairena. Cada vez que he querido montar un cante, siempre recurro a él porque me da la base.
-Si volviera a nacer ¿volvería a ser cantaor?
-Sin lugar a dudas, han sido más satisfacciones que disgustos. El cante no sólo me ha dado de comer, me ha enseñado a ir por la vida: ha sido mi universidad. Todavía, con mi edad, cuando voy por esos pueblecitos y me dan aunque sea un ladrillito con mi nombre, yo lo acaricio y doy gracias a Dios.
-¿Un consejo para los jóvenes que se quieren dedicar a este arte?
-Les aconsejaría que se entregaran a ello en cuerpo y alma; también que sean humildes, que no se lo crean por mucho que les regalen los oídos; este es un oficio que se aprende a lo largo de toda una vida, y te vas, y no lo has aprendido del todo. Que el coraje no lo echen en arrogancia, sino en aprender.
-¿Cómo ve usted el flamenco actual? (año 2000)
-Lo veo con muchas esperanzas. El flamenco ha dejado de entrar por las cocinas, para ocupar el puesto que realmente merece. Veo que se hacen cosas nuevas y me gusta porque eso significa que está vivo, aunque sí pediría que no se alejaran mucho de las 'madres', que la solera sirve para hacer vinos nuevos, pero sin estropearla. De todas formas, el tiempo pone cada cosa en su sitio.
-¿Cómo le gustaría que le recordase la historia?
-Como un artista responsable, que creo haberlo sido, y con una trayectoria de más de cuarenta años de cantar para bailar que queda ahí para quien quiera coger algo, y pueda servirle a futuras generaciones.
Chano Lobato. El Tío Chano también llamado por la afición, sus compañeros artistas. Tío, modo de expresar una cercanía casi familiar, una amistad como de toda la vida, se haya tenido trato directo o no con el cantaor. Tío Chano, gracia y salero -nada que ver con 'gracioso, divertido'-. Y compás, porque "es un hombre de diálogo a través del compás, diálogo consigo mismo y con los demás", escribía Frédéric Deval en La nuez moscá, donde le definía de "maestro del compás -entendido como una filosofía de las formas- y del cante", el Tío Chano.
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