jueves, 28 de julio de 2016

Mi atracción por el flamenco (3) La decisión

¿Qué es el amor? El infinito. Infinitas, dicen, son las posibilidades de hacer música, por algo que tiene que ver con las matemáticas, a  su vez también, parece ser, infinitas. Y cuando el amor, el infinito es “arrojado a los perros”, como dijo el escritor francés Céline, tenemos la música predominante, la que suena por radiofórmulas, la de l@s superventas o, dado el estado de ventas discográficas, l@s superpopulares. L@s del éxito.


Crecí con ellos, y por lo que veo/oigo estos medios de difusión musical continúan siendo el patrón de referencia para much@s oyentes de música, jóvenes, viej@s y niñ@s (hasta la preadolescencia no me fijé en la música). Por lo general, y con permiso de las redes sociales, se suele empezar así. Luego un@ va encontrando su camino -o quedándose en el (im)puesto-, encontrando su sonido, estilo por comodidad o necesidad.
No es cuestión de entrar en por qué me atrajo tanto la música desde que tomé conciencia de ella y de lo que suponía para mí, personal y socialmente (tendrá que ver, como casi todo, con los sentimientos y cómo gestionarlos). Me atrajo tanto como para estudiar la historia de aquello que me interesaba, en este caso todo lo relacionado con el rock –incluye el pop-, la música popular global del siglo XX, si puedo decirlo así.
También profundizar en por qué un@s me gustaban más que otr@s. Así que estaba más cerca de un crítico que de un músico. Toda esa orientación, identificación por el género musical no me hizo desear ser músico, salvo en sueños.

Antes de comenzar el siglo XXI había tomado mi decisión. A la pregunta ¿qué música te gusta? Mi respuesta sería y es: El flamenco. Las reacciones entre l@s no flamenc@s ante tal respuesta son las esperadas: prevención, estupor, extrañeza, disculpas, a veces –“es difícil no lo entiendo no acabo de tal vez algún día…”- … Más, sabiendo algun@s de mi trayectoria ‘profesional’ (si tecleas por internet: Benito Carracedo, algo saldrá al respecto, supongo).
Debido a esa actividad ‘profesional’ no me he despegado de las otras músicas (anglosajonasyankis y resto del mundo), más o menos sigo estando al tanto de lo que pasa por esos mundos del rock pop, derivados y otros. Pero la música que me llena es el flamenco.

Dibujos: Carlos Pacheco.

Y ahora toca hablar de lo propio, de por qué considero el flamenco una música ‘propia’, de ‘mis raíces’, que toca verdaderamente mi sensibilidad, se sincroniza con ella, más que las anglosajonasyankys con las que me crié.

(To be continued)

martes, 19 de julio de 2016

Mi atracción por el flamenco (2) El largo camino

Los 80. Podía irme a Madrid a ver a The Cramps, Frank Zappa, James Brown, Ian Dury, King Crimson sin ningún problema, con deseo, por encima de cualquier impedimento; podía ir a Bilbao a ver a Public Enemy con las mismas motivaciones. Las que no tuve cuando Camarón vino a mi ciudad, y lo dejé pasar. Podía recorrer kilómetros y kilómetros, pero no unos centenares de metros, que me siguen pesando. Así empezaron los 90.


Esta foto, del paisano amigo compañero Luis Laforga, es de aquella actuación en un Polideportivo Huerta del Rey abarrotado, como me contaron y me siguen contando quienes allí estuvieron. Y cada vez es un recordatorio para no olvidar, al menos, lo que es el amor. Lo que conté sobre aquel flechazo con el flamenco no tuvo continuidad ni especial profundidad en los años siguientes. La música anglosajona, negra, no flamenca se mantenía como centro de mi preferencia, de mi atención musical.
Pertenezco a la generación, si así se puede decir, de los 70-80. Tiempo de finales e inicios. Aparición de nuevos estilos (hip-hop, electrónica), de hasta aquí llegaron (pop, rock, soul-funk...), de mutaciones (punk, metal), de renovaciones y apertura de horizontes (reggae, world music). Siempre me atrajeron más las novedades; el pasado, era conocimiento, eso sí: lleno de maravillas.


¿Y el flamenco? Supongo que estaría ahí, representado por los 'nuevos flamencos', los Pata Negra, Ketama, Ray Heredia, Aurora, Willy Giménez y Chanela, Silvio, Gato Pérez y otros que tanto hicieron por refrescar los 'viejos' estilos pop-rock, relevo de aquellos de los 70: Las Grecas, Chichos, Chorbos, "Entre dos aguas", Lole y Manuel, Triana...
El flamenco y yo en los 80 fue como echarse una novia, pero no prestarla atención. ¿Lo clásico?
Los 90 vinieron a confirmar la defunción oficial de una hegemonía de la música popular predominante en los 50, 60. Los 90 reafirmaron mi voluntad de no mirar hacia atrás, para mí relacionado con estancamiento, afiliación fanática o tribal (al hacer la criba sólo se salvaban los singulares, los diferentes, los únicos, más que el estilo en general). Y al avanzar la década aumentaba mi desinterés por seguir prestando atención a los 'renuevos' rockeros-poperos-souleros y compañía, ya estuve allí.
Aquel concierto de Camarón en Valladolid al que no acudí, aquello dolió (como si la novia, 'mi chica' se hubiera ido con otro). Era 1990, inicio de una década donde todos querían ser el río que lleva a la mar, el tiempo no se medía en pasado presente futuro: era un no parar.


Y mientras, llegaron momentos. Por ejemplo, "Se nos rompió el amor", de Fernanda y Bernarda de Utrera en Kika, de Pedro Almodóvar; las bulerías de Juan el Camas en Inspiración y locura, de (Rafael) Pata Negra; conocer y oír cantar a Miguel Vargas, y a los aficionados flamencos de esta ciudad. Todo esto y más empezaron a hacerme valorar el flamenco.
A encontrar en él todo lo que me daban las otras músicas o buscaba en ellas. El fuego y el poderío del metal; la alegría libertaria del rock and roll y el punk; el ritmo y sentimiento verdadero de la música negra; la melancolía del pop; voces únicas y cautivadoras del hip-hop; un futuro como el que traía la música electrónica. Y misterio, un espacio por explorar. Y algo que no tenían todas esas músicas, algo que sentía como propio.

(Continuará)

miércoles, 13 de julio de 2016

Mi atracción por el flamenco (1) El flechazo

Sitúo la primera vez que fui ‘tocado’ por el flamenco en las fiestas de la ciudad que suelen celebrarse hacia finales del verano. Era de noche y pasaba por delante de la iglesia de San Agustín. Ex–iglesia más bien, pues había sido abandonada por los curas (desacralizada o como la llamen). Semiderruida, el Ayuntamiento de Valladolid de por aquel entonces (psoe: años 80) trataba de dar al espacio algún uso, para conciertos, espectáculos (La Fura del Baus ejecutó allí su primera obra).
Así que pasaba por esta ex–iglesia cuando miro hacia su interior y veo a un cantaor al fondo (le recuerdo joven, no sé quién podría ser). Me paré a escucharle, y de repente todo aquello que se me había dicho, que había leído –y yo buscado-, sobre los 'efectos' del rock sinfónico, progresivo o psicodélico, ese ‘viaje, se produjo con el cante de aquel cantaor.
Fue como ausentarme, ser llevado fuera de allí. Me sorprendió y gustó la experiencia-sensación, que quedó grabada.

El disco que más cerca sentía de llevarme a ese ‘viaje’ era el You, de Gong. O ese poder le otorgábamos mis colegas y yo, por encima de la escucha de los de Pink Floyd, Moby Grape, King Crimson… Hace poco he vuelto a oírle y aunque se deja oír, sigue sin llevarme de trip.
Antes de ese momento en la iglesia, mis antecedentes flamencos eran nulos. En la radio, en mi casa no escuchaba nada de flamenco, y si sonaba no quedó registrado en memoria sonora (mucho tiempo después descubrí el lado flamenco de mi padre y madre). La que empieza a registrarse es en torno a los 15 años cuando empiezo a escuchar más música y esta es el pop, rock, música negra y otros sonidos patrios o extranjeros.

Fue la música negra la primera en hacerme sentir ‘algo’, la primera en ‘tocarme’ y en situarla por delante de las demás. El primer disco que me compré fue el single Papa was a rollin’ stone, de The Temptations. Aquel post-soul/prefunky de Kendricks y compañía me llevó a interesarme por los antecedentes de la música negra americana o afroamericana: blues, r&b, soul, doo wop, góspel, jazz, claro, y hacia adelante lo que estuviera por venir o inventara la gente de color.
El único disco de flamenco que entró en mi discoteca fue Triana, raíz del cante, de Antonio Mairena, comprado de segunda en mano en Cantarranas, antiguo rastro de este Valladolid (por aquel entonces, mediados-finales de los 70, leía el semanario musical Disco Expres, donde muy de vez en cuando hablaban de flamenco, tal vez de ahí me sonara el nombre de Mairena). Al llegar a casa puse el álbum –de vinilo, aún le tengo-, por la cara B (se decía que si la primera canción de la cara B de un Lp era buena, el disco también lo era).
Sonó “Gitana pura”, unas bulerías que enseguida me atraparon (“Era de Triana y se llamaba Carmen…”), no así el resto de cantes del disco: no sabía por donde cogerlos. Pero me dio una pista y una cierta inquietud, había algo en la música que desconocía.
Más o menos por ese tiempo, un amigo, Leo, mayor que yo (había sido batería en grupos de Donosti –San Sebastián, por entonces-, y contaba con una gran colección de discos), me puso en su casa La Leyenda del tiempo, de Camarón: un gozoso descubrimiento, tanto como un primer beso.
En mis intereses musicales seguía mandando lo negro, el rock, algo de pop (Añadiría otro antecedente, la canción “La lotera”, de Lola Flores –grabada en 1958 como un “monólogo sobre ritmo de tanguillos”, según he leído a Gamboa que definieron sus autores León y Quiroga-, y que escuché en casa del amigo y pintor-escultor imaginero, Leopoldo del Brío Trimiño 'Poldo', entre piezas de Bach o Ligetti que solía poner en sus sicodélicas soirées castellanas. Cuando llegó el rap me acordé de ella) (En cuanto a la música clásica, nos respetamos. Soy más del jazz, o era, hace tiempo que no veo gran cosa por ahí, clásicos aparte).

Y fueron llegando los Pata Negra y los nuevos gitanos rockeros-poperos-flamencos. Y de vez en cuando iba escuchando algo más de flamenco.
Con el transcurrir del tiempo llegaría un progresivo alejamiento de las músicas ‘guiris’ (pop, rock y compañía); pasaron a un segundo o quinto plano –sólo consiguen llamarme la atención sonidos nuevos-, el flechazo aquel fue convirtiéndose en algo más serio, en la relación que actualmente mantengo con el flamenco.

(Continuará: ¿Por qué? ¿cómo? ¿cuándo? El Amor)

viernes, 1 de julio de 2016

Imágenes de las 13 Jornadas Flamencas 'Ciudad de Valladolid': Mª José Pérez, Rafael de Utrera, Reyes-del Morao, Pastora Galván, 'Mijita', Enrique Afanador

 

María José Pérez al cante y Antonio Carrión al toque protagonizaron el primer recital de las 13 Jornadas Flamencas 'Ciudad de Valladolid', que recordamos con una serie de fotografías realizadas por Pablo Gestoso, al que agradecemos -mucho y de corazón- su colaboración para volver a revivir lo sucedido durante los días 6 al 11 de junio en uno de los eventos flamencos más determinantes en esta ciudad del Pisuerga.

Rafael de Utrera (cante), Jesús Guerrero (toque). Foto: Pablo Gestoso.

Y para rememorar, por escrito y algún vídeo, las actuaciones programadas por las Jornadas os remitimos al blog del amigo Luis Presa, donde expresa su parecer sobre los recitales de María José Pérez, Rafael de Utrera, Antonio Reyes-Diego del Morao, Pastora Galván.

Diego del Morao (Foto: Pablo Gestoso)



Antonio Reyes.
Como desde el inicio de las Jornadas se celebraron las Pruebas Selectivas previas al Concurso del Festival Internacional del Cante de las Minas; siendo Valladolid la primera sede en celebrarlas. Fue el día antes de la clausura que corrió a cargo del espectáculo 'Pastora baila' y la posterior Trasnoche Flamenca.

Pastora Galván (Foto: Pablo Gestoso)

José 'Mijita' en la Trasnoche (Foto: Pablo Gestoso)

Entre l@s participantes llegados a nuestra ciudad para las Pruebas, me llamó la atención el cantaor Enrique Afanador (Filo de los Patios estuvo como con nervios dándome la impresión de una cantaora que se ajusta a la 'demanda', creo que estuvo más natural en la prueba de sonido; Montse Pérez posee unas grandes cualidades vocales y un tono de voz que suena a 'folklórico', no a flamenco 'antiguo'. Del resto de participantes, guitarrista y dos bailaoras, se lo dejo al jurado: Pepe Cros y Paco Severo).

Enrique Afanador (Foto: Pablo Gestoso)

Afanador fue el último en llegar y realizar la prueba de sonido. Y el primero en actuar, mostrar sus credenciales.
Venía con tocaor propio, Pascual de Lorca (Rosendo Fernández, guitarrista oficial, tocó para las dos cantaoras). Antes de cambiarse de ropa para su actuación, tatuajes asomaban por las mangas del polo del cantaor de Trebujena (Cádiz), físico musculoso, voz 'suave' (la oigo al hablar con el jurado sobre los cantes que iba que hacer), voz que en directo se rompe, parece Afanador entablar una lucha por 'rajarla'. Una figura flamenca de aspecto no convencional -incluso tuvo que hacer el cante sobre una caja, al no facilitarle la silla una adecuada respiración-, que me hizo preguntarme: ¿qué le lleva a dedicarse a esto, a abrirse el alma?
Me recuerda a quien escoge el boxeo, en esto tiempos, cuando esperarías verle en otra actividad o destino. No sólo hizo cantes mineros -tan arduos, tan poco complacientes con la escucha: hay que ser muy aficionado, creo-, también otros palos (malagueñas, soleá, tientos-tangos). Le seguiremos la pista a este cantaor.
(Esperamos ofrecer algunas imágenes de otros momentos de las 13 Jornadas, y algún balance de lo acontecido, en próximas entradas).