martes, 8 de enero de 2019

Firme como la tierra viaja la voz de Juan Peña el Lebrijano

Abrimos un nuevo año con Juan Peña el Lebrijano (Lebrija, Sevilla.1941-Sevilla.2016), parte del contingente que recibió el calificativo de renovador del flamenco allá por los años setenta del pasado siglo. Y como tod@s aquell@s -Camarón, de Lucía, Sanlúcar, Morente...- siempre contó, y gozó, del respeto del mundo flamenco así fueran pasando los años.


Para recordarle, homenajearle acudimos al disco ¡Tierra!, publicado en 1989, en doble LP de vinilo, y reeditado en cd en 2006 (Discos Senador); y es en éste donde encontramos una serie de textos en el libreto que acompaña a un disco, que como todos los que venimos tomando para este serie procede de la colección de flamenco de la Biblioteca Pública de Valladolid (hay otra media docena de discos de el Lebrijano en el catálogo, que ofrecen una muestra bien representativa de su extensa trayectoria discográfica).
¡Tierra! formaba parte de las actividades culturales de cara a conmemorar el quinto centenario del descubrimiento de América. Una obra dividida en 18 cortes para contar una historia, que mejor la explica José Manuel Caballero Bonald:

Juan Peña el Lebrijano narra en ¡Tierra! la presunta aventura de un hombre del pueblo bajoandaluz en la carabela Santa María, rumbo a lo desconocido. Es una historia al mismo tiempo humilde y prodigiosa. Desde que zarpa de Palos hasta que llega a las playas del nuevo mundo, ese marinero andaluz recuerda, sufre, se desespera, duda, resiste. Siente en medio de la soledad y el temor de los fantasmas de lo que dejó atrás, ese coro de mujeres que hace las veces de contrapunto de su propio pensamiento.


Muchos, de los episodios contados -cantados- son históricos, provienen del propio Diario de Colón, otros son imaginarios, pero muy bien pueden responder también a una dramática y turbadora realidad. La voz de ese marinero es como la voz colectiva y anónima de todos los que se hicieron a la mar y, sin saberlo, pisaron por primera vez tierra americana.
Las músicas usadas por el Lebrijano provienen a la vez de la más pura tradición flamenca y de la cantera popular andaluza. En este sentido, el cantaor no ha hecho sino seguir la pauta del más genuino proceso formativo del cante flamenco, es decir, se ha apropiado de muchos elementos rítmicos y melódicos oriundos de los cancioneros populares y los ha readaptado a su propia y vigorosa personalidad expresiva.
El Lebrijano ha conseguido algo hasta ahora impensable en los anales del arte gitano-andaluz: una versión flamenca tan tradicional como renovadora de uno de los acontecimientos decisivos de la historia de la humanidad. Oír esta grabación equivale a oír una crónica apasionante, de extraordinaria riqueza musical, en torno a algunas señaladas experiencias íntimas de esa grandiosa epopeya. El cante flamenco ha elegido así también un nuevo rumbo.


Seguidillas, bulerías, tangos, nanas, soleares, alegrías, fandangos de Huelva, colombianas, alboreás o tanguillos, son algunos de los palos con los que Lebrijano va contando -cantando- esta historia, escrita por Caballero Bonald y musicada por el cantaor sevillano. Contó con la participación de Enrique de Melchor, Pedrito, María y David (guitarras), Ana María Bueno (taconeo), Manuel Soler y Juanito (percusión), Grupo Blanco Carmesí de Sevilla (coros) y la colaboración de la Orquesta Andalusí de Tánger y Fernando de la Morena.
Otros dos textos aparecían en el libreto, más personales; uno de Juan Antonio Blázquez, que vamos a obviar por la salud de nuestros ojos -el tamaño del cd es lo que tiene: las letras se reducen-, y este de Tomás Rodríguez-Pantoja:
La palabra, instrumento idóneo para el intercambio de ideas o la relación superficial entre personas, rompe la comunicación profunda, la de los sentimientos, para convertirse en obstáculo que impide la aparición espontánea de emociones auténticas. En nuestra búsqueda desesperada de sensaciones a través del léxico quedamos poco a poco atrapados en sonidos y significados cada vez más incomprensibles para nuestro corazón.
El mundo flamenco, mundo esencialmente sensual, ha tenido siempre una relación difícil con la palabra. La música constituye su instrumento de expresión más genuino. Tal vez por esto una obra como Tierra sea la mejor forma de expresar lo que para los flamencos supuso nuestro encuentro con América y su propia visión del Nuevo Mundo.
El cante de Juan Peña el Lebrijano, con su perfecta modulación y extraordinaria riqueza de matices, es un estímulo de los sentidos, fuerza motriz de comunicación profunda. Su voz compañera nos lleva, en un recorrido sin igual, por las más diversas sensaciones anímicas. Prodigio de relato, que hará vibrar a su escucha.

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