viernes, 21 de diciembre de 2018

Los discos que trajo el otoño: algo de cante, un poco de toque y mucha canción

Buen tiempo el otoño para publicar discos, por las compras navideñas, de cara a la contratación del año próximo, ya inminente... Y como acaba una estación y empieza otra, este ¿"invierno de nuestro descontento"?, hacemos recopilación del disquerío flamenco editado en la fase otoñal, más abundante que el veraniego. Incluso con discos que entran en la lista de los más vendidos caso de:
-De verdad, José Mercé y Tomatito.
-Reencuentro, Potito y Vicente Amigo.
-Montreux 1991, Camarón y Tomatito.


Nombres que no necesitan enlaces ni comentarios añadidos, como sí pueden necesitarlo algunas de las novedades discográficas que a continuación reseñamos.

CANTE: 
-Lo que mi alma calla, Moisés Vargas.
-Frutos y flores, La Fabi.
-Corral de los judíos, Alicia Gil.
-Fin de Fiesta, Saúl Quirós.
(próximamente: José Carpio 'Mijita, Ingueta Rubio, Alicia Morales, Estrella Morente...)



GUITARRA:
-Tierra y mar, Paul Bausader.
-La soledad de mis entrañas, David el Moncayo.
-Fantasía árabe, Marcos Serrato.
Seguimos con la guitarra flamenca, pero ya en territorios de convivencias, traspases, derivaciones hacia otras músicas:
-Concierto de Aranjuez, Daniel Casares.
-Ideario, Pipo Romero.


Y seguimos con estas derivaciones, que es lo que abunda. Y para entrar en ellas, el último disco de Miguel Poveda, doble como el anterior y como este también con entrada en el top 100 de ventas: El tiempo pasa volando. Mitad canciones-mitad cantes para celebrar sus "30 años en la música". "sica", señala el 'Bruce Springsteen del flamenco' -por duración de sus conciertos, por apasionada entrega...-, y es que el flamenco es una "música".
En este territorio de las derivaciones la estrella indiscutible de este otoño y de todo el año 2018, y el/los que viene/n, es Rosalía y su Malquerer: nº 1, disco de oro, éxito internacional; y en el ámbito flamenco ha vuelto lo de ortos vs. heterodoxos -en el bando orto encontramos a heteros de tiempos ha-.
(Mi experiencia con Rosalía se inicia en tuiter, cuando nos sigue; echo un vistazo a ver de qué va -todo mucho antes del disco con Refree, Los Ángeles-, y sólo 'veo' canciones. Y ya hace tiempo que no estoy por las canciones (salvo mis excepciones). Pero sigo manteniendo cierta curiosidad por las novedades, no por las que suenan a antiguo o a otras épocas. Ejemplo, prefiero escuchar a La Zowi antes que a Adele). 
Después de este preámbulo vayamos con lo que entra en este apartado (por ahí tienen plataformas donde escucharlas):


Diálogos de nuevos y viejos sones, Rocío Márquez-Fami Alqhai; Entre mil historias, Miguel Campello 'Chatarrero'; Por arte de magia, Maui de Utrera; Vivir, Naike Ponce; Falla 3.0, Camerata Flamenco Project; ¡desde Méjico! Sentimiento flamenco, Lucero Hernández; y otr@s que los medios -ajenos o afines- señalan como del flamenco: Elena Salguero, Laura Santos, Fátima Ru, El Torrán de Jerez, Fraskito, Sandra Calderón, Diana Navarro, Paco Candela, El Barrio, Kiko Veneno, Cathy Claret -estos dos con single avance de próx. larga duración-, y rumberío catalán... Algun@ puede ser la próxima estrella de la canción o el nº 1 de ventas.
Al respecto de este si es no, si se confunde o no a la gente, Faustino Núñez -ha publicado libro, El afinador de noticias, las crónicas flamencas de su blog flamenco-, decía: "Ya descubrirán lo que es flamenco y lo que no lo es".


Tranquis, no vamos a acabar esto con pesares, miedos o incertidumbres, ¡fuera las penas! ¡viva la alegría!, lo que os deseamos desde este tiempo flamenco para estos días y ¡los que vendrán! ¡Salud!

viernes, 14 de diciembre de 2018

Juana, Dolores, Tomasa: Cantaoras de Jerez

Que se recuerde, los discos que reunían artistas del flamenco de Jerez estaban protagonizados por hombres, cantaores, promesas y veteranos. En el 2009, el Ático de Ediciones 'El Bujío' publica Mujerez, contracción de Mujeres de Jerez. Un disco que hace historia, por contenido y significado. Ahí quedará, por siempre: El cante de Juana la del Pipa -"su eco parece una fogata a medio encender y su voz es un prodigio de lo rajado y afillado"-, Dolores Agujetas -"ese eco tan característico de toda su familia que araña desde la rabia"- y La Macanita -"una voz que seduce desde la flamenquería y un compás inigualable".


Contó con un libreto donde se recogían letras de los cantes, fotografías de la grabación -en el estudio La Bodega, de Jerez-, breves perfiles biográficos y dos textos. El primero de Juan María de los Ríos, profesor en la Complutense, conferenciante y aficionado al flamenco, colaborador en el programa de radio Los Caminos del Cante, que dirige José María Castaño, uno de los productores del disco y autor del segundo de los textos, el que viene a continuación de este:
 
Decía el filósofo francés, Henri Bergson, que en un mundo ensanchado por la técnica, hace falta un suplemento de alma. Lo mismo puede decirse del cante, que ha pasado a ser una mera industria. Todo es mera razón instrumental. Sin embargo, el cante es razón de amor, que engendra belleza. Cantar con técnica lo puede hacer un ordenador; cantar con el corazón sólo puede hacer aquel que ama y la técnica no entiende de bien y mal, es neutra.
El cante es el intento de recuperar la palabra perdida, aquella que surge del acto de amor del Padre, que engendra amor por el Hijo, el Verbo. Et Verbum caro factum est. Y para recuperar esa palabra perdida hay que bajar a los ínferos, a las profundas cavernas del sentido, donde mora la luz verdadera, la luz que arde en el corazón, que, como dice el poeta, es más cierta que la luz del mediodía. Ahí es donde arde el fuego que nunca se extingue, el fuego creador, el fuego que, mezclado con el agua, da lugar a  la aurora, a la rosa, al amor que se derrama sobre el mundo.
Hasta ahí llegan las voces de Juana, Dolores y Tomasa. Carece su cante de adorno alguno. Es desnudo, devuelto a la inocencia primera, aquella que ama sin pedir nada a cambio y que, sin embargo, recibe todo. Al rebuscarse en las entrañas sacan fuera las duquelas, las fatigas y los dolores. Y después se aparece en un instante fugaz, como el espejo de una fuente, recreada toda la creación. Música callada en par de los levantes de la aurora. Federico dice que "la siguiriya gitana me había evocado a mi camino sin fin, un camino sin encrucijadas, que terminaba en la fuente palpitante de la poesía 'niña', el camino donde murió el primer pájaro y se llenó de herrumbre la primera flecha. Viene del primer llanto y del primer beso. Y es verdad."
El fuego que la Trinidad, Juana-Dolores-Tomasa, porta no se apagará nunca, porque es llama de amor viva, aurora que reaparece como una rosa que nos abre sus infinitos pétalos como amor regalado. En estos tiempos posmodernos de vacío y huida hacia adelante, el cante de Juana, Dolores y Tomasa nos conduce hacia fuentes tranquilas, serenas, donde podemos calmar nuestra sed, la sed de verdad, de pureza, de amor y de inocencia. 

Los cantes de las tres Mujerez se reparten de la siguiente forma: Juana la del Pipa (Bulería para escuchar; Bulerías; Tientos; Fandangos); Dolores Agujetas (Fandangos; Siguiriya; Bulerías; Soleá); La Macanita (Soléa; Malagueña; Taranto y Cartagenera; Bulerías); las tres: Ronda de Tonás.
A continuación el texto de Castaño (como su compañero de los Ríos, impregnado de una suerte de escritura poética, que ha sido y es de uso corriente dentro del flamenco para 'explicar' el pensar sobre significados, sentires de l@s artistas, lo que transmiten-hacen; es complicado escribir sobre el arte flamenco y el de l@s flamenc@s, y parece que ponerse en plan poético es la manera de mejor hacerse entender/explicarse, o la más cercana hay otras escrituras, también, y ese es uno de los propósitos de esta serie que venimos haciendo de transcribir textos de los libretos que acompañan a los discos -tomados de la colección de flamenco de la Biblioteca Pública de Valladolid-: ampliar el decir sobre el flamenco a través de la mágica  tecnología de las palabras).



Tal vez sea la palabra "rito" la que pueda definir con más exactitud lo vivido durante la grabación del disco que tienen en sus manos. Porque más allá de una mera reunión de cante se trató, acaso, de la búsqueda arrebatad de  la memoria colectiva de un pueblo cantaor. El que propuso al gemido como su más alto valor expresivo, como la respuesta agrietada ante la vida, y por qué no ante la muerte. Y dentro de este mesaje ancestral, a través del cante flamenco, surge la voz transida de la Mujer, simbolizando  todo el mundo interior de quienes han sido elegidas para dar la vida con dolor. Eterna paradoja que dota de un matiz especial a la mujer cantaora.
De nuevo, siguiendo los grandes hitos de las grabaciones jerezanas de mayor intensidad, todo se dispuso para crear un ambiente natural, para que las oficiantes del rito tuvieran la libertad de rebuscar sonidos en la masa de su sangre con autenticidad y sin los rigores del artificio ni del tiempo. Tal cual. Con todas sus virtudes y todos los defectos. Como es el cante, osea.
Y el resultado, la plasmación del orto cantaor de tres mujeres cuyos ecos tal vez estén en claras vías de extinción. La quejumbrosa voz de Juana la del Pipa que lleva la tierra y el humo en su decir; el metal áspero, como hierro fundido por el fuego de Dolores Agujetas; la cepa ardiendo de una viña regada por el agua de Tomasa la Macanita y el aire enduendado de las guitarras de Moraíto (probablemente, una de sus últimas grabaciones), junto a la de Dieguito Agujetas, con el compás más verídico de El Bo y Chicharito. Cuatro elementos. Los Cuatro Elementos en unos cantes que queman y salvan al mismo tiempo.
Si una vez escuchado el disco tienen la sensación de haber vivido la intensidad de sus momentos, de este ritual cantaor, habremos conseguido nuestros propósitos y, de camino, saldar la deuda perenne con parte de la historia de unas mujeres que cantan como si en ello les fuera la misma vida a cada tercio.

viernes, 7 de diciembre de 2018

"Ni más ni menos que un clásico": Juan Habichuela (un homenaje)

En 1999 el tocaor Juan Habichuela publica su primer disco en solitario, De la zambra al duende (un homenaje) (Polygram-Universal). Había llegado el momento después de innumerables grabaciones haciendo lo mejor que sabía y quería hacer: acompañar el cante. Dos discos más y otros dos recopilatorios, con algún tema inédito, configuran su discografía.


Siguiendo con nuestra serie de recuperar textos de los libretos que acompañan, a veces, a los discos -tomados, por orden alfabético, de la colección de flamenco de la Biblioteca Pública de Valladolid-, llegamos a su debut discográfico para el que contó con dos escritos. Uno, de José Manuel Gamboa, trazando su trayectoria artística, que podrán leer a continuación de este del escritor y poeta, y flamenco, Félix Grande:

El poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, ya asentado en su edad y en su fama, caminaba una tarde por una calle de Montevideo. Dos jovencitas lo vieron venir por la acera y una de ellas lo reconoció. Con admiración y en voz baja, casi al oído, informó a su amiga: "Mira, es Zorrilla de San Martín". La amiga comentó:"¡Qué bajito!". El poeta, se detuvo y aclaró con exquisita cortesía: "Señorita, conforme me alejo voy resultando algo mayor...".
A veces recuerdo esa anécdota cuando disfruto de la música de Juan Carmona, ese hombre bajito que es el mayor de los Habichuela y que, cuanto más pretende ocultarse tras la esquina de la modestia, más grande se hace ante nosotros. Cuando se acaba un cante y los artistas se ponen en pie para agradecer la ovación, Juan se aleja dos o tres pasos, como ofreciendo todos los aplausos al cantaor, como si en ese instante quisiera hacerse invisible para no cargar con el peso de su propia grandeza.
Pero es inútil: la ovación le persigue. Que no se haga ilusiones, lo vemos en el escenario y lo vemos en el territorio de nuestra gratitud. Todos nos sentimos agradecidos con el arte de Juan Carmona. Sabemos, además, que no le debemos solamente su música; le debemos también un suceso espléndido y constante, que su música enciende el corazón de los cantaores que tiene la responsabilidad y la fortuna de ser acompañados por Juan.


Juan toca la guitarra al servicio del cantaor, pero también y al mismo tiempo al servicio de la historia del cante, de la profunda gravedad y de la profunda belleza de la historia del cante. Quizá no existe un cantaor flamenco que no cante mejor cuando Juan lo acompaña. No sólo le da los tonos, e incluso se los anticipa, se los conduce y los arropa, sino también porque lo hace con una sabiduría y una honradez tan incesantes y trabados que el cantaor va comprendiendo y asumiendo, con la ayuda de Juan, la tremenda importancia de ser al flamenco. Y de pronto ya hay dos artistas que no se sirven de la música, sino que la sirven a ella, la celebran, la exaltan.
Así, un cante con Juan a la guitarra puede ser una ceremonia, y casi una liturgia. Y todo eso sucede porque el pudor de Juan Carmona es como una epopeya de la modestia. Jamás intenta robar protagonismo al cante, hace algo más difícil, lo ayuda a ser más verdadero. No encontraremos en el toque de Juan ni efectismos ni demagogia, su música se conforma con ser imprescindible.
Estoy intentando decir que el guitarrista Juan Carmona, además de ser un artista capaz de hacernos comprender que la tradición puede estar inflamada de sorpresa y de modernidad, y además de un profesional que no ha querido renunciar a la paciente depuración del artesano, es nada más que un clásico.
Nada menos que un clásico.


Doce cortes presenta De la zambra al duende (un homenaje), y cada corte con invitados -salvo el doce que se lo reserva para él, por soleá-, un esquema que se reptirá en sus siguientes discos. En este, los invitados son: Paco de Lucía y Potito (tangos), Chano Lobato (bulerías), Montse Cortés (soleá por bulerías), Rancapino (fandangos), Cañizares (malagueña), Manolo Caracol (romance), Pepe Luis Carmona (soleá), Pepe Habichuela (tangos), Tomatito (bulerías), José Mercé (¡esa! siguiriya). Y el que abre el disco, pensando en el futuro de la familia, unas bulerías con Alejandro Sanz y Ketama. Todos compuestos por Juan Carmona Habichuela, salvo tres.
Además, el libreto aporta letras y fotos y créditos de los músicos que acompañan en algunos de los cortes: Carles Benavent, Maka; Tino di Geraldo, Chaboli, Jesulín; Marco Vidal; Loli Samaniego, Antón Valdepeñas, Guadiana, Toni Maya, al bajo; percusiones; teclados; palmas, respectivamente.
(Al transcribir el texto que viene a continuación piensa uno en que l@s lector@s de este blog que no dominen el idioma español pueden encontrar ciertas dificultades en entenderlo por el lenguaje utilizado por Gamboa, lleno de expresiones flamencas -sonanta: guitarra-, del habla popular -vestirse de caqui: hacer la mili-, de dichos, argot 'callejero'... que no pretende ser excluyente, sino todo lo contrario, mostrarse cercano a lo que es el flamenco, su ambiente. Esperemos que al ser traducido el tono, el 'aire' de la escritura, del 'habla' de Gamboa se transmita):


Juan Carmona Carmona (Granada, 12-8-1933, Madrid 30-6-2016). Hijo de Luisa Carmona Campos y José Carmona Fernández, 'Habichuela', tocaor. Su abuelo paterno, Habichuela el Viejo, cantaba y tañía la sonanta por las tabernas del Albaicín y el Sacromonte en compañía de su hija Marina, guitarrista y cantaora. Juan es hoy la cabeza de una dinastía flamenca que alcanza ya su quinta generación y abarca dos docenas de artistas (la sexta viene encabezada por el también tocaor, Juan Habichuela Nieto). Todos los hermanos de Habichuela han rasqueado, cantado o bailado -Pepe, Concha, Dolores, Luis, Carlos. Herederos directos de su arte son Juan y Antonio Carmona, que junto al sobrino José Miguel, hijo de Pepe Habichuela, revolucionan con divisa ketamera...
Juan Carmona, Habichuela. Hombre de respeto. "Simplemente me ha gustado el flamenco y a eso me he dedicado por completo. No soy un virtuoso de la guitarra. Lo mío es otra cosa. Yo lo que he querido es acompañar bien, porque ese ha sido mi amor, el cante. No soy patriarca ni nada, sólo un guitarrista que ha dado todo lo que ha tenido para el cantaor. Le he cuidado, me he embelesado con él. Me gusta el cante más que la guitarra".
Se lo debemos al poderío broncíneo de El Farruco. Juan Habichuela, por entonces, década de los cuarenta (siglo XX), componía con Mario Maya la infante avanzadilla del baile granadino. Adiestrado en danzas a los nueve años por Pepe el Sastre, Juan se batía el cobre con Mariano (sic) zapateando aún con breve pie. Por las tardes, en las cuevas del Sacromonte, a la noche, en el hotel Alhambra Palace, en cualquier momento, pasando el plato de taberna en taberna. Tiempos achuchados para la macro y la microeconomía. A Juan le tiraba la inclinación por la guitarra, pero su padre le daba nones. "Apenas alcanzaba a subirme a un taburetillo de un bar que le decían El Mesón, y allí comenzaba a tocar. Mi padre me decía: '¡Niño, tú a tocar!'. Y me quitaba la guitarra".


Fue en Barcelona, 1948. Juan formaba parte de un cuadro flamenco en calidad de bailaor cuando El Güiza y El Farruco se dieron una 'vueltecita' por bulerías de no te menees. Y Juan no se meneó. Fue una de esas típicas situaciones: 'Baila tú, que a mí me da la risa'. Le quitó la guitarra a El Pescaílla y ya no la volvería a soltar. En Barcelona, Juan se vistió de caqui y, por gracia de un comandante anduvo flamenqueando a discreción. Aprovechando un permiso realizó la primera prueba del gramófono. Acompañó a Rafa el Farina en aquellos fandangos históricos, 'Por Dios que me vuelvo loco'. Igualmente en Barcelona, antes de acabar la década, repitió experiencia con Jarrito y Fosforito. Asentado en el Madrid de los sesenta, Juan Carmona -o Habichuela hijo, que así se anunciaba entonces- se incorpora al mundillo del tablao y se trae a toda la parentela.
La escena ocurrió en Torres Bermejas. Un día el tocaor habitual de Manolo Caracol se indispuso y el totémico cantaor salió al escenario con Juan sin más ensayo. Y hubo gracia. Tanta, que Caracol quiso grabar con él. Nos dejaron una joya en forma de vinilo que contenía 'Carcelero, carcelero', cuando por el mundo Dylan proclamaba Blowin' in the wind.
Vuelve Juan a los estudios en 1964 para acompañar a Jarrito, ahora junto a un muchacho conocido por Paco de Algeciras, que lo será de Lucía. Anécdota al margen, Juan Carmona forma ese año con Fosforito una briosa pareja artística. Marchan a América, rumbo a la Feria Mundial de Nueva York. Después se internan en el far west, América de cosa a costa, junto a la bailaora Manuela Vargas. Edward Kennedy les invita a tejeringos en su finca. Pero la gira no es ningún churro. Al contrario, una experiencia inolvidable. En uno de aquellos viajes por el mundo llega una carta adjuntando foto a la atención de Juan. Es su compadre Antonio, Fosforito, quien la abre y le anuncia: '¡Juan has tenido un mono!'. Se llamará Antonio, como el padrino, y será, en efecto, monísimo, romperá corazones y moldes.


De vuelta a España, Fosforito  y Juan Habichuela se convierten, en los últimos sesenta y setenta, en uno de los reclamos de todo festival flamenco de alcurnia. En adelante, por sí solo, el nombre de Habichuela pasará a genérico de acompañante ideal, de tocaor de ley, de maestro. Todos quieren cantar con él: Juan Valderrama, Mairena, La Fernanda, Camarón, Morente, Chano Lobato, Rancapino, Menese, Carmen Linares, Pansequito...
Los tiempos cambian, pero Juan se natiene. Las nuevas generaciones, Ketama, le lanzan un SOS y el patriarca Habichuela secunda a los muchachos. ¿Cómo es posible sonar tan antiguo y tan nuevo a la vez? Cosa de sabios.
Para ratificarlo una nueva joyita. Un álbum repleto de arte de ayer y de hoy con base común: el arte perenne del maestro Juan Habichuela. Por siempre.