Los prejuicios
morales y religiosos, el tutelaje impuesto por los varones, la esclavitud
cultural de su único mundo posible: la familia y todos los inconvenientes que
la hicieron invisible en la vida social, cultural, política, científica,
académica etc., no lograron que fuese invisible en el flamenco. La valentía y
resistencia de la mujer flamenca venció en innumerables ocasiones todas estas
trabas, y gracias a ello, hoy podemos disfrutar de este legado, que sin las
mujeres no sería lo que es: el flamenco como máxima expresión de las emociones
y los sentimientos, como arte total que muestra la esencia de lo humano.
Con esta cita del profesor Miguel López Castro abre Pedro Sanz, director de las Jornadas Flamencas 'Ciudad de Valladolid' (10-16 junio), su comentario acerca de dedicar la décimosexta edición del certamen flamenco vallisoletano a La mujer en el flamenco; texto que ofrecemos a continuación:
"En
esta edición, las Jornadas quieren tener una atención especial, por su
importancia, a la MUJER EN EL FLAMENCO.
A pesar de numerosas dificultades y prohibiciones por las que pasaron tenemos
que agradecer a las mujeres flamencas la conservación de muchos de los cantes y
bailes que configuran el frondoso árbol de este arte. Sin ellas el flamenco, lo
jondo no hubiera sido igual.
Las mujeres viven un gran
momento en el mundo del flamenco, pero
no siempre ha sido así. Las mujeres son y han sido muy
importantes en la creación y desarrollo del flamenco. A pesar de la situación
de discriminación y los continuos obstáculos y ofensas que han tenido que
soportar, sometidas a un sistema patriarcal donde el hombre ejerce de dueño y
señor, prohibiendo su acceso a cantar, bailar o tocar la guitarra en público, o
impide desarrollar su labor creativa relegándola
al cuidado de la prole, las labores de la casa o el trabajo en el campo.
Desde
el siglo XIX hasta la década de los 70 del siglo pasado, la presencia de la
mujer en los espectáculos de flamenco era prácticamente escasa o nula; solo se
las permitía cantar o bailar en las fiestas intimas y familiares, y las que
escapaban a este permiso se exponían a críticas, vejaciones de todo tipo y, en
algunos casos, malos tratos. Más difícil en el caso de las mujeres gitanas, y
más aún si estaban casadas: tan cerradas eran sus costumbres con la mujer. Aún
así algunas mujeres decidieron dedicarse al flamenco como medio de vida, como
sostén de la economía familiar.
Por
citar algún ejemplo, Tía Anica la
Piriñaca, que no cantó en público hasta que, ya muy mayor, quedó viuda, y
al quedar en la indigencia económica tuvo que acudir a las actuaciones en
fiestas particulares y otros actos públicos donde dejó patente sus grandes
dotes artísticas para el cante. Igual le pasó a la Tomasa, madre del cantaor José
de la Tomasa; también a La Perrata,
madre de Lebrijano, y otras muchas.
Otras
que se casaron, tuvieron que dejar una espléndida carrera como la excelente
bailaora Gabriela Ortega, que al
casarse con el torero El Gallo fue retirada de los escenarios por este. De manera que la mayoría de las mujeres que siguieron adelante en
el mundo del flamenco tuvieron que optar por la soltería, como Fernanda y Bernarda de Utrera o la Paquera
de Jerez. Esta situación -como digo-, era más complicada en la sociedad
gitana.
Con
todos los inconvenientes y prohibiciones a los que se enfrentaban, la
aportación de la mujer en el ARTE FLAMENCO ha sido fundamental en la creación de nuevas formas, de desarrollo
de las ya existentes, así como en la conservación
de los más puros y ortodoxos estilos flamencos.
La
historia flamenca nos puede llevar de la mano, sin la menor duda, para conocer
la nombradía y talla artística de, entre otras, La Niña de los Peines, La Andonda, María de las Nieves, La Serrana, La
Trini, María la Mica, Dolores la Parrala, Paca Aguilera, Mercedes la Serneta,
Tía Anica la Piriñaca, María Armento, La Perla de Cádiz, Emilia de Benito,
Concha la Peñaranda, Anilla la de Ronda, La Bilbá, María la Chilanga, Luisa la
Chirrína, La Roezna, Pilar López, Pastora Imperio, Carmen Amaya, La
Argentinita, María la Jaca, María la Borrico, La Loca Mateo, La Niña de la
Puebla, Fernanda y Bernarda de Utrera, La Paquera de Jerez, etc. etc.
La
mujer ha sido forjadora del arte flamenco al unísono con el hombre, cuando no
verdadera descubridora. Este sería el caso de Antonia Mercé ‘La Argentina’, creadora del ballet flamenco y
español. O el de Pastora Pavón, Niña de los Peines, la voz más reconocida de la historia del flamenco.
(Hay quienes afirman que por su condición de mujer puede ser el
motivo de no haber recibido en su momento la Llave de Oro del Cante).
Si
bien el reconocimiento de la aportación de la mujer en el flamenco, el
‘encierro’ de cantaoras en sus casas, comienza a cambiar a partir de los años
setenta y ochenta con la proliferación de festivales flamencos, la apertura de
las peñas flamencas a la presencia de artistas flamencas o la nueva generación
de estudiosos del flamenco con una mirada igualitaria, aún no es suficiente."
Como ya avanzó el propio director de las Jornadas las actuaciones programadas para esta edición correrán a cargo de cantaoras, de diversas generaciones; y las conferencias previstas -entrada libre- ampliarán el conocimiento y papel de la mujer en el cante, toque y baile flamenco.
Así, José María Castaño, hablará de Mujerez, diez años después; de lo que supuso el disco que reuniera a Juana la del Pipa, Macanita y Dolores Agujetas (11 de junio).
Juan Vergillos disertará sobre Pioneras, heteredoxas y flamencas (12 junio); y Cristina Cruces Roldán sobre el tema de estas Jornadas, La mujer en el flamenco.
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